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A 20 años del hecho, habló el piloto que ayudó a escapar a De la Rúa

El Brigadier Juan Carlos Zarza estuvo a cargo de transportar al expresidente en su escape el 20 de diciembre de 2001. A diez años del hecho, contó cómo fueron los preparativos y los posibles destinos que se barajaron.

 

Cuando el Vicecomodoro Juan Carlos Zarza chequeó que Fernando De la Rúa, su edecán militar y el subjefe de su custodia estaban ubicados en los asientos del helicóptero que comandaba –un H-02 del tipo Sikorsky S 76-B-, aún ignoraba que su pasajero principal acababa de renunciar al cargo de presidente. El mandatario radical lo había hecho minutos antes, a las 19.45 del 20 de diciembre de 2001. Su último pedido en el despacho del primer piso fue solicitarle al fotógrafo Víctor Buggé -el fotógrafo presidencial- que le tomara una foto revisando su escritorio. “Es la que me quiero llevar”, le dijo. Al abrir en cajón se filtró en la cámara la imagen de un vigorizante sexual. Sus secretarias lloraban y había un hondo silencio en los pocos colaboradores que permanecían a su lado. Entonces se dirigió a la terraza, donde lo aguardaba su último viaje desde la Casa Rosada hacia la Residencia de Olivos como mandatario. Eran las 19.52. Después de 740 días que la Alianza se había hecho cargo del gobierno, el país ardía.

 

Habían pasado más de 14 años desde la última vez que se había utilizado ese helipuerto. Y también era Zarza el piloto. Tenía el rango de Teniente Primero y condujo a otro presidente radical, Raúl Alfonsín, desde el Edificio Cóndor de la Fuerza Aérea hacia Campo de Mayo el 19 de abril de 1987. “Se habían iniciado los acontecimientos de Semana Santa, protagonizados por los carapintadas liderados por el teniente coronel Aldo Rico”, explica Zarza, hoy Brigadier retirado. “Al regresar, como era muy complicado el arribo del primer mandatario por vía terrestre, lo trasladamos desde el helipuerto del Edificio Cóndor hasta la terraza de la Casa Rosada con un Bell 212 que sólo podía transportar a 4 pasajeros”, cuenta. “Alguien me comentó tiempo después -completa Zarza-, que parte de la mampostería del Salón Blanco de la Casa Rosada se desprendió al posarse el helicóptero. Por ese motivo no se usó más”. Fue la tarde que Alfonsín le habló a una multitud y dijo la frase “La casa está en orden”.

 

El 20 de diciembre de 2001, Zarza tomó su puesto en la Quinta de Olivos a las 8 de la mañana junto a su copiloto, el mayor Claudio Zanlongo. Piloto militar desde 1980, destacado en Río Gallegos durante la guerra de Malvinas, había comenzado su tarea en el área presidencial hacia el final del mandato de Carlos Menem, y era habitual que trasladara a De la Rúa. “No había una gran cantidad de tripulantes. Éramos ocho y cada 24 horas entrábamos de turno. Excepto tres, un comandante antiguo del Blackhawk y otro del S-66, los demás no estábamos destinados en forma exclusiva en presidencia. Yo, por ejemplo, cuando terminaba mi tarea iba al edificio Cóndor, donde estaba en el Comando de Operaciones Aéreas en el área de Material del Estado Mayor”.

 

 

El entonces presidente, cuenta Zarza, usaba bastante este medio de transporte. “Nos movíamos mucho. Hemos ido a una casa que tenía en Villa Rosa, cerca de Pilar. O cuando había un evento en alguna localidad bonaerense. Y si iba al interior y ahí no había movilidad, volábamos 24 horas antes para esperarlo”. De la Rúa, señala, “no era de charlar mucho. Era amable. No sólo era el Presidente, sino el Comandante en Jefe. Cuando lo veíamos formábamos, hacíamos ‘saludo uno’, el respondía el saludo… Había un respeto mutuo. A veces, si nos tocaba el turno un domingo, nos decían si queríamos participar de la misa que se hacía para su familia”

 

Aquella mañana hubo algo que a Zarza y Zanlongo les llamó la atención. Un camión oruga enorme, con una ametralladora instalada en la parte superior, que era remolcado por otro vehículo. “Pensaban que podía haber gente que intentara entrar a Olivos. Me sorprendió porque era enorme, grandísimo. Y que lo tenía que ir arrastrando otro camión porque no lo pudieron hacer arrancar. No sé dónde lo pensaban instalar. Creo que era más como intimidación que para su uso”.

 

Pero a un costado, como si el país no viviera horas dramáticas, también observaron como alguien pintaba con cal las líneas de la cancha de fútbol. Mientras eso sucedía, los manifestantes comenzaban a rodear la quinta presidencial. “Sabíamos que eran días álgidos. Estábamos al tanto que nos podían pedir extraer al presidente de la Casa Rosada o de otro lugar por la posibilidad que se intensificara el malestar que había afuera, y la única vía de salida era por el aire”.

 

A las 9.30, Zarza y Zanlongo recibieron la primera orden del día: llevar al todavía presidente De la Rúa a la Casa Rosada. “No recuerdo si ese día iba acompañado. Normalmente lo hacía el jefe de la custodia o algún secretario…”. Luego de dejarlo en el helipuerto, se dirigieron a la VII Brigada Aérea en Moreno para realizar el chequeo de la máquina. Lo hicieron, después de comunicarse con Aeroparque, cruzando hacia el Oeste. “No visualizamos mucha gente en la Plaza de Mayo o alguna situación anómala en el centro de la ciudad. De todos modos, nosotros salíamos hacia el río, así que la plaza nos quedaba detrás”, relata.

 

El movimiento habitual del helicopterista era almorzar allí y luego trasladarse a Olivos. Pero esa vez, a las 12.00, “en vuelo, la indicación fue desplazarse hacia Aeroparque y esperar órdenes”. Fueron ubicados en la plataforma militar del lado sur -“un lugar donde normalmente no nos posicionábamos”- y el comodoro Sergio Gustavo Mayor (jefe de la Aeroestación Militar Aeroparque), les cedió su oficina para que tuvieran un televisor donde observar los acontecimientos de Plaza de Mayo a esa hora.

 

El Vicecomodoro Sergio Castro, jefe de la Agrupación Helicópteros, se comunicó con ellos y les dijo que les enviaría un fax -medio estrella de aquella época junto con el beeper- con el detalle de los obstáculos que existían en el camino -como antenas o cables- en el caso que tuvieran que usar el helipuerto de la terraza de la Casa Rosada. “La misión era rescatar por vía aérea al presidente De la Rúa, ya que las salidas por tierra se hallaban bloqueadas”, recuerda Zarza.

 

Los acontecimientos se precipitaron. El vicecomodoro Castro les explicó que debían configurar el helicóptero para que la autonomía de vuelo les permitiera llegar a los tres lugares previstos para la evacuación de De la Rúa: la República Oriental del Uruguay, una unidad del Ejército en Campo de Mayo o la Quinta de Olivos. “Configuramos la máquina para volar una hora y media…”

 

Nosotros no pensamos en el impacto político que podía tener. Para nosotros era el resguardo de la vida del Presidente de la Nación”, contó Zarza sobre el hecho, que se encargó de resguardar al presidente mientras abajo ocurrían las represiones y las matanzas.

 

“Independientemente del partido político que fuera, nuestra misión como militares era cuidar su vida. Por supuesto, la situación podía llegar a ser crítica. Yo pregunté ‘¿y cuándo confirmamos el destino?’. Y me respondieron ‘cuando estés en el techo te voy a confirmar’. Evaluaban a qué nivel se daban las cosas y cómo estaba la situación en los otros lugares de recupero, fuese Olivos o Campo de Mayo”, agregó.

 

Además, Zarza recibió la información que les asignarían una frecuencia de radio alternativa, “y que no podíamos permanecer mucho tiempo en el helipuerto por razones de seguridad. Yo respondí que necesitaba contar con personal para realizar la apertura de la puerta de acceso al sector de pasajeros, ya que en este tipo de helicópteros volábamos sin mecánico, y en situaciones normales el copiloto debía cumplir dicha tarea”.

 

A las 19 aproximadamente les dieron el alerta: “Nos ordenaron estar listos para despegar, mantenernos en espera pero en marcha, en Aeroparque. Recibí por vía telefónica la frecuencia de operación para la aproximación a la Casa Rosada y también las condiciones del viento. Era algo que podíamos hacer en dos minutos”

 

A las 19.25 recibieron la orden de despegar hacia la Casa de Gobierno. Fueron autorizados por Aeroparque, y se elevaron a unos 300 metros. Enseguida cambiaron la frecuencia de comunicación con esa terminal aérea por la de Casa Rosada. Y entraron en contacto con el vicecomodoro Castro -que estaba en el techo de la sede del Poder Ejecutivo-, y los iba a guiar por dónde ingresar. También les actualizó los datos de la meteorología: el viento era de sentido Este-Noreste, con una velocidad de 6 nudos -aproximadamente unos 10 kilómetros por hora- y por lo tanto, para llegar a la terraza debían sobrevolar la Plaza de Mayo y quedar orientados hacia el río, “para quedar enfrentados al viento”. Nuevamente, una imagen le llamó la atención: “Al ingresar a la zona de la plaza, en las azoteas divisamos mucho personal de uniforme con armas largas. Y le dije al mayor Zanlongo, ‘mirá cuántos francotiradores…’. ‘Sí, hay un montón…’. El único pensamiento que tuve fue: ‘Esperemos que todos sean amigos’. Porque el nivel de exposición que uno tiene ahí arriba es muy grande. Pero bueno, pasamos sobre la plaza, vimos que había humo, vallas, mucha gente, movimiento. De todas formas, el tiempo que estuvimos sobre la plaza fueron 20, 30 segundos, hasta aproximarnos a la terraza. Nosotros no nos enteramos de la situación que se vivía dentro de Casa de Gobierno con el presidente. Si había renunciado o no, eso venía después. Pero avizoramos que algo había pasado para que lo tuviéramos que evacuarlo de esa manera”.

 

Desde la plaza retomaron por Paseo Colón, giraron hacia la derecha y se posicionaron para bajar. Mientras Zarza reducía la velocidad, configuraba la máquina bajando el tren de aterrizaje para llegar a lo que llama “vuelo estacionario”, que significa estar a un metro del suelo a velocidad cero, para luego descender en el lugar que el vicecomodoro Castro le indicara.

 

“Vi al Jefe de la Agrupación Helicópteros haciendo señas e indicando la distancia que faltaba para que el tren de aterrizaje del helicóptero tocara el suelo, lo cual es una condición necesaria para accionar la apertura del escalón de acceso a la zona de pasajeros. En un procedimiento normal, hubiera reducido la potencia a lo que llamamos “relantí”, para que las personas que se acercan puedan hacerlo sin tanta turbulencia, pero eso nos demoraría en nuestro tiempo de despegue”.

 

 

Lo habitual en esos casos, explica Zarza, es que “el copiloto opere la apertura de puertas, pero como el tiempo que debíamos mantenernos era el mínimo, se acercó el Suboficial Orazi, que estaba asignado a Presidencia, y abrió la puerta lateral. En primer término vimos que se acercaba el subjefe de la custodia de la Policía Federal (el subcomisario Marcelo Lioni) detrás el presidente De la Rúa tapado con el brazo, o del cuello, por el edecán del Ejército, el teniente coronel Gustavo Giacosa, que recién se había hecho cargo de esa función dos días antes. Antes de subir, observé que había 4 ó 5 personas en un sector bajo, de quienes sólo se veían sus rostros. No reconocí a ninguno. A mi derecha se levantó de ese grupo, en forma sorpresiva, un hombre con algo en sus manos, lo que provocó unos segundos de tensión, pero rápidamente lo volvieron a bajar. Después supimos que se trataba de un fotógrafo que buscaba su primicia”.

 

Cuando los tres pasajeros treparon a la máquina, el suboficial Orazi, luego de cerrar, se desplazó hacia el frente del helicóptero, y Zarza levantó el escalón. El copiloto miró hacia atrás y se cercioró que todos tuvieran los cinturones de seguridad colocados. Iban dos detrás y uno adelante, en asientos enfrentados. Cuenta el Brigadier Zarza: “Recibí del comodoro Castro la instrucción, vía handy, de ir a Olivos, y luego me dio la señal del pulgar hacia arriba para el despegue. Creo que no estuvimos más de 5 minutos en la terraza de la Casa Rosada. Subimos el tren de aterrizaje y salimos hacia el río. Yo no podía verlo a De la Rúa, porque estaba detrás mío. Pero sólo había silencio”.

 

Vieron gente alrededor del helipuerto. De la Rúa, que se colocó anteojos ni bien subió, también los observó. Según el piloto, “ese fue el motivo por el que lo evacuamos desde la terraza. Es que tenían cortadas las salidas hacia el helipuerto. Era gente que iba y venía corriendo. Pero para nosotros todo eso fueron 30 segundos. Luego mantuvimos la altura de seguridad necesaria de 300 metros mínimo, pasamos por Aeroparque y llegamos a Olivos, donde ingresamos desde la avenida Maipú hacia el río. El vuelo nos llevó aproximadamente 7 minutos”.

 

Dice el Brigadier Zarza que cuando De la Rúa descendió del helicóptero levantó los brazos. "Creo que para él había terminado una presión muy fuerte", interpreta el piloto

 

En Olivos había un vallado de seguridad. Se hizo el procedimiento normal de descenso. Frenaron las palas y De la Rúa descendió con el helicóptero totalmente detenido. Sucedió un tercer hecho que le llamó la atención a Zarza: “Bajó sin hablarnos y saludó con los brazos en alto. Me quedé mirando esa imagen. No sé por qué lo hizo. Creo que para él había terminado una presión muy fuerte. Y se abrazó con la familia, la mujer y los hijos. Lo subieron a un auto y lo llevaron a la casa principal”.

 

Zarza y Zanlongo permanecieron en Olivos. Primero chequearon la máquina por si debían volar nuevamente y luego fueron al alojamiento que les tenían asignado. Recién entonces se enteraron que De la Rúa había renunciado. “En ese momento supe que había sido parte de uno de los momentos históricos que marcaron el país. Yo soy un apasionado de la historia, y como me tocó a mí, le podría haber tocado a cualquiera de los que estábamos ahí”.

 

Luego de eso, Zarza marchó a Chipre durante seis meses, como Jefe del Contingente de las Naciones Unidas. Regresó al país para ser Jefe de la Agrupación Helicópteros, destinado en Presidencia. “Tuve una desinteligencia con el secretario Parrilli en el 2004″, señala. Fue después de un vuelo accidentado con Néstor Kirchner al Cristo Redentor en Mendoza. El problema que lo hizo dejar esa función sucedió cuando quisieron subir demasiadas personas al helicóptero, corría riesgo la seguridad del vuelo y Zarza, con firmeza, no lo permitió. Se retiró en el 2014 como Jefe de Personal del Estado Mayor Conjunto.

 

De la Rúa, por su parte, regresó a la Casa Rosada al día siguiente de su renuncia. Legalmente, fue presidente hasta el 21 de diciembre a las 11 de la mañana. Se dedicó a autografiar fotos suyas, revocó el Estado de Sitio y junto a su secretaria personal Ana Cernusco retiró efectos personales. Luego se subió a un Peugeot azul que conducía su chofer desde la Intendencia porteña, el Tano Badino, y voló a Olivos, pero ya no como presidente. Lucía aliviado y hasta hizo algún chiste. En cambio, Inés Pertiné, su esposa, lloraba. Comenzaba la mudanza hacia Villa Rosa: el problema mayor fueron los dos mil libros que había llevado a Olivos.

 

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