Con tan sólo 25 años, en 2011, Einar Iguerategui, abogado recién recibido, hacía sus primeras armas en la política: en un Concejo Deliberante con pesos pesados, temas calientes y le tocaba un rol de oficialista, junto a José Eseverri. A pocos días de cumplirse 8 años de aquel día, Iguerategui, en rol opositor, siempre en el eseverrismo y con mucha tarea legislativa, se despide del cuerpo de concejales.
En diálogo con Infoeme, el concejal dijo que el balance “es sumamente positivo, desde lo personal y lo político estos 8 años han sido una etapa de aprendizaje y de crecimiento constante”.
Fue uno de los concejales “más jóvenes de la historia de Olavarría” y tuvo una primera etapa donde “había un bloque consolidado, oficialista en ese momento y de arranque el espacio me dio un lugar importante, donde fui aprendiendo el rol del concejal oficialista que no es el mismo que el opositor”.
Luego, le tocó ser presidente del bloque, y tuvo una experiencia importante en su carrera política: fue intendente interino. “Me permitió tener otra relación con el Departamento Ejecutivo y otra mirada”. En ese contexto, “logramos ordenanzas importantes como la ampliación de la planta urbana, los convenios con Procrear, con cambios sistemáticos en la ciudad. Ordenanza de Plusvalía también, muchos avances en materia legislativa”.
Su segundo mandato, tras la derrota de José Eseverri ante Ezequiel Galli, “también fue un aprendizaje. Desde un primer momento quisimos trabajar de una manera diferente a la oposición que tuvimos cuando éramos oficialismo. Allí el diálogo con los concejales de los bloques opositores fue importante, se pudieron lograr algunos acuerdos”.
Criticó, el “poco diálogo” del Ejecutivo con el Concejo, “con su propio bloque y también con la oposición, que era un diálogo más franco pero cuando era trasladado al Ejecutivo se caía, principalmente en los primeros 3 años. Quizás será un desafío para la segunda gestión de Ezequiel Galli” opinó.
“Ser concejal para mí ha sido un camino importante en la política, una apertura y una vivencia que creo que todo aquel que tenga vocación política tiene que vivir. Te permite un diálogo y un contacto permanente con el que piensa distinto, hace que uno tenga que aprender a escuchar, a discutir, aceptar derrotas, que a veces la propuesta de uno no era la mejor y se puede enriquecer, y eso ayuda en el crecimiento político de cualquier dirigente”.