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Del viaje de los sueños a una verdadera pesadilla

Diez vecinos de nuestra ciudad organizaron todo para a fines del próximo mes viajar a Cancún. Pagaron más de mil dólares cada uno de ellos, sin embargo cuando reclamaron el voucher para encargar los pasajes aéreos su reserva no existía en el hotel que creyeron contratar. Los teléfonos con los que hablaban ya no atendieron y los mails tampoco dieron respuestas. Ya prácticamente resignados a que nada les devolverá lo perdido quieren que su caso se conozca para que no se registren nuevas víctimas.

Cancún desde el aire. Foto ilustrativa/Web
El comprobante que recibió una de las víctimas.
Cancún desde el aire. Foto ilustrativa/Web

Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía dice el conocido refrán. Hoy se lo reprochan e inclusive algunos de ellos reconocen que les costó mucho contar a sus familiares o amigos lo que les pasó. Vergüenza, pero también algo de culpa e incredulidad, eso se desprende de las palabras de un grupo de personas que accedió a hablar con Infoeme únicamente bajo la condición de no dar a conocer sus nombres. Quieren que lo que les pasó se sepa para que no haya más víctimas, y también uno de ellos para que no le sigan debitando dinero de su tarjeta de crédito. Una pesadilla de la que parece no poder despertarse.

 

Es que todo se inició tras un viaje de ensueños a Punta Cana, en la República Dominicana. Fue apenas el año pasado cuando la víctima viajó a ese país caribeño y allí fue recibido por un grupo de promotoras que lo abordaron casi al bajar del avión. Supieron aprovechar la desilusión que le generó la atención y comodidades del hotel que había reservado para ofrecerle un servicio totalmente opuesto.

 

 

El hombre narró a este Diario cómo lo llevaron de recorrida mostrándoles hoteles de primer nivel en los que accedía a todos los beneficios “sin poner nada”. “Nos sirvieron un desayuno que no vi nunca en mi vida”, comentó y describió también las bondades de las habitaciones donde luego se hospedó, además de los lugares que lo hicieron recorrer.

 

Fue por ello que no titubeó cuando le ofrecieron una membresía a un club vacacional cuyo valor era igual o inferior a lo que había abonado y las comodidades no se comparaban. El acuerdo fue de 275 dólares mensuales por un lapso de cuatro años, a los que debían sumarse 475 que se pagaban en el momento de sellar la mencionada membresía. Aceptó y sus vacaciones en el caribe fueron mejor de lo planeado.

 

Hasta allí el acuerdo cerraba por todos lados, al punto que se lo contó a familiares y amigos cuando retornó a nuestro país. Las posibilidades eran inmejorables ya que esa firma posee hoteles en todo el mundo y él ahora por ser miembro podía acceder a todo tipo de beneficios. Todo cambió pocos meses después, cuando a su teléfono celular lo llamó una persona que se identificó como una operadora de nombre Marcela y que pertenecía a esa firma, ofreciéndole un plan turístico para Cancún, también con todas las comodidades que había disfrutado en Punta Cana.

 

 

No solo que no dudó, sino que además invitó a amigos y fue así que se armó un grupo de diez personas que se pusieron de acuerdo para viajar a fines de abril. Crearon hasta un grupo de Whatsapp donde ultimaron todos los detalles, compartieron mails, detalles y también uno a uno fueron realizando los pagos correspondientes, de algo de más de mil dólares por cabeza.

 

Con la fecha de viaje a pocas semanas de distancia comenzaron a inquietarse al ver que no recibían los vouchers o comprobantes del hotel para a partir de allí reservar los pasajes aéreos. Esa preocupación se convirtió en desazón al corroborar que en el hotel presuntamente contratado no existía ninguna reserva a nombre de ellos. El hombre que organizó todo se contactó con la firma de la cual es parte y desde allí también desconocieron la situación, diciendo que ellos no realizan este tipo de promociones vía telefónica. “Cómo sacaron mí número, mis datos”, indagó y se quejó el hombre, una pregunta que al día de hoy nadie le da la respuesta. “Todos se lavan las manos”, se quejó.

 

En internet se cuentan por decenas y decenas los engaños de estas características, ocupando grandes espacios de páginas de turistas en las reseñas de viajeros que resultaron estafados.

 

“De acá salió la información”, les reprochó el hombre una y otra vez, pero del otro lado no se asume ninguna responsabilidad y desconoce todo vínculo con la situación. Es por ello que desde ese momento él dejó de pagar la membresía, algo que aún lo tiene intranquilo ya que son continuos los llamados telefónicos que recibe para regularizar esa situación. A la par todas las personas que viajaban con él anularon y cambiaron sus tarjetas por temor a nuevos débitos de sus cuentas.

 

Es por ello que con la divulgación del caso esperan no sólo que no se registren nuevas víctimas, sino también poder acceder a un asesoramiento para poder desligarse completamente de esa membresía.

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