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"Rayün": la conmovedora historia de Romina, Pablo y Fran

Tras la perdida de Simón construyeron la cabaña, ese espacio en el que todos los días se encuentran con él y comparten con la gente. Infoeme habló con la familia que atravesó el dolor y floreció en este proyecto. 

Por Luciana Pedernera

lpedernera@infoeme.com.ar

 

Romina, Pablo y Fran son una familia apicultora de Olavarría. El 12 de febrero, perdieron a su hijo mayor Simón, mientras festejaba con sus amigos en el Club. Desde ese día hasta hoy recibieron contención, buscaron respuestas al dolor y crearon nuevos espacios como "Rayün". Infoeme llegó hasta la cabaña que la familia emprendedora inauguró el 25 de mayo en Los Narcisos y Pueyrredón, barrio Villa Aurora para compartir y escuchar su historia. 

 

En mapuche "Rayün" significa florecer: las abejas florecen en primavera y cuando termina la cosecha, cierra un ciclo y se van a invernar para luego florecer de nuevo. "Ahora, eso es lo que tenemos que hacer nosotros con la vida, tratar de florecer, lo que más nos preocupaba cuando pasó lo de Simón era Fran, cómo hacer para seguir con la vida de antes y para que Fran sea feliz", cuenta Pablo mientras mira atento a Romina quien atiende a una clienta.

 

 

"Antes de lo que nos pasó con Simón, siempre fuimos así, siempre nuestra base fue el amor y estar juntos, la prioridad siempre fueron ellos", dice Pablo detrás del mostrador mientras intenta esquivar el sol del atardecer que ingresa por una de las ventanas de la cabaña. "Nosotros siempre trabajamos mucho, pero nunca dejamos de lado a la familia por el trabajo porque la prioridad siempre fue pasar tiempo de calidad los cuatro", sigue, mientras Romina comparte: "Yo me recibí de profe de plástica, pero no ejercí porque dijimos 'nos vamos a quedar con ellos y transitar la infancia juntos'".

 

"Rayün" estaba en la imaginación de esta familia apicultora olavarriense. Los cuatro soñaban y gestaban este proyecto para vender la miel que producen y además agregar los gustos por las artesanías que se adjudica Romina. Sin embargo, la partida de Simón apresuró la búsqueda de un lugar donde también estuviera él. 

 

 

"Después de que él se fue dijimos 'Vamos a hacerlo'", cuenta Pablo quien decidió dejar su trabajo en la bicilcetería. "Yo compartía un montón de tiempo con Simón, teníamos una conexión plena yo lo miraba y ya sabía todo y él sabía todo de mí, era increíble. Él pasaba mucho tiempo en la bicicletería y aunque estaba yo ya venía cansado de la bicicletería después de su partida me lastimaba, me hacía mal estar allí". Así fue que le dieron la oportunidad a un joven de hacerse cargo del comercio y ellos empezaron con la construcción de la cabaña.

 

Ya en un rincón de "Rayün", para seguir con la charla y darle lugar a quienes ingresan a disfrutar del espacio y conocer la historia de la familia, Pablo asegura: "Construir la cabaña fue como una terapia. Venía, pegaba unos clavos, lloraba un rato y se me iba pasando el día porque en realidad después de lo que pasó con Simón el día es interminable, se nos hace interminable, es como que el tiempo lastima, no se pasa más, es terrible".

 

"Esto me ayudó, a veces venía y se me pasaba el día un poco más rápido y a la noche llegaba cansado, dormido y no pensaba", agrega y cuenta: "Hacer esto nos permitió tránsitar el dolor juntos, nos sentábamos abajo de la planta, tomabamos unos mates y reflexionábamos: por qué, para qué y todas las preguntas que te podés llegar a hacer y después seguíamos". 

 

 

La pérdida de Simón dejó dolor, pero les demostró toda la entrega y amor que había para ellos. "Fue increíble el amor, los mensajitos, estuvimos re acompañados. Si no hubiéramos tenido eso, no sé cómo hubiera sido tránsitar por esto, más allá de que después, cuando toda la gente se va, vos quedás solo con el mismo dolor porque el dolor lo tenés igual y lo vamos a tener, es mucho más fácil", resume Pablo y añade: "El club se portó de maravillas con nosotros y lo que Simón amaba era el club, era su lugar en la vida, desde el minuto uno, nos llamaron, venían, nos traían cosas para comer".

 

"Cuando te pasa algo así, vos decís, ¿para qué? ¿Cómo sigo? ¿Por qué sigo? Yo hablo por nosotros, pero hacés todo por los hijos.  Yo estuve entregado un montón de días, no podía encontrar la salida y Fran me levantó un día y dijo, 'Quiero ir a fútbol, qué van a hacer, ¿me van a llevar o no?'. Ahí nos miramos y bueno, sí, tenía razón así que ahí fuimos al club y ahí empezó", cuenta.

 

 

Después de la pérdida de Simón, Romina y Pablo se hicieron cargo del merendero del club, porque es el lugar al que van y sienten que "está todo bien como antes de que pasara todo". "Cuando estamos ahí con los pibes nos hace bien. Nosotros llegamos al club y son 10 minutos de amor", continúa.

Sobre su forma de enfrentar la vida, indican: "Hasta que pasó esto, era fantástico, ellos tenían una infancia soñada, se criaron en la Biblio Del Otro Lado de Árbol, toda la infancia ahí" y cerraron: "Fue muy difícil encontrarle la vuelta para que Fran siga sintiendo lo mismo, por eso surgió lo de la cabañita también, porque queremos estar acá, a Simón lo sentimos acá, para nosotros la prioridad siempre fue el amor, el tiempo, la familia. Y no cambia, es así".

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