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La confesión sexual de Flor Vigna sobre su relación con Luciano Castro

La bailarina sorprendió con una frase al hablar de la intimidad con su novio. 

Flor Vigna habló de la relación con su pareja Luciano Castro y sorprendió con una jugada confesión sexual. “No había descubierto nada del sexo y Lucho me enseñó otra conexión”, contó. 

“Era muy virga. Yo no descubrí nada del sexo hasta después de los 25 años. Apenas sabía hacer un misionero. Y admito que fue una responsabilidad mía”, dijo en una entrevista con Infobae. 

“Entre amigas coincidimos que después de algún tiempo sola es normal volver a tener vergüenza de estar desnuda en frente de alguien. Es como un recomenzar. Y tal vez fue así que redescubrí ese universo. Me redescubrí a mí misma por un nuevo amor”, agregó.

“Pasó con Lucho. Cuando él me dijo: ´Qué lindo que es ese lunar que tenés ahí´, yo me enamoré de ese lunar. De un lunar al que jamás le había puesto atención. La conexión con otro, con su mirada, con su piel, te hace percibirte de otra forma. Y todo, hasta el entrelazamiento de los cuerpos, comienza a tener otra connotación. El morbo te resulta banal y lo que sentís, lo que pasa entre los dos, pasa a ser místico”, señaló.

Vigna confesó que se redescubrió en la intimidad. “Lucho tiene algo muy lindo. De cuidado, de preguntar qué quiero y necesito. Me enseñó a amarme y a que yo también puedo ser mimada. Un día me miró desnuda y me dijo: ´Nunca te operes´. No dejo de aprender de él y de sus miradas. Miro a Lucho y pienso: ´Yo te conozco de otra vida´. Tenemos demasiado en común”.

Además hizo hincapié en otros aspectos que los unen como pareja. “Hay muchos puntos en común en nuestras historias. Los dos venimos de familias muy humildes. De chico vivió en el mismo barrio que yo. Claro que no nos cruzamos por la diferencia de edad (19 años) pero hablamos de los mismos lugares: el Club All Boys, el Argentinos Juniors y el bar Tokyo, que tanto hemos frecuentado en diferentes etapas”, sostuvo. “Además, nuestras carreras empezaron en formatos parecidos (Combate y Jugate conmigo): chicos desenvolviendo sus personalidades en un contexto de equipo y abriéndose camino hacia otros ámbitos como el de la actuación, por ejemplo. Él, como yo, es muy productor de lo que hace a través de la cooperativa que mantiene con amigos y pasamos horas hablando de nuestras metas”, comentó.

Flor Vigna y Luciano Castro se conocieron en agosto de 2021 en un gimnasio de Vicente López. “Lucho va a entrenar como un mendigo. Así vive en la diaria, totalmente desarmado. Usando las dos remeras que dejó acá, y que son las peores. Tal cual lo vi venir ese día. Cuando se me acercó todo zarrapastroso, con esa voz de camionero hermosa que tiene, ya hubo algo que me llamó mucho la atención, y es la simpleza. Y yo me identifiqué. literal y metafóricamente hablando, no me banco el maquillaje durante mucho tiempo. Entonces me enamora profundamente ese aspecto de él. Me encaró y me dijo: ´Che, ¿cómo estás? ¿Todo bien? Vamos a laburar juntos, ¿sabías?´. Le respondí: ´Huy, sí, pero no podemos hablar nada por el contrato de confidencialidad...´. Y remató: ´Bueno, pero podemos hablar de otras cosas´. Y bueno... Ahí empezamos a hablar de otras cosas". 

La primera cita fue una merienda en casa de Flor. “Preferí que sea de tarde porque de noche es más difícil echar a la gente. Me hice la cheta y pedí por delivery un budín de banana, que nunca se comió, y una limonada. Al rato de haber recibido el pedido, lo miré y pensé: ´¡Soy una rata! Esto es re poco...´. Así que volví a pedir otras cositas para quedar bien, ¿viste? Y al salir a buscarlas se me cerró la puerta. Quedé en la calle, sin llaves ni celular. Tuve que pedirle ayuda a mamá y encima blanquear a medias la situación: ´Mirá, má, está por venir un chico..´. No le conté quién era en ese momento. ´Necesito que vengas a abrirme´. Tenía miedo de que se cruzaran en la vereda, de que se enterase el barrio. Eso hizo que tuviese menos tiempo y no pude ni maquillarme. Así que desde un principio, él conoció la posta. Entró y yo estaba re nerviosa, le dije: ´Bueno, mirá, compré esto para merendar’. Y nos tiramos en el piso. Acá, donde están los almohadones (señala). En casa todo el mundo se sienta en el piso, como que me gusta esa cosa vudú de comer así. Pero cuando lo vi, así, tan alto, pensé: ´Huy, este es re duro... no va a poder. ¡Y no sabés cómo elonga! Éramos dos locos elongando mientras charlábamos de una cosa y otra. Así, desde el inicio, nuestro amor tuvo algo corporal. "¿Él me quiso dar un beso al minuto 15, más o menos, y yo dije: ´Hey, hey, hey... pará pará'. El primer beso llegó al despedirnos, fue chiquito, con mordida de labio. Y yo le pedí el segundo: '¿Podrías darme otro?'. Y no nos separamos más”.

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