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Conflicto Loma Negra Barker: los trabajadores, en primera persona

Desde jóvenes de 20 años a los más experimentados, cerca de los 60. Algunos, con familias completas trabajando en la empresa. Las razones de la lucha, de la unión: el amor por el pueblo y la crianza de sus hijos. “Nunca hubiésemos llegado a dónde estamos si no es por el pueblo” dijeron. Una a una, las historias de los trabajadores contadas por ellos mismos.

Alexis Grierson

@alexisdechillar

 

"Hay compañeros que tuvieron la oportunidad de un traslado o de cobrar una buena indemnización, sin embargo dicen que no, porque están pensando en el pueblo. No piensa en su bien o en el bien de la familia, está pensando en el pueblo, se quieren quedar acá. Te dicen ‘yo al pueblo le voy a servir laburando’”. Esta declaración bien podría ser el resumen de una larga charla que tuvo Infoeme con trabajadores de Loma Negra en Barker.

 

En ronda, la charla se transformó en otra cosa: “Esto no es una entrevista, es un desahogo”. Los trabajadores pasaron por situaciones que casi nunca contaron. Walter es el caso emblema: estuvo en las dos grandes crisis y se presentó con un hilo de voz. Viven, a diario, en el centro de una escena que los tiene en cada una de las charlas del pueblo. En una salida de jóvenes, en un partido de fútbol, en la compra de pan.

 

 

La propuesta fue que, uno por uno, cuenten su situación. El camino llevó a una conclusión que muestra la característica de este conflicto: más allá de la necesidad de trabajar, de ganar dinero para poder vivir dignamente, lo que supera a todo es el amor al pueblo. El amor por una comunidad que, aunque tengan diferencias, es el lugar que eligieron para vivir. Toda su vida.

 

En la previa a esta charla, Marcos nos contó detalles técnicos del conflicto, de las negociaciones, y se lamentó por la ausencia de Martín Isasmendi, titular de AOMA Barker. Pero la idea es que los propios trabajadores cuenten su experiencia, cómo es vivir en una localidad con un conflicto semejante. Para ellos no está en juego su trabajo, está en juego el futuro de la localidad.

 

“Vine a Barker por laburo y me pasó de plantearme en un momento ¿qué hago? ¿me voy o me quedo? Acá en Barker conocí gente extraordinaria, compañeros que hoy son amigos y me costaría mucho irme y los extrañaría horrores. Después, de tener la presión de que mi hijo me pregunte qué hago. La plata o el pueblo...y la plata va y viene. Los amigos no los encontrás en todos lados. Este lugar es ideal, es bárbaro. No quiero la plata, me quiero quedar acá”.

 

Los protagonistas son ellos:

 

Renzo Bonavetti. Trabajo en la fábrica para la empresa Collazo hace un año y medio. Tengo 20 años y soy nacido y criado en el pueblo. Un pueblo en el que los chicos somos muy libres. No pasa nada, se puede andar solo, ir a pescar al arroyo, ir a cazar sin ningún tipo de problema. Todo lo contrario a lo que es una ciudad. Toda mi familia vivió acá: mis abuelos fueron empleados de Loma Negra, mi papá, mis hermanos, tíos, primos. Toda mi familia es minera.

 

 

Enzo. Trabajo para una empresa tercerizada, tengo 23 años. Criado acá en el pueblo, tengo mi familia acá, todos ligados a esta empresa que también nos sentimos perjudicados como todo el pueblo en general con este conflicto. Nos pega, nos duele. No queremos que se repita lo mismo que ya pasó. Queremos tener un futuro, para nuestros hijos y nosotros, que somos jóvenes. Estamos unidos sin distinción de gremio, nada. Nosotros no estamos agremiados y sin embargo nos hacen partícipes de las actividades, proyectos, asambleas. Todo. No se decide nada de forma gremial, sino que lo decidimos entre todos.

 

Matías Celano. Estoy por cumplir 4 años trabajando en la empresa. Igual que los chicos me crié acá. Mi papá trabajaba en Loma Negra, era capataz. Como ellos, somos de familia de laburantes mineros. En 2001 me fui de acá, esto estaba muerto, me fui a estudiar. No quería volver, tenía esa imagen, no había nada. Es increíble lo ensordecedor que puede ser el silencio. Hace 4 años, me puse en pareja con una chica que vive acá entonces decidimos vivir juntos, y me vine a trabajar. Estaba re contento, había entrado a una buena empresa, creía que tenía cierta estabilidad, así que decidimos tener un hijo, hoy tiene 1 año y 4 meses. Todo esto la verdad que me pega malísimo. Había planificado mi vida y criar a mi hijo en este lugar que es hermoso, prácticamente un paraíso, más en estos tiempos. Por eso cuando empezó el conflicto y empezaron a pedir traslados yo siempre supe que no me quería ir de acá. Trabajando o no, me quedo. Pensé en tener mi hijo por el ambiente que hay acá. Y formar mi familia por eso. No hay otra razón. Creo que es la realidad de la mayoría.

 

Sebastián Blanco. Tengo 34 años, entré en Loma Negra en 2008. Soy de un pueblo de acá cerca. Cuando entré a laburar acá viajé dos meses, vivía en Tandil. Tenía a mis hijos muy pequeños. No me simpatizaba viajar todos los días, aposté a vivir acá, conocía a algunas personas. Aposté al pueblo. No fui de la idea de que esto iba a ser para siempre, sinceramente. Entré con ese pensamiento por lo que pasó en 2001. Eso te queda. Pero no pensé que iba a ser ahora, en este momento. Decido quedarme por mis hijos, mi hijo más chico se vino cuando tenía meses y hoy tiene 11 años, ya es de acá, se crió acá. Y no es irme, nos arrancan del pueblo. Hemos estado horas y horas en el paro y sabemos que nuestros hijos están acá en la plaza jugando. Estás tranquilo porque si pasa algo sabemos quién es, cómo podemos ayudar. Podemos criarlos libres. Si me quedo sin laburo, me quedo. Barker para mi me dio muchas más cosas que un trabajo.

 

 

Walter Silva. Tengo 57 años, hace 32 años que estoy acá. (No pudo seguir, se largó a llorar y sus compañeros lo aplaudieron para darle fuerza. Cuando se repone un poco, continuó) Estuve como contratista antes de entrar a Loma Negra. Me tocó la colimba, no sé si por desgracia o qué. Estuve en Malvinas en tierra de operaciones. En el 82’ volví y me fui a Santiago del Estero a la otra planta, en “El Alto” que le dicen. Cuando me llamó mi papá, volví. Por desgracia no lo tengo... (Vuelve a quebrarse). Pude criar a mis tres hijos, ahora no están conmigo. Uno está en La Plata, otro en Tres Arroyos y quiero seguir luchando. Ya en 2001 nos hicieron perder la dignidad. Ahora creo que no la vamos a perder. Todos lo tenemos que tener presente: no perder la dignidad del laburo. Tengo un hijo en la empresa, acá en Barker. Nos venimos todos reventando. Hoy casualmente me dormí, porque tomo pastillas porque no puedo dormir. Hoy llegué 6.30. Pero bueno, la vida es así y la vamos a seguir hasta la muerte. Vamos a salir. Yo soy muy creyente y creo que Dios nos va a ayudar.

 

 

El caso de Walter es el más conmovedor. Aguantó como pudo la presentación de sus compañeros. Lo conmovió escuchar a Renzo y Enzo, los más chicos. También lo conmovió el caso de Matías, que se fue en 2001 y no quería volver: volvió y no se quiere ir por nada del mundo. Lo emociona el temple de Sebastián, la firmeza en las palabras, la lucha. El llanto de Walter representa el desahogo de casi 90 días de lucha sin cesar. Y su presentación es más larga:

 

Yo viví cuando el pueblo era fantasma. Estuvimos 6 meses afuera. Después nos reincorporaron. Yo siempre dije que del 2001 a la fecha nosotros los viejos estamos regalados y quedamos cuatro viejos no más. Vos tendrías que haber visto cuando nos agarró una fiesta de fin de año. Esto era la muerte, la muerte. En la calle se percibe que la gente está triste. El pueblo está, nos apoya. Yo al pueblo lo respeto y le agradezco toda mi vida lo que han hecho pero el quilombo es de nosotros. De nosotros el pueblo va a depender, nosotros tenemos que estar firmes para que el pueblo esté tranquilo.

 

 

Señalan que el sindicato “no es como lo que vemos en las noticias, con casos de corrupción o de personas que no piensan en los trabajadores”. Es que hay una razón muy sencilla: “acá somos todos amigos, nos conocemos de chiquitos, sabemos la esencia de cada uno y eso también es fundamental para seguir todos unidos luchando. No queremos que nadie quede afuera. Las amarguras más grandes se la agarran ellos, lo padecen más que nosotros”.

No se cansan de agradecerle al pueblo, no pueden dejar de señalarlo en cada oportunidad que tienen. “Nunca hubiésemos llegado a dónde estamos si no es por el pueblo. Pero todo depende de nosotros. Las decisiones las tomamos nosotros” finalizan, mientras el mate sigue girando y las historias también.

Cuando el grabador se apaga, vuelven de a poco las sonrisas, los chistes y el buen clima. De todos modos, el “desahogo” tal como rebautizaron a la entrevista, sirvió para que puedan seguir. Porque aunque quede poco, la lucha continúa.

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