Ignacio Cerdera
En los últimos días desde la Jefatura Distrital policial local se emitió un alerta para prevenir a la ciudad ante los engaños bajo la modalidad “Cuento del Tío”, una situación que nunca parece pasar de moda y que, quizás por ello, se los suele subestimar y luego las pérdidas se cuentan -y lamentan- por miles y miles de pesos.
Tal es así que casos de estas características se repiten no sólo en nuestra ciudad, como sucedió este jueves en el barrio 10 de Junio, sino en toda la región, como ocurrió también en Bolívar, donde lo robado asciende a millones de pesos teniendo en cuenta el dinero en moneda extranjera sustraído.
La mutación del engaño sin dudas es un rasgo característico. La coartada va de la mano de la realidad del país y es por ello que “corralitos”, billetes que salen de circulación o medidas económicas inminentes suelen ser los más utilizados. Sin embargo, lo que más distingue a estos hechos son las víctimas, ya que casi siempre se trata de personas de edad avanzada y preferiblemente quienes viven solos.
Una vez determinada la víctima, lo cual también preocupe debido al conocimiento preciso que suelen tener, se da inicio al ataque mediante un llamado telefónico. “Hola abuela”, suele ser el inicio de esa comunicación y a partir de allí ganar la confianza del interlocutor, al que a “mentira verdad” se le va sacando la información que luego será utilizada en su contra.
Ganada la confianza se da comienzo al engaño en sí, o sea las medidas detalladas previamente que serán la excusa para pedir el dinero que luego será buscado por otra persona a domicilio. Se les suele decir que un abogado o contador de confianza será el encargado del retiro del dinero ya que, gracias a su presunta experticia en la materia, permitirá que esa sume no se devalúe o sea afectada por el corralito, siguiendo algunos de esos ejemplos.
Aquí los consejos son más bien simples y tajantes, lo primero que debe hacerse es cortar la comunicación. Los delincuentes buscarán en todo momento prolongar la llamada e impedir de esa manera que la víctima coteje la información o se comunique con otras personas. Tampoco se debe dar información personal, lo que se debe hacer es llamar al servicio de emergencias -101 o 911- y sí ya luego contactarse con personas de confianza ya que también suelen ser comunes, pero ya con menos frecuencia, los secuestros virtuales.
Esta última modalidad guarda varios puntos en común e inclusive comprende de momentos de mayor angustia e incertidumbre. Los llamados también suelen iniciar con un saludo que intenta ser de alguien cercano, pero ya la voz denota que algo malo sucede y es allí que la víctima quizás no desconfía pese a que la voz no suene tan familiar. Del otro lado una persona asegura haber sido secuestrada y nuevamente a mentira verdad se le va sacando la información sobre movimientos y pertenencias.
El factor sorpresa opera no sólo por la presunta amenaza a un ser querido, sino que también los llamados suelen ser a altas horas de la noche o la madrugada, donde quizás también cualquier atisbo de respuesta puede ser menor. Estos últimos hechos son aún más preocupantes porque se suele contar con datos precisos sobre las víctimas, al punto que las entregas de dinero suelen ser pautada no sólo en vía pública sino también en domicilios particulares.
Lo sucedido en el barrio 10 de Junio deja en evidencia una tercera modalidad en este tipo de engaños. También se inicia con un presunto parentesco, sea directo con la víctima o con personas de su vínculo más cercano. La proximidad con un viaje o un tratamiento médico es aquí la excusa y la necesidad de guardar el dinero en el mismo lugar donde lo hace la víctima. De esa manera acceden a ese lugar privado y en un descuido se le roban todos los ahorros.
Complejidades
Las complicaciones que presentan este tipo de casos no se limitan al hecho en sí, sino también a su posterior investigación. Es por ello que son contados los casos en los que se puede concretar una detención, ya sea por los elementos probatorios o por el delito en sí que se le imputa.
El encuadre penal que se le suele dar a estos hechos es el de estafa, ya que no se ejerce ningún tipo de violencia y la víctima, si bien engañada, entrega el dinero de manera voluntaria. El Código Penal contempla penas que como máximo se extienden a los 6 años de prisión. Es precisamente ese monto de pena el límite entre los delitos correccionales y los delitos criminales.
Distinto es, tal cual como ya ha sucedido, cuando la imputación comprende de otros agravantes, hechos reiterados o figuras adicionales como lo suele ser la “asociación ilícita”, que es cuando ya se acredita que son varias las personas implicadas en el hecho.
Complejo suele ser acusar en estos hechos debido al poco rastro que se deja al momento de la comisión. No se ejerce violencia, el contacto con la víctima es mínimo y las líneas utilizadas suelen ser desechadas tras el caso y, dato no menor, suelen ser además delincuentes “golondrinas” que abandonan la ciudad tras el caso y se trasladan a localidades vecinas, es por eso que se dan en oleadas que afectan por región.
De eso se desprende el llamado de alerta tras casos ocurridos en Bolívar, quizás el más grave, y otros con pérdidas menores en Azul. Lo que no debe eludirse es que suelen contar con la complicidad y ayuda de personas de nuestra ciudad que facilitan tanto medios como información. Asimismo, también hay sospechas de bandas que son integradas únicamente por personas de Olavarría.