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Tomás Aguerre: “Decirle a toda división entre argentinos ‘grieta’ es una trampa”

El politólogo olavarriense Tomás Aguerre, a solas con Infoeme. Presentaron junto a otro local, Diego Villanueva, un estudio sobre polarización y grietas. Los resultados marcan un nuevo panorama político en Argentina: “es una posibilidad hacia delante de que el sistema de partidos se ordene de esa manera”. El rol del gobierno, de Macri, la oposición, y el acercamiento de los polos con Ezequiel Galli y Federico Aguilera.

Alexis Grierson / @alexisdechillar

 

¿Cuántas veces hemos leído que todo tema político en Argentina se vive como un River vs. Boca, como un Ford vs. Chevrolet? Un poco así quizás sucede, pero para explicarlo se necesita ir más allá que un superclásico de fútbol. Al camino de la polarización llegó Tomás Aguerre, politólogo olavarriense.

 

Junto a Diego Villanueva, otro olavarriense, presentaron un informe que da cuenta de un profundo análisis basado en las elecciones del 2019. ¿El resultado? Argentina está polarizada, pero la sociedad de nuestro país tiene muchos más consensos que disensos.

 

 

En un contexto de reuniones entre dirigentes que piensan totalmente distinto entre sí como el Intendente Galli y el subsecretario de Minería Federico Aguilera, en un país que mira la deuda externa con mucha atención, Aguerre se tomó unos minutos para dialogar, a solas, con Infoeme. Cómo es el nuevo escenario político, con las “bicoaliciones” a flor de piel.

 

-Llegamos a un país con dos miradas completamente antagónicas, polarizadas, ¿cómo analizaron las conclusiones en esta investigación que determina las características de esta polarización entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio?

 

-A nosotros nos interesaba mostrar varias cosas. Pero está claro que hoy hay dos polos bastante marcados. Y eso para nosotros, que nos gusta ver un poco más la película que la foto, es una posibilidad hacia delante de que el sistema de partidos o la oferta electoral se ordene de esa manera: con dos grandes coaliciones que representan determinada formas de pensar en determinados temas. Tratamos de no hacer muchas predicciones, no quiere decir que sea así necesariamente, es una posibilidad. En 2019 funcionó así. Están estas dos coaliciones, tienen particularidades al interior, tensiones, dinámicas internas.

 

 

-En la tensión de estos espacios internos, ¿al ciudadano le cuesta entender las diferencias en las coaliciones? Pasó con Cambiemos en su momento y las discusiones Carrió-Peña-UCR, pasa ahora con el Frente de Todos entre Alberto, Cristina, Kicillof, o Berni que tuvo mayores chispazos.

 

-Nos cuesta a todos, a los que están adentro, a los que están afuera. Nos cuesta porque estamos acostumbrados a otro tipo de organización de sistema de partidos, que eran más verticales. Estas son coaliciones, que funcionan de una manera más parecida a Juntos por el Cambio y lo que está haciendo el Frente de Todos. Funciona con discusiones internas, pero no del tipo local partidario, eso en la política de hoy no funciona más. A mí me gustaba eso (risas) pero ahora las discusiones internas también son discusiones públicas. El carácter de la coalición es público. Después hay discusiones relevantes, irrelevantes, pero todo forma parte de un escenario nuevo: es un gobierno de coalición que tiene a su interior tensiones de este tipo, y no será ni la primera ni la última. Habrá que adaptar la capacidad política de las partes y la relevancia que se le da. A veces en el análisis nos quedamos mucho con “tal dirigente dijo tal cosa o tal otra” y la tarea debería ser un poco más profunda y ver si hay discusiones profundas o forma parte de una coyuntura o tensiones propias de coalición.

 

 

-¿Cómo cree que se está dando este rearmado de la oposición? Macri que juega, no juega, Vidal lo mismo, el rearmado de los intendentes, la figura de Jorge Macri… ¿Juntos por el Cambio está en la misma situación que el Frente de Todos hace cuatro años?

 

-Hay varias cosas para ver. Si nuestra hipótesis de modelo de dos grandes coaliciones se corrobora, esto que pasa con Juntos por el Cambio que no “estalló” post elecciones habla de que es algo más o menos estable del sistema de partidos políticos en Argentina. Aún con todas las discusiones que hay sobre quién será el referente del espacio, quién no, que eso no se haya roto implica que hay algo que va a funcionar en el corto plazo como uno de los dos polos. Sigue representando a sus votantes y se sienten parte, incluso el radicalismo.

 

-¿Y Macri, tiene el mismo rol que Cristina hace cuatro años?

 

-Se está mirando en el espejo de lo que hizo Cristina desde 2015 a 2019. Por más que no haya hecho nada públicamente, más allá del algún video que trascendió, lo que se está pensando desde el macrismo más “puro” es entender qué hizo Cristina estos cuatro años.Esto tiene dos cosas para mirar: la primera es sobre cómo fue el kirchnerismo “en el llano” y fue un fenómeno muy extraño, porque las previsiones eran más bien que dejaba de ser una identidad política una vez que estuviera fuera del Estado y se disolvía o se transformaba, y terminó siendo parte fundamental de la fuerza política que recuperó el gobierno. Por otro lado, pensaba que es válido que se mire esa experiencia para poder replicarla, el de Cristina es un liderazgo bastante difícil de replicar. Y lo que hizo estos cuatro años es doblemente difícil. Los momentos en que apareció más, menos, cómo, lo que hizo en 2017 que jugó ella, salió segunda atrás de Cambiemos, y nadie miró que ese salir segundo (a contrario de lo que creería Bilardo) la transformaba en la primera ganadora opositora, para poder decir al resto de los actores opositores algo que ratificó Alberto Fernández, “sin Cristina era imposible”. La dinámica de los liderazgos es complicado. Es como diseñar un Messi en el laboratorio…el vínculo con el votante, la militancia, la llegada, es difícil de armar eso.

 

 

-Se habla de que será el año económico, el rol de Martín Guzmán, ¿cree que será un año signado por lo económico, o será un año de todos modos fuertemente político? Habrá debate por la despenalización del aborto, sanciones a negacionistas de la dictadura cívico-militar…

 

-Me da la impresión que si el gobierno armara un escenario, creo que lo primero que tiene que tener en claro es la cuestión de la deuda. No estoy diciendo ninguna genialidad (risas) pero está muy claro y es el objetivo que espera el gobierno, sentarse y ver con qué recursos cuenta. Pasó con Guzmán en el Congreso esta semana: la oposición le pedía el plan económico y la respuesta fue que no podía presentar un plan económico hasta tanto resuelva la deuda. No creo, igualmente, que eso vaya a consumir todo el año, no se puede estar todo un año discutiendo la deuda. La sociedad argentina, además, exige más cosas, no sólo sobre ese tema. El carácter de coalición del Frente de Todos hace que se tenga que estar muy receptivo a muchas demandas diferentes todo el tiempo: el aborto, otras iniciativas que se tendrán que tomar. Si tuviera que apostar será un trimestre sobre la deuda y de ahí en más se abrirá el campo a otros temas. Es saludable que así sea, si bien el votante de Alberto Fernández pide respuestas económicas, no es la única.

 

-En Olavarría, las últimas dos semanas tuvieron una particularidad: el Intendente Galli y el referente opositor Federico Aguilera (hoy subsecretario de Minería) se reunieron en varias oportunidades por temas para “mejorar la calidad de vida a la gente”. En el marco de la polarización está claro que llama la atención. ¿Este es el marco que tendrá la política de aquí en más, acercarse en tiempos de gestión y dirimir en tiempos de elecciones?

 

-Efectivamente en Argentina hay polarización política, pero nos parece que lo que hay que combatir es el concepto de grieta. Pero el concepto, no decir “en Argentina no hay división” porque eso es falso. En nuestro país siempre hubo divisiones, algunas más intensas, otras menos intensas. Decirle a toda división entre argentinos “grieta” es una trampa. La idea de grieta implica que esas dos partes no puedan discutir sobre nada porque no hablan el mismo idioma, no están de acuerdo siquiera con la existencia del otro. Eso no pasa en la Argentina, por lo menos en el último año. Hay una serie determinada de valores que la sociedad argentina está de acuerdo. En su mayoría, desde ya, pero de uno y otro polo. La educación pública, la salud pública, son temas de acuerdos. Hay mucha diferencia sobre cómo alcanzar los consensos: si le preguntamos a un votante de Fernández si cree el Estado tiene que regular al mercado, es muy probable que te diga que sí. Y si preguntas a alguien que votó a Juntos por el Cambio, es más probable que diga que no. Más o menos estamos todos (relativamente) de acuerdo a los valores que aspiramos, pero muy en desacuerdo sobre cómo conseguir eso que queremos.

 

 

-¿Y para el acercamiento de los polos?

 

-Sea como sea, estamos de acuerdo en cómo resolver esas diferencias, es bastante importante: se hace mediante las elecciones. Lo sabemos porque en la Argentina el que gana las elecciones gobierna, y el que pierde reconoce al que las ganó y lo deja gobernar, salvo chicanas y coyunturas. Después termina el mandato, otra vez elecciones, y el proceso se repite. Eso que uno dirá que es “medio poquito” para conformarse, si uno mira hacia lo que pasa en el mundo no es tan poquito. Incluso diría que es bastante. Más allá de las discusiones que se puedan tener y decir esto de gobiernos de distinto signo partidario representando a lugares tan distinto del escenario político pueden sentarse en una mesa y ponerse de acuerdo con determinados objetivos. Y en dos años discutirán en las urnas quién tiene los mejores mecanismos para llegar a esos objetivos. A mí me parece saludable, mientras todo sea en las reglas de la democracia. Está bien que suceda, es legítimo y ojalá que suceda con más frecuencia.

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