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Sandra Botasi, “la máxima” responsable de un parque modelo

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Walter Minor / Especial para Infoeme

www.historiasdeolavarria.blogspot.com

A veces esto de bucear en la historia sabe culminar de manera inesperada. Muchas veces uno se encuentra ante un mentiroso, un “yo-yo” que cuenta su parte agrandándola, un recordador de segunda mano, un pseudo historiador o un prepotente que discute sin razón en todo. Por otro lado puede suceder que del camino que del camino que se eligió surjan nuevos senderos que lo lleven a otros relatos aún mas interesantes y lo que iba a ser fundamental termina siendo secundario.

Esto último fue lo que pasó con la crónica que hoy vamos a desarrollar y que en un principio correspondía al relato histórico del predio donde se ubica el parque “La Máxima”. La investigación debía incluir un pequeño desarrollo de la actividad que se ejecuta hoy allí, pero como lo último saltó a primer plano, esa historia la dejaremos para una próxima entrega.

Hoy me interesa que conozcan a la persona que con gran inteligencia, capacidad y pasión, modernizó el Parque - Zoológico “La Máxima”, hasta llevarlo a convertirse en una verdadera aula al aire libre, lleno de actividades y referente mundial en la conservación de especies.

Sandra Botasi

Sandra Botasi nació en Hinojo el 23 de febrero de 1966, pero creció en Sierra Chica junto a sus hermanos, Antonio y Germán y sus padres Lucía y Alfredo .

Su marido, Miguel es analista de sistemas y tiene dos hijos: Sebastián (22 años), que está estudiando en La Plata y Milena (10 años) en quinto grado.

Hasta quinto del primario, cursó en la escuela de Sierra Chica. Sexto y séptimo lo hizo en la escuela Normal, porque sus padres decían: “si quiere seguir estudiando, mejor que vaya a Normal”.

En el colegio Nacional realizó el trayecto secundario y después de recibirse se fue a estudiar a La Plata.

¿Tenías en claro la carrera a seguir?

No. Estaba entre medicina, agronomía o veterinaria. Esas tres facultades, con la figura de dos leones enormes en la entrada, están juntas. Cuando llegué para anotarme en alguna carrera, en el lugar había una chica esperando y le pregunté que iba a seguir. Me contestó que veterinaria. -Bueno, entonces entro con vos- le dije.

Algo así como “tirar la moneda”

Sí. Pero te puedo asegurar que la carrera me apasionó.

Cuando estaba en tercer año y venía a visitar a mis padres, comencé a hacer unas prácticas con el doctor Pagella en Hinojo. El se dedicaba a los grandes animales, entonces iba al campo aunque lloviera, tronara o hiciera frío. Ahí comprendí que eso no era para mí y resolví hacer pequeños animales.

¿Entonces el azar tuvo razón?

Aunque la elección de la carrera fue prácticamente al azar, ya desde muy temprano sentía atracción por los animalitos. Con decirte que de chica tuve como mascota un murciélago al que cuidaba y guardaba en una caja de zapatos.

Supongo que como veterinaria no te llevaron una mascota tan original

Nooo…Ya profesional, podía pasarme horas tirada en el piso dándoles suero, o durmiendo con ellos para controlarlos. Sebastián, mi hijo del primer matrimonio, colaboró mucho. Me ayudaba a operar desde que tenía cinco o seis años. Él hasta los doce años creció solamente conmigo. Después, cuando tenía esa edad, yo volví a formar pareja otra vez.

¿Empezaste siendo independiente?

No. Mi primer trabajo fue con el doctor Romero (anterior director del Parque). En ese tiempo vivía en Sierra Chica. Me ofreció trabajar en su consultorio y acepté. Luego si me independicé.

Por esas cosas de la vida, en el año 1997, la profesora María del Carmen Ciancaglini se acerca a pedirme una charla sobre zoonosis para la escuela del Rosario y acepté. Lo hacía por primera vez, pero a medida que fui hablando me sentí tan cómoda con esos adolescentes que cuando terminamos, “Mary” me dijo que estaba sorprendida por la atención que había captado y me sugirió que tuviera en cuenta la posibilidad de hacer docencia.

¿Aceptaste esa sugerencia?

Me gustó la idea y después de asesorarme empecé a dar unas horas como profesional. Enseguida noté que me faltaba la parte pedagógica y decidí estudiar en el instituto 22. Durante dos años cursé los días sábado hasta terminar con la capacitación docente.

Mi vínculo con los chicos, creo que es innato, pero reconozco que con el estudio tuve mas herramientas que me facilitaron enseñar en el aula desde otro lugar.

¿Sos clásica o tratás de darle un nuevo estilo a la enseñanza?

En mi caso particular, trato de trabajar la horizontalidad. No me gusta creerme que por ejercer la docencia voy a iluminar al alumno. Al contrario, ellos tiene tanto para ofrecerme a mí como yo a ellos. Por eso creo que en estas cuestiones, la horizontalidad es fundamental.

¿Fue difícil desarrollar dos profesiones a la vez?

Cuando empecé con las escuelas se me complicó un poco, porque también estaban mis clientes que me llamaban para atender a las mascotas y… en un momento me tuve que preguntar ¿Qué hago?.

Finalmente tomé la determinación de hacer cada vez menos como veterinaria, hasta que me quedé solo con la docencia.

EL PARQUE “LA MÁXIMA”

¿Como llegas a la dirección de “La Máxima”?

En el 2007 me llaman desde la municipalidad y me ofrecen reemplazar al doctor Romero. Fue una sorpresa porque yo carecía de contactos políticos, pero la explicación fue que querían aportarle al zoológico una faceta educativa y por eso me eligieron. Acepté previo a hablarlo con mi familia, porque uno sabe que para estos cargos no tenés horarios ni tiempo.

¿Encontraste la amalgama perfecta?

Fue como revivir a la veterinaria que estaba dormida. Todo un desafío para poner en práctica lo que había estudiado durante años, pero con animales exóticos, autóctonos. Todo nuevo. Mucha adrenalina y eso está bueno. Por suerte mi familia siempre me acompañó en todo. Sin ellos no podría haber llegado hasta hoy.

¿Te sorprendió el lugar?

Cuando entré y vi lo maravilloso que era el parque, lo primero que pensé fue en su importancia como herramienta pedagógica para los docentes.

Para tener una buena enseñanza hay que romper con las viejas estructuras y conseguir nuevos espacios que generen un entorno agradable. Y este lo era.

La experiencia me dice que estar sentados en el aula con un pizarrón enfrente, hoy a los chicos ya no les resulta atractivo. ¿Por qué?. Porque estamos invadidos tecnológicamente por PC, por el Facebook, por la televisión, entonces estar sujetos a un lugar fijo los aburre. Cuando los scás de ese contexto, lográs que hasta se olviden del celular.

¿O sea que tu primera idea fue hacer del parque zoológico un polo educativo?

Sí. Creo mucho en la educación popular, entonces trato de usar al parque como una gran aula verde. Trato de generar conocimiento a través de la curiosidad y eso acá se consigue. Vos ves que los “chiquitos” caminan por ahí y continuamente preguntan - ¿y esto que es? – . Esas ganas de saber te facilita abordar el conocimiento porque es el propio chico quién lo impulsa.

ACTIVIDADES Y GRUPOS

¿Qué actividades impulsás en “La Máxima?

Una ejemplo serían los juegos con dinámicas ambientales. Consiste en caminar con los ojos tapados y guiarse a través del tacto, y el oído. Esa actividad se realiza en el bosquecito encantado, que está en el centro del predio. Es un juego muy importante para desarrollar los sentidos.

Por otro lado incentivamos las jornadas familiares. Son muy interesantes, porque se juntan padres e hijos y hacen actividades compartidas. Les damos talleres que van desde recortar figuras hasta pasear juntos por el parque o ir en busca del tesoro escondido.

Los chicos hacen tortas, venden globos o cualquier otra cosa que les pueda generar recursos para hacer un viaje o comprar algo que se necesite. Mientras lo hacen aprenden.

¿La tercera edad está contemplada?

Sí. Los abuelos también están en el tema de contar cuentos y otras actividades.

Hay un grupo que nació a través de Mónica Eyler, quien un día me dijo que ella tenía un grupo de mujeres jubiladas y me pidió permiso para dedicarse al arreglo de las plantas, las flores. Y ahí están, ellas son las “Guardianas de la Naturaleza”

¿Tenés más grupos de colaboradores?

Sí. Otro grupo es “Guardianes de la Naturaleza”. Nace de un proyecto que también presentó Mónica Eyler y que a mi me encantó. Son chicos de 5 a 10 años. Están a cargo de Mónica, Irma Olga Graciela y talleristas que se suman cada sábado a trabajar con los pequeños. Se les inculca el respeto a la naturaleza y se les enseña cerámica, atrapa sueños, biodanza, carpintería (construyeron casitas para los pájaros de nuestro bosque encantado) y numerosas actividades para despertar la curiosidad. También se desempeñan “los Voluntariosos”, que comprenden adolescentes de 11 a 19 años

¿El voluntariado se formó durante tu gestión?

El voluntariado ya estaba cuando yo asumí. Se hace un llamado en enero y los interesados se anotan y trabajan con nosotros durante todo el año todos los días sábado. Los voluntarios se conocen entre ellos y todos se ayudan. Es un modo de fomentar el respeto, el vínculo, el trabajo en equipo.

Los “Guías Ambientales” si son de mi gestión. Está compuesto por adolescentes que están capacitados para ir a una escuela, guiar visitas o recorrer el parque.

Ellos me acompañan desde hace cuatro años.

En el verano hacemos visitas nocturnas. Sabemos tener 300 o 400 personas que vienen de noche al parque, con linternas para hacer un recorrido. En un momento dado les proponemos apagarlas y les hacemos vivenciar lo que es el parque con sus ruidos y los olores. Eso es único.

¿Contemplás la administración responsable de recursos naturales?

Es fundamental. Tenemos un pedacito de terreno donde hacemos cultivos con los chicos. Ahí tiramos residuos orgánicos para que abonar la tierra y explicamos por qué. Trabajar en esas pequeñas cositas es sembrar conciencia para administrar mejor los recursos.

Cuando hablamos de reciclado, por ejemplo, siempre les recalco a quienes trabajan conmigo en el educativo que tengamos una mirada más “macro”. No tenemos que fijarnos solo a la parte del reciclado. Centrémonos en bajar el consumismo. Si apuntamos a disminuir el consumo, no tendremos tanta necesidad de reciclar.

¿Ves respuestas positivas a este pregonar?

Cuando recién llegué al parque, venía los lunes y veía todo sembrado con papeles, nylon, latas y botellas. Así me enteraba que el domingo había venido mucha gente. En cambio ahora, me doy cuenta de cuantas personas hubo por la recaudación o por lo que te comunica la guardia. Hoy el parque está limpio. La gente, de a poco va entendiendo que los espacios públicos son nuestros y que hay que cuidarlos. Eso te lleva un tiempo, pero el resultados es visible.

EL ZOOLOGICO

¿Cómo creas conciencia sobre el respeto hacia los animales?

En esto también la parte educativa es un pilar indiscutible en el zoológico.

Yo creo que los parques tienen razón de ser cuando tienen un sentido. No es solamente exponer una colección de animales para que vengas, los mires y te vayas. Tiene que ser un lugar dinámico y participativo. Si yo le enseño al adulto, o al niño, que al peligro de extinción se llegó por lo que el hombre hizo mal las cosas, ahí empezás a sembrar, porque le estás diciendo que el cuidado pasa por cada uno de nosotros.

A veces escucho decir ¡huy, con la generación de pibes que viene!.... pero ¿y nosotros qué?... no los podemos hacer responsables a ellos de las cosas que dejamos mal nosotros. Entonces hay que hacerse cargo y trabajar en ese sentido.

¿Recibiste cosas interesantes de la gestión anterior?

Cuando tomé la dirección del parque y vi lo que había hecho el doctor Romero con el proyecto del cóndor, enseguida entendí que había que continuarlo, proyectarlo, agrandarlo. Fue increíble la mirada que tuvo. Hoy hemos llegado muy alto. Pude haber devuelto los pájaros y empezar algo nuevo y mío, pero tengo muy en claro que no hay que ser egoísta y lo interesante del otro también hay que rescatarlo y destacarlo.

¿Te adaptaste rápido a esta función?

Cuando recién empecé lo primero que hice fue presentarme para lograr vínculos con los zoológicos de La Plata, América, Colón, Mendoza etc,. Todo era nuevo y me daba un poco de miedo. Así empecé a generar lazos para poder traer animales o intercambiar y en ese intercambio aprendí mucho.

Primero traje suricatas y leones. Te preguntarás ¿Por qué lo exótico si estoy pregonando lo autóctono? Simple. Necesitaba algo que llamara la atención para atraer a la gente a que redescubrieran el lugar para después sí, ofrecerles todo lo que yo tenía en mente. Por suerte la estrategia dio el resultado esperado.

¿Hacia donde apuntan los zoológicos modernos?

Los zoológicos de hoy se basan en un pilar que es la conservación. En el caso nuestro representados por las especies autóctonas (objetivo principal), el proyecto del cóndor andino, el del guacamayo rojo (reproducimos guacamayos rojos, tanto en el norte, como acá) y las Corzuelas pardas (mamífero parecido a un ciervo).

Estos animales son poco conocidos pero bien nuestros. Como peligra su existencia nosotros los reproducimos y de esa manera hacemos nuestro aporte.

Por otra parte, estamos en pleno proceso de una investigación muy importante. Queremos reproducir a las tortugas terrestres en cautiverio, una cosa muy difícil, aunque ya hemos logrado este año tener alguna.

EL PROYECTO CONDOR ANDINO

El proyecto de los cóndores es el de mayor difusión. ¿Cómo surge?

El tema de los cóndores surge en la década del 90’, cuando el doctor Romero se entera del proyecto que hay en Buenos Aires y llama para ver que se podía hacer desde Olavarría. Pasan algunos años y recién en 2004 se concreta la construcción de “la voladora” para que Fundación Bioandina haga entrega de la primera pareja de cóndores en noviembre del mismo año. En el 2004, el primer huevo que ponen es infértil, pero a partir de 2005 ya empiezan a reproducirse.

¿Qué provocó la casi extinción del cóndor andino?

La acción del hombre. Se pensaba que mataba para comer y que descendía para consumir el ganado, cuando en realidad, es un carroñero que come animales muertos. Esa creencia hizo que se lo comenzara a combatir de forma alocada. Otro despropósito que ayudó al exterminio fue la muerte de pumas o zorros a través del veneno. Esta acción condenaba de forma paralela al cóndor, que al ingerir la carne del animal envenenado también se intoxicaba y moría.

Con estas prácticas, el cóndor en el Sur fue extinguido totalmente. Por suerte se encontraron algunos ejemplares en el norte del país y se protegieron. Estos ejemplares rescatados por Fundación Bioandina (habían sido heridos de bala o impactaron contra cables de alta tensión, o se hallaban en el patio de alguna casa), fueron puestos en recuperación y luego de rehabilitados son usados para reproducción.

¿Qué te genera el ser parte de un proyecto tan importante?

Poder continuar con el proyecto de los cóndores y ser parte de algo tan importante como la recuperación de una especie que estuvo extinta en el sur es maravilloso. Ver que son nuestros pichones, los que están repoblando el lugar, saber que cada septiembre los ejemplares que se sueltan en las sierras de Pailemán (Valcheta, Río Negro), son gestados en “La Máxima”, que Olavarría esté entregando dos ejemplares por año y que sea además quién sostiene el proyecto de Fundación Bioandina – ahora con la incorporación de dos parejas más-, es realmente emocionante.

¿Se puede ampliar el horizonte de trabajo en este tema?

Con lo que se está haciendo se puede soñar a futuro y en ese futuro está el desafío de volver a sembrar los cielos con cóndores andinos en Venezuela (extinguidos) y Ecuador (quedan 24 ó 25).

Hoy tenemos tres parejas. A ellas no las podemos liberar porque no pueden volar o porque nosotros le damos comida. Si los soltamos se mueren, entonces los conservamos con fines reproductivos. La pareja que tuvimos desde siempre pone 2 huevos por año, cuando ellos en la naturaleza ponen uno cada tres años y a veces se rompe, porque no hacen nido, sino que arrojan el huevo en las piedras.

¿Hay algún nacimiento cercano?

La semana que viene nace uno por incubación en Buenos Aires y después otro acá. Te preguntarás ¿por qué en Buenos Aires? Porque en el proyecto está estipulado que el primer huevo es para la Fundación, entonces vienen y lo trasladan para incubación artificial. Al quitarle ese huevo, la hembra se estimula y pone el segundo. Este es el que se incuba en Olavarría.

El que tenemos en incubación nosotros nacerá en diciembre. A este lo crían los papás, hasta abril o mayo en que viene Fundación y lo retira, porque el pichón no tienen que acostumbrarse a que sea el hombre quién les de alimento.

Desde Buenos Aires se los envía a Río Negro y se colocan en una plataforma de liberación. Ahí quedan hasta el día en que las jaulas son abiertas. Este año (2011) se dio libertad a tres. Dos eran nuestros, el otro del zoológico de La Rioja. (Al 2011 se llevan entregados ocho ejemplares).

¿Qué le agregaste a este proyecto?

Mi mayor virtud fue seguirlo para luego aumentarlo y tratar de mejorarlo. Trabajé para hacer partícipe a mucha gente y que la ciudad lo adoptara como suyo. También se dio mucha información al respecto y eso hizo que se aumentara la toma de conciencia. Así pudimos hacer que se comprendiera la importancia que tiene la preservación de todas las especies, que en definitiva es la finalidad del proyecto.

Hoy todo el mundo conoce, en mayor o menor medida, de qué se trata cuando hablamos de los cóndores de “La Máxima”.

¿Crees que aquí se tiene la verdadera dimensión de lo que se está haciendo?

No sé si aquí se dimensiona la importancia, pero este proyecto fue reconocido a nivel mundial, nada menos que por la Asociación Mundial de Zoológicos (W.A.Z.A) y ese reconocimiento al trabajo que desempeña el parque “la Máxima” te incentiva, porque está bajo mi dirección eso hace que sienta un orgullo inmenso.

Docencia y veterinaria. Conseguiste amalgamar dos pasiones en un solo trabajo

Exacto. Por eso siempre digo que yo soy muy feliz en el parque. De todos modos siempre hay algo para agregar. Hace casi tres años, vi una publicación de la Facultad de Sociales donde se anunciaba la apertura de un post grado sobre prácticas socioeducativas del nivel secundario. Fui y la cursé durante dos años todos los sábados. Ya lo terminé y ahora estoy haciendo la tesis.

Ese seminario me permitió una mirada distinta, muy atractiva para conocerla y ponerla en práctica. Esta visión del individuo, del sujeto desde tantos ángulos, realmente le puso el broche a toda esta formación que fui aquilatando en todos estos años.

LOS PUEBLOS ORIGINARIOS

¿Qué le aportan los pueblos originarios a tu gestión?

La inclusión, la apertura. Aprender de esa cosmovisión que tienen ellos. Cuando conocí a Tayta Ullpu, hermano mayor del pueblo Quichua, en la ceremonia de la Pachamama, pude ver que tratan a las plantas, al animal y a la naturaleza como hermanos. Con ese respeto reverencial, ¡como no vas a valorar y a cuidar tus recursos!...

A la ceremonia de la Pachamama la tenemos institucionalizada en agosto y las voces de los pueblos originarios en octubre y cada vez que nace un cóndor, convocamos a la comunidad Mapuche para que hagan la ceremonia de bienvenida.

Entendemos y respetamos la conexión que tienen ellos con el ave. Mirá si será así que la comunidad de Pillan Manke significa Cóndor Sagrado.

La parte educativa es tu trabajo mas preciado. Como zoóloga ¿qué fue lo que te dio mas satisfacción?

Liberar a los monos. Cuando llegué en 2007 los monos estaban enjaulados. ¡Me causó una sensación tan fea verlos presos ahí! Así que en el 2008 empecé a buscar el modo de ponerlos en libertad. Se me ocurrió colocarlos en el lago, donde hay dos islitas. Lo consulté con mi personal para ver que les parecía y luego de intercambiar opiniones empezamos a informarnos, a leer, a preguntar en otros zoológicos. El problema es que los libros decían que los monos no nadaban y ese era el principal escollo para instalarlos ahí. Teníamos miedo de que se ahogaran.

Un día decidimos asumir el riesgo y los llevamos hasta la isla del lago. Le abrimos los jaulones, pero no querían salir. No entendían lo que pasaba, hasta que uno hizo punta y empezó a subir a las plantas. Ahí empezaron a salir todos y a trepar. ¡Una algarabía! ¡Y decían que no nadaban! Nosotros los vemos nadar. Hoy están contentos con su libertad. A pesar de que son muy territoriales, en algún momento te das vuelta y encontrás un mono al lado tuyo. Podés verlos trepados en las plantas o arrancando moras para comer. Hasta una cría de Carayá.

Había que darle ese bienestar, no el encierro en una jaula. Esto sí, que es algo muy mío.

¿Describime tu trabajo en pocas palabras?

Tengo muchas responsabilidades, como gente a cargo y otras cosas, pero eso es parte de los riesgos que asumís. Soy feliz haciendo lo que me gusta, una agradecida de la vida, de poder hacer lo que me gusta y poder vivir de eso”.

Final de la entrevista. Fui en busca de una nota y me traje un “Manual para la educación moderna”. Sandra me sorprendió como una mujer inteligente, apasionada, trabajadora y por sobre todas las cosas, humilde. Una funcionaria para imitar.

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