Por Luciana Pedernera
Una olavarriense unió el norte y el sur de nuestro país en bicicleta: recorrió los 5140 kilómetros de la Ruta 40 desde Santa Catalina hasta Cabo Vírgenes. Infoeme estuvo presente el martes, en su llegada a la ciudad, donde fue recibida por sus hijos, familiares y amigos.
Mirta Filardo es de Olavarría, nació el 29 de marzo de 1957, pero su familia la anotó en el registro civil al día siguiente: el 30 de marzo. Después de 66 años, ese mismo día, el día de su cumpleaños según su DNI, pisó el kilómetro cero de la Ruta 40.
La travesía comenzó el 18 de diciembre, una hora después del partido de la selección Argentina por la final del mundo en Qatar. Mirta y Omar -su compañero, oriundo de General La Madrid- viajaron con unos amigos a la Quiaca para comenzar con el desafío: recorrer el país, a través de la Ruta 40, en bicicleta.
Para la olavarriense, esta es la segunda aventura que emprende. La primera fue desde San Martín de los Andes a Ushuaia. “Estas para hacer más kilómetros que los 2000 que hiciste”, le dijo en ese momento Omar. Ella, primero se negó y luego, se entusiasmó.
“El objetivo era salir por la traza vieja de la Ruta 40, desde Santa Catalina que es el límite con Bolivia hasta La Pingüinera que es Cabo Vírgenes”, recuerda emocionada.
Cuando llegaron a la Quiaca, realizaron su periodo de adaptación por la puna durante 10 días y comenzaron con la traza de ripio que es un camino de “subida, montaña, ripio y calamina, lo que se llama serrucho profundo”. “Hicimos 600 kilómetros de ripio, nos llevó 12 horas hacer 36 kilómetros. Después descansamos, armamos carpa y al día siguiente seguimos”, indica.
Con un cuadernito entre sus manos, ante la mirada de sus hijos, su hermana y una amiga expresa: “Tengo mi bitácora”. En las hojas de ese cuaderno de tapas blandas hay pueblos, caminos, recorridos y nombres, muchos nombres que fueron escritos por la olavarriense.
El clima, los hospedajes y los suministros
Con sus bicicletas, Mirta y Omar, han “llegado a hacer 120 kilómetros en un día”, acto que ella resume en una “muy buena y certera planificación” de él. Aunque mucho depende “del clima y el terreno, todo es muy fluctuante”.
Las opciones para dormir han sido desde variadas a, podría decirse, insólitas. Lo primordial era elegir “lugares reparados del viento y protegidos de algún animal depredador”. “Hemos acampado debajo de un puente o en corrales de cabra”, cuenta.
Sobre el clima, asegura que ella padece mucho el calor y que le ha tocado pedalear en medio de 46 grados. “Era un soplete y no había forma de elegir horarios como para evitarlos porque salíamos a las 10 de la mañana y siempre teníamos que atravesar la franja horaria del mediodía”, indica.
“En el norte hay mucha amplitud térmica, a la noche teníamos grados bajo cero y había que dormir en bolsas, envueltos en las mantitas térmicas. Ya en la parte del sur, todo el tiempo frio”, continúa.
En relación a los suministros, Mirta califica: “Son otra cosa muy importante” y cuenta: “Tuve que cambiar la alimentación porque estaba yendo para el lado del vegetarianismo, pero necesitaba tener en las alforjas mucha proteína vegetal que no completaba con el gasto de energía que tenía durante el día, entonces tuve que empezar a consumir otro tipo de alimentos”.
En las alforjas siempre hubo lo básico: arroz, polenta y fideos. Además, sus hijas le prepararon un set de condimentos y ellos se llevaron “todo el equipo, pava, sartén, ollitas”.
En este sentido, ella explicó que “lo más difícil es mantener la cantidad de agua”. “A veces nos quedábamos sin agua al momento de pedalear, entonces siempre la gente, que es muy solidaria, paraba y nos daba. Lo que podría haber sido un problema, dejó de serlo gracias a ellos”, sostiene agradecida a quienes se cruzó en el camino e hicieron un alto a la señal de su carmañola.
La familia
Más de una vez Mirta miró a sus costados, mientras las piernas impulsaban el movimiento de su bicicleta, y allí la estaba observando el paisaje que era testigo de su hazaña.
“Te van acompañando las llamas, los ñandús, van corriendo al lado tuyo, por momentos decís no hay nada, pero llegas a una curva y se te aparece una quebrada que se te caen las lágrimas de ver la belleza y lo hermoso que es nuestro país”, precisa y asegura: “Nunca tuve miedo, jamás, el miedo paraliza. No te da opción a tener una respuesta a algo y hay cosas que resolver sobre la marcha”.
Asegura que sus hijos, son su vida. Pero se entregó a este desafío: eligió y decidió no extrañar para no sufrir. “Mis hijos, mis buenos amigos y mi hermana saben que disfruto de estar con ellos y me conocen, sé que algo de esta pizca de locura tienen y me entienden”, repara.
“Más de una persona me ha dicho ‘vas a dejar tu zona de confort’, pero en realidad mi zona de confort es esta, disfruto esto, es muy difícil de explicar porque es una sensación. En esta travesía, disfrutar no es sinónimo de comodidad”, relata.
Hacer historia y dejar un legado
Sin lugar a dudas, este desafío significó un hito en la vida de Mirta. Pero hay algo que no sólo es para su biografía, sino que quedará para la historia de nuestro país: Mirta y Omar, son “los primeros ciclistas que hacen de un tirón y cumpliendo los 26 puntos estratégicos que tiene el pasaporte de la Ruta 40”.
“A todo esto dejo un mensaje: a cualquier edad, se puede, es cuestión de actitud, de querer hacer y lograr. Es una satisfacción enorme. Es como un legado que les dejo Victoria, Paula y Agustín -sus hijos-, poder hacer las cosas cuando se quiere”, concluye.