Un lamentable hecho que tuvo lugar hace menos de dos semanas en Santa Fe sigue causando conmoción a partir de la vitalización de una foto que tocó las fibras más sensibles de la sociedad en el medio de la preocupación por el incremento de los contagios y el inminente riesgo de colapso de gran parte de las instituciones hospitalarias nacionales.
Se trata del caso de Lara Arreguiz, una joven de 22 años que murió de coronavirus después de haber estado horas acostada en el piso del Hospital esperando una cama de terapia intensiva. El lamentable episodio se dio en Hospital Iturraspe, ubicado en la capital santafecina.
Arreguiz tenía diabetes desde los diez años y por eso era insulino dependiente. Vivía sola en Esperanza, una ciudad a 30 kilómetros de la capital Santafesina, junto a sus tres perros, dos gatos y dos víboras, en un departamento que le alquilaban sus padres. Allí estaba cerca de la facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional del Litoral, donde estudiaba para ser veterinaria. Según se supo, en la noche del jueves 13 comenzó a tener los primeros síntomas de coronavirus.
Según relataron allegados de la víctima, después de haber sufrido mucha tos y ahogos, la joven fue acompañado por sus padres Hospital Protomédico Manuel Rodríguez, en donde no tenían camas para internarla, por lo que estuvo cuatro horas con oxígeno asistido sentada en una silla de ruedas y finalmente le dijeron que vuelva la mañana siguiente, “el lunes a las 8,30, para hacerle placas e hisoparla”.
“Tenía covid. Las placas dieron pulmonía bilateral, en solo dos días fue impresionante como avanzó la enfermedad y le tomó ambos pulmones, por eso se ahogaba”, contó el su padre, quien agregó que, después de suministrarle antibióticos, “dijeron que no tenían las condiciones para atender a un paciente de alto riesgo como ella”, por lo que la mandaron de nuevo a su casa, donde “solo estuvo 15 minutos porque empezó a ahogarse de nuevo”.
Fue ante esa situación que la familia decidió ir hasta el Hospital Iturraspe y se encontraron que no quedaban camas libres. “Tuve que decirle tres veces a la persona de admisión que por favor la haga pasar. Ella estaba muy descompensada, me decía que se desmayaba”, contó la madre de la joven.
“Primero me hicieron ver a un enfermero en un pasillo. Él desde ahí deriva a los que necesitan respiración y a quienes van a atenderse a guardia común. Todas las personas que tienen que atenderse por otras cosas sí o sí pasan por donde está la gente con posible covid. El protocolo no se respeta. En la sala de ingreso solamente hay una cinta de peligro que separa a la gente con posible covid de los demás”, agregó.
Cansada y con dificultades para mantenerse en píe, la joven se acostó en el piso, “aunque estaba frío y sucio”. “Una señora incluso la tapó con su campera, no le importó que mi hija tuviera coronavirus. La señora tuvo más empatía que todos los médicos que estuvieron ahí ese día”, relató la madre de la paciente.
Ese lunes por la noche se anunció que ya no quedaban camas disponibles en Rosario, Santa Fe y Rafaela. Para ese entonces, los padres de la joven iban a verla todos los días durante los 15 minutos que le eran permitidos, hasta que el jueves le preguntaron a su padre “si la quería ir a visitar y me pareció raro, olía que algo malo podía estar pasando”.
“Cuando llegué estaba de costado, muy mal, con una máscara de oxígeno. Me miraba y me hacía señas de que estaba ahogada. Yo me quebré, no podía verla así. Vinieron unos enfermeros y me dijeron que ella me tenía que ver bien”, relató el hombre, a quien ese mismo día le dijeron que habían pasado a su hija a terapia intensiva y que la había entubado. “Ahí el mundo se me vino abajo. Nos volvieron a decir que nos quedáramos tranquilos, que era joven, que iba a salir adelante”, recordó.
El viernes 21 de mayo a las 3 de la mañana, el hospital se comunicó con Alejandro para informarle que su hija había muerto luego de sufrir tres paros. Alejandro recordó el triste momento que sintió cuando fue a buscar los documentos y la mochila que Lara había dejado en el hospital: “cuando meto la mano para buscar el documento, encuentro cuatro fotos mías con ella. Me mató, no sé por qué las llevó, quizás se la veía venir o tenía mucho miedo”.