Por sorprendente que parezca, lo que ocurre en el interior de las nubes sigue siendo un misterio en 2024. Estos procesos intrigan a los científicos desde finales del siglo XVIII, cuando los pioneros ascendían a las cumbres de las montañas para atrapar pedacitos de nube. Aunque continuaron sus pesquisas en globo, en aviones y finalmente desde el espacio, y los modelos han avanzado muchísimo, las nubes continúan siendo la principal fuente de incertidumbre a la hora de predecir el tiempo meteorológico y en cuanto a su influencia en el balance radiativo del planeta. Y la causa es que la mayoría de las tecnologías que se usan desde tierra o desde satélites apenas consiguen rascar su superficie.
Por este motivo, la primera imagen del interior de las nubes captada por el radar de perfilado de nubes (CPR) a bordo del satélite EarthCare, una misión conjunta de las agencias espaciales europea y japonesa (ESA y JAXA), es tan valiosa y potencialmente revolucionaria. La imagen está tomada sobre el océano al este de Japón el pasado 13 de junio y en ella se puede ver el perfil vertical de un grupo de nubes, como si les hubiéramos hecho una radiografía o hubiéramos cortado una tarta.
El radar muestra que la parte más densa, donde hay partículas de mayor tamaño, está en el centro de la nube, y el instrumento doppler revela las diferentes velocidades a las que se mueven las partículas que la componen: cristales de hielo y copos de nieve en la parte superior y gotas más grandes en la zona inferior, a unos 5.000 metros de altitud, donde se produce la lluvia. “Es la primera imagen de este tipo: nunca antes habíamos conseguido medir este tipo de información desde el espacio”, asegura el investigador japonés Takuji Kubota, responsable científico de la misión.
El satélite fue lanzado el 29 de mayo y esta es la primera de las miles de imágenes que ha tomado mientras escanea el la atmósfera global desde la órbita polar y obtiene datos simultáneamente a través de otros tres instrumentos que ayudarán a conocer también su papel en el cambio climático: un radiómetro de banda ancha para medir la radiación solar reflejada, el lidar atmosférico que capta la distribución vertical de aerosoles y una cámara que toma imágenes de alta resolución en múltiples bandas, tanto en el espectro visible como en el infrarrojo, que ayudará a poner la información en contexto.
Una mejor predicción de las lluvias
Los expertos coinciden en señalar que la aplicación de esta tecnología, en este y otros proyectos, abre la puerta a afinar más las predicciones de lluvia, que hasta ahora se quedan en el límite de los tres días de adelanto. Gracias a esta nueva información podremos definir mejor algunas incógnitas de los modelos, que ahora se estiman y no se saben, explica Francisco J. Tapiador, catedrático de Física de la Tierra en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y especialista en nubes. “Podremos conocer mejor, por ejemplo, cuánto rebotan las gotas pequeñas en las grandes o cuánto se pegan las gotas de agua al hielo”, indica. “Conocer estos detalles nos va a permitir saber si va a llover más pronto o más tarde y ajustar la predicción un poco más allá de los tres días de horizonte”.
“Lo primero que tienes que tener en cuenta cuando ves una nube es si eso va a hacer llover, qué parte, qué cantidad y cuándo”, asegura José Luis Sánchez, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de León que estudia el interior de las nubes, a menudo penetrando en ellas con sofisticados equipos a bordo de aviones. “Estas grandes preguntas se intentan resolver con una red de radares de tierra, pero siempre tienes zonas donde no llega”, relata. “Otros instrumentos desde el espacio te dan información puntual sobre precipitación, si es granizo, nieve o lluvia, pero no te ofrecen este grado de detalle”.
La principal diferencia, añade el meteorólogo de AEMET Xavier Calbet, está en las longitudes de onda. “Las microondas de otros instrumentos en la Banda C tienen unos 4 centímetros de longitud, mientras que EarthCare está empleando alrededor de 3 mm, una resolución mucho mayor”, asegura. “Para entenderlo, es la diferencia que notaría una persona ciega si estuviese tanteando un objeto con un bastón o palpándolo con las manos”.