Andrés y el oficio del zapatero: la voz de un olavarriense que confeccionó botas para Cavani | Infoeme
Miércoles 16 de Julio 2025 - 9:37hs
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Olavarría

Andrés y el oficio del zapatero: la voz de un olavarriense que confeccionó botas para Cavani

Una profesión de la que poco se habla y sobre la que muchos recuerdos hay. La herencia y admiración sobre el trabajo artesano que realizó su padre desembocó en que tomará la decisión, primero de reparar calzados y luego, de confeccionar botas y alpargatas que son la embestidura de grandes estrellas del Polo argentino y europeo, pero también del fútbol más popular. 

Por Luciana Pedernera 

Ig: @lu_pederneraa / X: @lulu_pedernera

 

En una nueva entrevista para el segmento “Tu Historia” Infoeme dialogó con Andrés Pullol, zapatero y artesano olavarriense. Autor de las botas que el reconocido futbolista de Boca Juniors Edison Cavani, viste para recorrer y montar los criollos. En una entrevista íntima, junto a su esposa quien acompañó con el sabor de buenos y suaves “amargos”, recorremos un oficio en extinción y la historia de una familia emprendedora. 

Una paleta de colores que cruza del marrón al bordo es el fondo de esta historia, desprende un brillo que combina con el escenario del encuentro. Ninguna, de esas cortinas de cuero, es igual en textura y tonalidad, pero todas se preparan lo mismo: una bota o alpargata, como resultado final.  

Amante del oficio artesano, Andrés Pullol admiró el oficio de zapatero de su padre desde pequeño. “Siempre me gustó hacer artesanías con las manos, mi padre fue 50 años zapatero, pero sólo se dedicaba a reparar calzados. Yo mamé eso de él”, recuerda de brazos cruzados reteniendo las imágenes de aquello que lo llevó al encuentro de quien es hoy él.

Hace 16 años, en medio de una situación decisiva y en constante dialogo con sus pensamientos sobre el futuro, se sumergió en un mundo que lo inundó de experiencias, algunas más dulces, otras no tanto. “Tenía un buen trabajo, muy buen sueldo. Pero me daba cuenta de que pasaban los años y, más allá de que me gustaba lo que hacia, no estaba del todo conforme. No me imaginaba, no me veía llegando a grande y estar haciendo eso”, asegura sobre su “antigua” profesión. 

El detonante fue su papá y una charla con su hermano mayor. Tenían que operarlo del hombro y debía permanecer seis meses sin trabajar, acto que implicaba el cierre del taller porque no podía levantar el brazo. “Un día llego a casa y le digo a mi señora ‘Clari, ¿sabes lo que me dijo mi hermano? que tenia la posibilidad de trabajar y emprender en la zapatería’ y ella me dijo ‘dale’. Para mí fue un empujón, me dio vuelta. Ahí hablé con papá, el estaba chocho”. 

Así fue que comenzó su trayectoria como emprendedor y artesano en un oficio que sólo queda para unos pocos. “Arranqué en el tallercito del barrio CECO, con los vecinos, traje ideas nuevas pero tenia que respetar a papá que hacía 50 años trabajaba de eso” cuenta Andrés quien con mucha admiración reconoce de su papá: “Era un santo, muy metódico en sus cosas, era el zapatero del barrio. Trabajé seis años con él, fueron increíbles, papá era de muy pocas palabras pero te hacia sentir bien”. 

 

Sin embargo, el ardor que puede provocar una mate bien amargo, de esos a los que el agua hirviendo penetró en la yerba, los esperaba para darles un cimbronazo. “Estábamos en un viaje a Luján, en una peregrinación y no llaman para avisarnos de que se nos prendió fuego la zapatería, se incendió todo. Nos quedamos sin nada, ahí fue otro salto importante”.

El incendio los “arruinó económicamente”, pero decidieron empezar de cero y apostar todo de nuevo: vendieron su auto, alquilaron un local en el centro y “con cara nueva” pusieron una zapatería. Pero llegó la pandemia, cerró todo y otra vez, algo se interponía en el medio. De todas maneras, la vida tenía más oportunidades para Andrés. 

“Llega la pandemia, ahí me sale la posibilidad de trabajar para un centro de doma muy famoso. Me llaman para irme a Lincoln y acá no nos podíamos mover, llamé a la Municipalidad para ver si me daban un permiso y me dijeron ‘olvídate’, ahí agarre y le dije a Clarita ‘yo me voy, no sé a dónde me vas a tener que ir a buscar, si a la comisaria o por ahí”, compartió sobre la nueva aventura que lo tuvo un año lejos de casa pero lo empujó a tomar la decisión de dedicarse solo a fabricar.

Ante diferentes propuestas que lo invitaron una y otra vez a dejar la ciudad, con sus raíces muy arraigadas al suelo olavarriense sumó conocimientos e incorporó practicas. De a poco “El Tranquito” iba dejando el centro para adentrarse en un taller lejos del caos de la ciudad y abrazado por la simpleza de la naturaleza y los atardeceres anaranjados del invierno.

 

 De las grandes personalidades del Polo a Edison Cavani

 

El oficio de zapatero, la confección desde cero de una bota o alpargata, lo llevó a cruzarse con grandes personalidades del Polo argentino y europeo, pero también con míticos encuentros en los que abrazó la profesión y contuvo el fanatismo. Admite: “Tengo la suerte de tener a varios clientes conocidos, lo que pasa es que él es muy popular en el fútbol”. 

Un día como cualquier otro, recibió un mensaje de Edison Cavani y ahí cruzó un nuevo destino. “Él se comunicó conmigo por Instagram, me mando mensaje a las dos de la tarde y lo vi a las once de la noche. Le mostré a mi señora, llamé a mi nena que está más acostumbrada a las redes sociales y me dice ‘papá esta es la pagina oficial de Edison, es él’ le respondo once y media de la noche y me escribió al otro día a la mañana, ahí empezamos”

La relación con Edison no fue de un día para el otro, ahora tienen confianza e incluso minutos antes de esta entrevista intercambiaron mensajes. Pero todo fue parte de un proceso que cumple siempre con todos sus clientes: “Siempre esperé a que él me escriba para consultas, me hizo un pedido grandísimo y aún le tengo que hacer calzado a la señora”, detalla y confiesa: “Es una persona fabulosa, gracias a dios manejé muy bien el fanatismo”. 

Tanto Andrés como Clarita -su esposa-, fueron invitados y compartieron el cumpleaños de la hija de Cavani, allí conoció a Claudia Villafañe, Miguel Merentien y Marcelo Sarachi. “Me invitó tres veces, las primeras dos dije que no, me daba vergüenza y la tercera vez acepté, estuvo toda la tarde sentado con nosotros. El es muy sencillo, te hace sentir uno más, una sola vez metió un gol en la copa y cuando llegué, lo abracé y le dije ‘que golazo loco’”.

 

 

La familia y el oficio  

En este recorrido, el olavarriense considera que “la familia es fundamental, es un sostén” y ya más relajado, con los ojos brillando y posicionados sobre su esposa quien acompaño entre mate y mate, desprende: “Clarita, mis hijas, mis hijos más grandes me guían, me apoyan. Nosotros estamos contando todo lo lindo pero tiene mucho trago amargo”. 

 

Sobre el final, reflexiona: “Ojala me equivoque, pero el zapatero está en extinción. Los que hay son gente grande, te diría que soy joven. Es un oficio que se va perdiendo, siempre alguno va a salir. Pero la globalización e industrialización te lleva a eso, hoy es todo lo inmediato y yo tardo 90 días para hacer una bota”.

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