El drama de una madre con su hijo adicto: "No sienten pena, ni remordimiento" | Infoeme
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El drama de una madre con su hijo adicto: "No sienten pena, ni remordimiento"

“Lo único que quieren es drogarse y no hay nada más. Antes todo esto me era ajeno, pero cuando le toca a un hijo uno se vuelve un experto en el tema”, afirmó la madre olavarriense, quien accedió a contar su “calvario” ante un hijo que cayó de lleno en la enfermedad de la adicción.          

“Aunque me cuesta contar esto, sé que puede servir”, aseguró la mujer, a la que para salvaguardar su identidad debido a lo delicado del tema llamaremos Verónica, y que tuvo que atravesar una de las situaciones más temidas por cualquier padre: ver a su hijo caer una y otra vez en el mundo de la droga.

“Esto es una temática muy sensible, y hay tanta mala información sobre el tema: siempre se tiende a estigmatizar, a culpabilizar, a tratar a la gente de delincuente, pero puede ser el hijo de cualquier familia”, dijo a Infoeme esta madre que desde hace diez años intenta ayudar a su hijo a superar los estragos de la adicción y para que pueda tener una vida como la de cualquier otro joven.  

Matías, de 24 años, fue internado el miércoles de la semana pasada por tercera vez en una clínica de rehabilitación. “Estaba dormido cuando llegó el padre para llevarlo, le dieron una pastilla para que no haya problemas y esté tranquilo”, expresó la mujer, quien afirmó también que le llevó mucho tiempo superar “la culpa” que le generaba tener que recurrir a una medida con la que su hijo no estaba de acuerdo.    

“El adicto es un enfermo de por vida y eso, hasta que uno lo entiende como papá, cuesta, cuesta muchísimo realmente. Convivir con un adicto es difícil, uno como familia le pone límites e intenta ponerle trabas, pero a la vez lo terminás ayudando, se crea una codependencia”, narró Verónica a este medio al detallar lo problemático que puede tornarse la cotidianeidad junto a una persona en rehabilitación. Desde la semana pasada, llama todos los días al director de la clínica privada ubicada en Pilar, donde está internado Matías. Desde que decidió ayudar a su hijo a intentar vencer esta ardua lucha se interesa en saber permanentemente cómo está y de qué manera sobrelleva su primer tiempo de internación.  

                  

Según cuenta la mujer, el joven olavarriense empezó a consumir “desde muy chico, a los 14 años, por un tío que le lleva muy pocos años”. Las primeras sospechas, como suele suceder, se dieron a partir de cambios de conducta y en la personalidad del adolescente, que empezó a aislarse y a mostrarse mucho más introvertido.        

“Era un nene muy dulce, divino, hasta que empezó con cambios de conducta: se empezó a encerrar, a aislar, empezó a venir tomado. La primera vez que descubrimos que fumó lo llevamos a un psicólogo”, contó la mamá. Desde ese momento, según cuenta, ni ella ni su hijo fueron los mismos, empezaron los miedos y la incertidumbre. El tío que “lo metió” en el consumo, algún tiempo después, terminó preso por un robo a mano armada, y Matías, ese chico “muy de su casa, muy mimado, que vivía pegado a la madre”, entró en un espiral de descenso que ya lleva una década.  

“Siempre me desaparecía, entonces yo agarraba el auto y lo salía a buscar, fueron años de no dormir, de dormir mal, con miedo, temblando cada vez que escuchaba una sirena, teniendo que esconder la billetera, porque me empezó a robar cuando no le quería dar plata”, contó Verónica sobre cómo vivió durante ese tiempo, hasta que llegó la primer internación, cuando Matías tenía 17 años.  

 “El disparador fue un día que lo encontré borracho y drogado en mi casa. Llegó de madrugada y se había puesto a calentar comida, hasta que me despertó el olor a quemado. Cuando fui a la cocina lo encontré dormido debajo de la mesa, semidesnudo. Yo tenía otra hija adolescente que se levantaba temprano para ir a la escuela, y no quería darle ese ejemplo, no quería que en mi casa se viviera o se viera eso, yo soy deportista, el padre ni toma ni fuma siquiera, era algo que en mi casa nunca se había visto”, recuerda Verónica con mucho dolor.

Según Verónica, Matías propuso internarse aunque no duró mucho tiempo. A los 15 días de estar en una granja de Miramar, el joven le dijo a su madre que en el lugar no le daban de comer y ella lo fue a buscar.

“Ahí empieza la manipulación del adicto, y se vuelve a la codependencia. Cómo padre uno duda constantemente, y es difícil no caer en manipulaciones por el estilo, cuesta entender pero es necesario hacerlo, hay que entender que es una enfermedad de por vida y que no hay que relajarse”, afirmó la mujer, que después de ese breve intervalo, volvió a la realidad de siempre hasta que llegó la segunda internación, en octubre de 2019, esta vez en un centro privado de Marcos Paz. “En esa oportunidad estuvo cuatro meses internado, lo veíamos mal y a mí me costó mucho hacerle entender al papá de que ya no era un tema de hablarle, porque todo el mundo le hablaba para que se ponga las pilas e hiciera las cosas bien, pero no había caso”, agregó.      

     “El adicto básicamente es una persona que no puede sentir, que no puede hablar ni expresar sus sentimientos, entonces se focaliza eso en un determinado lugar, que en algunos casos es la adicción. Con la droga no sienten nada, no sienten ni pena ni ninguna clase de sentimiento, lo único que quieren es drogarse y no hay nada más. Antes todo esto me era ajeno, pero cuando le toca a un hijo uno se vuelve un experto en el tema, porque empieza a buscar, a leer, a investigar, y empezás a aprender todo lo que la droga hace”.                  

Esa estadía tampoco fue muy larga: después de cuatro meses de internación, Matías se escapó, se fue a un recital y volvió a consumir. Cuando sus padres lo fueron a buscar, la escena no era nada alentadora.

“Se fugó y se fue a dedo a Tandil, a un recital. Cuando nosotros lo encontramos estaba internado, todo golpeado, con traumatismo de cráneo. Había estado inconsciente. Dijo que la policía le había pegado y que él no sabía por qué, fue horrible”, recordó Verónica, quien lo llevó de nuevo a su casa a convivir con ella, estadía que también duró poco: después de algunas desavenencias entre ambos, Matías se mudó a la casa de su tía.         

“En ese momento yo le dije que ya estaba, que me viniera a buscar cuando aceptara el problema y quiera hacer algo al respecto, así que le dije que de mí no espere más nada hasta que no me dijera que necesitaba ayuda, él me decía que yo estaba loca, que él no había recaído, y yo le ofrecí hacerle un test, porque hasta eso conseguí, test de saliva para hacerle”, narró la mamá.

“Él decía que yo lo controlaba mucho y que era insoportable. Mi hermana, que vive sola, lo tenía como un rey, lo esperaba con la comida y todo, mientras él trabajaba con el padre, pero al poco tiempo le empezó a mentir a mi hermana: decía que se iba con Javier, que es el único amigo que no consume, que le quedó del jardín y al que ya le ha hecho todas, pero un día mi hermana lo siguió y lo encontró a dos cuadras tirado tomando cerveza con los mismos de siempre”, contó Verónica, que para ese entonces ya le había dado un “ultimátum” a su hijo: le dijo que no volviera hasta que reconociera que tenía un problema y que necesitaba ayuda. Fue a partir de ese momento que Matías empezó a trabajar con su padre, dedicado a la construcción, y a intentar lograr una independencia económica que no había tenido hasta el momento y que, en el mejor de los casos, pudiera “organizarlo” un poco.  

                     

“El padre le dio trabajo, como trabaja en la construcción, le compró una pala para que la maneje, pero él iba cuando quería, a la hora que le quería, no pudo sostenerlo, porque el adicto no puede sostener nada, no puede sostener levantarse a ninguna hora, y eso es un gran problema. A eso se le sumaba el hecho de que darle plata era peligroso, porque toda la plata que le dábamos sabíamos que iba a parar a eso, y a la vez siempre está el miedo de qué podía llegar a hacer si no le dabas para conseguirla”, contó verónica sobre ese periodo en el que decidió “distanciarse” de su hijo al sentir que ya nada quedaba por hacerle.

     “Cuando buscás ayuda enseguida lo empezás a ver bien, porque lo desintoxican, empieza otra vez a sentir. Uno piensa: un chico inteligente, con posibilidades, con padres que trabajaron toda la vida, imaginate que yo soy deportista y el papá ni siquiera fumó ni tomó nunca, es algo que a veces no lo entendés, pero te toca y te toca”, reflexionó la mujer.    

Según Verónica, ese clima se mantuvo hasta que conoció a un operador, también adicto recuperado, que se dedicaba justamente a eso: a ayudar y recuperar gente adicta. “Estuvo tres meses hablándome y convenciéndome de que la internación era la mejor decisión que podía tomar, pero yo no se lo podía hacer entender al padre, porque él decía que le iba a hablar y que él iba a entender, que había que darle una última oportunidad y demás, y yo le trataba de hacer entender que no, que él no podía ni levantarse de la cama”, contó la mujer, que pese a la insistencia no logró convencer al padre de Matías. Pese a esa negativa inicial, la conjunción de dos hechos hizo que de él fuera finalmente la decisión de la tercera y última internación.   

“Hace un mes a Matías lo llevaron preso porque estaba intentando o por lo menos era sospechoso de robar en una obra, y la semana pasada salió la noticia de que mataron a un chico en el Barrio 12 de Octubre y supuestamente había sido por una planta de marihuana, y cuando el padre vio eso hizo un clic y se asustó, porque supo que él podía terminar así, podía terminar muy mal, y se convenció. Cuando llegaron a su casa él estaba durmiendo, lo despertaron, le dieron una pastilla y lo llevaron”, aseguró la mujer. Según ella, las condición es de vida de su hijo para ese momento estaban muy deterioradas: casi sin otra “ocupación” que la de consumir, sin trabajo y con el departamento en donde vivía en un avanzado estado de abandono.        

Ahora Matías está en un centro de rehabilitación privado en Pilar, junto con otros jóvenes que atraviesan su proceso de rehabilitación. “Sale 50 mil pesos por mes, que es otra de las problemáticas, porque no hay obras sociales que lo cubran, más las cosas de higiene y otras cosas que hay que proveer, se hace muy difícil de afrontar, pero él está bien, todos los días mensajes al director para saber cómo está”, manifestó Verónica.      

  “Estuvo cinco días durmiendo, porque lo primero que hacen es dejarlo que duerma, que recupere el cuerpo. Trabajan con la terapia de Sólo por hoy, que es un método que ha tenido mucho éxito en todo el mundo”, contó Verónica.     

La terapia, que se basa en la idea de que la adicción es una enfermedad que debe tratarse día a día, es un plan que tuvo mucho éxito en todo el mundo -“Un día a la vez: sólo por hoy no voy a consumir”- es el mismo lema que trabajan en Alcohólicos Anónimos, “porque al ser una  enfermedad de por vida es algo que tienen que trabajar de por vida”. Como muchos otros familiares de personas que han caído en el mundo hostil de la adicción, Verónica espera poder encontrar de nuevo a ese chico que su hijo “era antes”.  

              

“Un chico que es muy bueno, buenísimo, cuando no está ido por la sustancia, un chico servicial, que ayuda, al que le gusta cocinar y dibujar y que lo hace muy bien y que está lleno de proyectos”, razonó la madre, quien en el medio de la angustia accedió a contar la historia de su lucha y la de su hijo con el afán de que pueda servir para concientizar a otras personas que estén pasando una situación similar. "Quiero que quede claro que el camino de la droga te lleva a tres lugares: al hospital, a la cárcel o al cementerio".

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