La provincia de Buenos Aires ofrece una gran variedad de alternativas turísticas. El turismo astronómico abarca mucho más que ver a través de un telescopio, se trata más bien, de la posibilidad de compartir con otras personas los misterios de los cielos y descubrir también las distintas maravillas que las ciudades opacan. También es una manera original y a su vez, creativa de conocer los distintos paisajes que tiene para ofrecer el territorio bonaerense.
En la República Argentina, las primeras experiencias de observar el cielo se realizaron alrededor de la década de los ’80 cuando pasó el cometa “Halley”, según el astrónomo amateur y coordinador adjunto de la sección de estrellas dobles de la Liga Iberoamericana de Astronomía (LIADA), Nicolás Ariel Arias. “El astroturismo y el turismo rural son una pareja necesaria ya que las ciudades nos ocultan gran parte del cielo”, agregó.
La creadora de Be Connections, un club de mujeres que funciona en Nordelta, Rosa Álamo, afirmó que “logramos romper la barrera de que esto es algo para el que sabe de astronomía. Todos lo podemos vivenciar y cada quien lo hace de manera diferente. Algunos lo mirarán desde el enfoque más científico y otros desde el lado más místico”. Por su parte, Arias expresó que “lo que más me maravilla del cielo es darme cuenta de que realmente estamos observando el pasado” y agregó que “las distancias de los objetos que miramos se miden a años luz de distancia. Lo que observamos es la luz que emitieron o reflejaron hace cientos o miles de años, y posiblemente ya no existan o no se encuentren en el mismo estado evolutivo que podemos apreciar”.
Alan Gabriel Ghedin, quien también es aficionado a la astronomía y a la astrofotografía, dijo que la actividad es “tan potente que cambia la manera en la que percibimos el cielo”. Cabe mencionar que su primer experiencia con los cielos fue en 1993, en la rambla de Mar del Plata, donde un astrónomo ofrecía ver la luna mediante un telescopio por diez pesos. En el 2018, retornó su vínculo con lo astronómico y dijo que “la primera vez que logré ver a Saturno a través de un telescopio me sentí tan pequeño como un grano de arena perdido en el océano”