Sin conocerse, sentían que su felicidad estaba viviendo en contacto con la tierra, su labranza y los animales. En esa búsqueda, la vida los unió y hoy son felices trabajando juntos en el campo familiar de Marcos, cerca de Venado Tuerto, de modo agroecológico y luchando por repoblar el campo. Ésta es su historia: Marcos Perrier y Alejandra Campos.
Marcos se crió en Venado Tuerto, al sur de la provincia de Santa Fe, y recuerda que era costumbre en él acompañar a Javier, su padre agrónomo, a guardar la hacienda en el pequeño campo familiar "La Fortuna". Ubicado en el distrito de San Francisco, a 12 kilómetros de Venado, sobre la Ruta 8 son 220 hectáreas de producción familiar. Cuando su padre armó una quinta, hace unos 12 años, a Marcos le empezó a gustar más ir a ayudarlo a sembrar rúcula o lechuga, pero no se imaginaba que luego de muchos años esa actividad lo cautivaría tanto que la adoptaría como su forma de vida.
En 2015 Marcos decidió emigrar a Rosario para estudiar Ingeniería Ambiental. Lo hizo durante 4 años, pero cuando regresaba a su pago los fines de semana o en vacaciones, comenzó a darse cuenta de que no era la carrera que imaginaba y decidió abandonar en 2018.
Un tiempo antes vio que un amigo se había lanzado a hacer una quinta en el fondo de su casa, de modo más profesional. Él lo empezó a ayudar y se fue contagiando, comenzó a leer y a conocer experiencias de todo el mundo, sobre agroecología y demás. En su propia quinta, Marcos se fue complejizando poco a poco, hasta que se tuvo que dedicar de lleno, y no paró hasta hoy. Definitivamente se dio cuenta de que el campo era su felicidad.
En 2021 Marcos viajó a la localidad de Murphy, donde tenía una granja con colmenas a medias con unos amigos, y allí conoció a Alejandra Campos, que justo estaba haciendo una experiencia de trabajo rural. Se enamoraron y a los 6 meses se fueron a vivir juntos, en Venado, comenzando una historia de amor y de trabajo juntos, en el campo familiar de su papá Javier, al que ayudan hasta hoy.
Alejandra nació en Río Grande, Tierra del Fuego, sus padres la criaron en Trelew hasta que se mudaron a la provincia de Santa Fe, y se recibió de profesora de Biología en Rosario. Trabajó durante 12 años “encerrada” en un laboratorio, haciendo análisis de semillas, de suelos y de plantas para los productores, de macro y de micronutrientes, prácticamente sin conocer el campo.
De pronto, a Alejandra se encontró sola en la pandemia. En ese tiempo de extremo silencio sintió la necesidad de volver a vivir en una casa, con patio de tierra, junto a su familia, que se había mudado a la ciudad de Salto, en la provincia de Buenos Aires. Renunció y se fue. Trabajó en gastronomía, como lo había hecho en sus tiempos de estudiante. Cuando terminó la pandemia decidió viajar en busca de experiencias rurales. Halló un voluntariado en la granja agroecológica “De vuelta al campo”, ubicada en Murphy, a 15 kilómetros de Venado Tuerto.
Cuenta Alejandra que nunca había hecho huerta, cuando de pronto se encontró sembrando remolachas, saltando tranqueras, arreando ovejas, y se sintió feliz. Además comenta que por haberse criado en Patagonia, no tenía familiaridad con los insectos, y llegó a sufrir de apifobia (fobia a las abejas). Pues recuerda que le tocó trabajar en un apiario. Juntó coraje y logró superar su trauma, seguramente gracias a su gran deseo de encontrarse con la tierra, con la ruralidad.
Allí se conoció con Marcos y nació el amor. Se fue a vivir con él, a Venado, y Marcos le propuso irse a trabajar juntos a La Fortuna, donde ya están construyendo la casa para darse el gusto de vivir en el campo. Le propuso a Alejandra que lo ayudara en la chacra mixta, que se encargara de las huertas agroecológicas, la preparación de plantines, la selección y mantenimiento de semillas, en las tareas de monte frutal, con las gallinas pastoriles, los huevos, las colmenas y en la comercialización de todos los productos, en ferias y a particulares. Él se ocuparía de preparar la tierra y los abonos.
“En primer lugar hice un curso de huerta agroecológica y aprendí mucho, pero Marcos, mi compañero, me enseña todos los días. Noté que la labor del huertero está un poco romantizada, porque en lo cotidiano tenés que lidiar con las hormigas, los pajaritos, las heladas, y tenemos que rodearla de flores, preparamos fermentos de ajo, purines de ortiga. Se aprende mucho observando a las mismas plantas y a los animales”, dijo y agregó: “Ampliamos el monte frutal que había creado el abuelo materno de Marcos, Francisco Semelis, contratista rural y ganadero, y le pusimos riego”.
“Mi padre nos ayuda en toda la logística y con él -explicó Marcos- hacemos ganadería regenerativa. Trabajamos con Perennia, el nodo santafesino de Ovis 21. El técnico, que es el veterinario Gastón Codutti, nos ayuda a organizarnos semestralmente y luego vamos ajustando los cambios a como se den las lluvias y los crecimientos de los pastos. También producimos rollos, que administramos en el invierno y comercializamos a quienes precisen para sus establecimientos. Con respecto a la categoría, es una sola: recríamos vaquillonas para que sean reproductoras. El animal sale del campo, listo para entorar o con garantía de preñez con semen seleccionado, lograda ésta a través de inseminación artificial”, amplió.
“Destinamos 20 hectáreas a pasturas mixtas para la cría de reproductores, nuestra quinta ocupa 1000 metros cuadrados, más otros 800 metros de calabazas y maíces, en primavera-verano. Tenemos unos 120 árboles frutales en unos 1.500 metros cuadrados, y criamos unas 120 gallinas”, completó el joven venadense.
“Hoy veo que logré reintegrarme al campo y junto a Alejandra, aprender y producir de una manera que nos parece más adecuada para el bienestar animal, para el beneficio del planeta, de las plantas y de las personas. No es un camino sencillo, pero junto a ella y mi padre, lo vamos recorriendo”, cerró.
Fuente: Bichos de Campo