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Walter Minor / Especial para infoeme.com walter_cincuenta@yahoo.com.ar
Olavarría conoce poco de su historia. Como al pasar hay un puñado de sitios señalados (algunos de ellos en lugares equivocados) que denotan un débil intento por mostrar un turismo del que se viene hablando desde el año 1917.
Han pasado 94 años y muchos mandatarios y no me equivoco si digo que todos se propusieron atraer turistas en sus plataformas electorales. El problema es que no hay turismo sin historia y en este último aspecto es notoria la falta de interés por escarbar las raíces de un partido rico en sitios y acontecimientos, salvo contadas excepciones.
Pero, como quejarse y no hacer nada es muy cómodo, trataremos de aportar, en este espacio, un granito de arena para conocer un poco más como era en los principios la ciudad dónde vivimos.
Varios artículos han tratado sobre las comunicaciones en el ámbito local, pero ninguna dio a conocer el sitio preciso que ocupó la oficina del telégrafo Militar en Olavarría.
Este primitivo aparato tuvo la importancia ser el primer medio tecnológico de comunicación radicado aquí, erigiéndose en unos de los puntales de crecimiento por muchos años.
Así que para los amigos que me pidieron una nota original y a los que gustan del revisionismo histórico, vamos tratar de cumplir con ambos, amalgamando las dos cosas en una sola nota, involucrando en la misma a dos elementos inseparables: telégrafo y telegrama.
Llegada del telégrafo a Olavarría
Un 30 de diciembre de 1875, el Teniente Coronel Vintter derrotaba a las fuerzas nativas en el combate de “La Tigra†–sitio cercano a la estación Pourtalé- y recuperaba gran cantidad de ganado. Dos días después de aquella victoria, el Ministro de Guerra y Marina, Adolfo Alsina, decidía que era hora de echar mano a la tecnología y el 1º de enero de 1876, desde Azul hace saber al presidente Nicolás Avellaneda, la necesidad urgente de contar con líneas telegráficas para poder conducir las operaciones en que se hallaba empeñado.
Fuerte Sanquilcó ó Lavalle Sur: oficina retransmisora.
El oficio fundamentaba tal petición y agregaba asimismo algunas recomendaciones, entre ellas la de pedir con urgencia el cumplimiento del contrato celebrado con el Ferrocarril del Sud. Este contrato, que había sido firmado el 10 de octubre de 1875 entre Adolfo Alsina y el representante de la empresa ferroviaria inglesa Guillermo Moore, especificaba que la compañía inglesa debería colocar sobre los postes de su propio telégrafo, un hilo para uso exclusivo de gobierno. Debería estar instalado en febrero de 1876, corriendo los gastos de mantención por cuenta de la empresa europea.
El ferrocarril inglés no realizaba con este proceder un acto patriótico, sino una inversión rentable. Si se limpiaba la frontera de nativos, esos campos quitados a sus dueños reales serían rápidamente poblados por potenciales clientes (mineros, ganaderos y agricultores.)
Pero además, podrían realizar la postergada idea de unir los puertos de Buenos Aires y Bahía Blanca, permitiéndoles sacar rápidamente la mercancía para exportación por el puerto que quedara más cercano a la localidad de transporte. Y como no había competidores, cobrarían el precio que se les ocurriera por el traslado, cosa que así sucedió finalmente.
Hay que tener en claro que el monopolio inglés no tenía ningún interés en la extensión del telégrafo como medio comunicativo, sino como herramienta para despejar mas rápidamente el paso para los trenes de carga. El transporte de pasajeros era sólo un accesorio monetariamente inferior.
Para corroborar lo dicho, tomemos como ejemplo la inauguración del ferrocarril en Olavarría. Eso ocurrió oficialmente el año 1883, pero ya desde 1880 la empresa monopólica usaba esas mismas vías para el transporte de cargas. Lo que se tomó entonces como fecha inaugural fue la llegada del tren de pasajeros, una real máscara de intenciones que terminaba reportando un cierto beneficio a los ciudadanos viajeros.
El mercantilismo inglés dio una veloz solución al problema de la línea telegráfica entre Azul y Buenos Aires: sólo faltaba unir Azul con Comandancia de la Frontera Sud y Fuerte Argentino- Comandancia de la División Costa Sud. Con estas escalas estaría completada la comunicación entre Buenos Aires y Puán.
El 1º de febrero de 1876 fue designado el Mayor Santiago Buratovich para realizar dirigir y operar los trabajos de línea. Mientras procedía al tendido del hilo telegráfico, Buratovich y su tropa debieron enfrentarse en diversas oportunidades con los nativos que los hostigaban para detener la construcción.
Un comentario de Alfredo Ebelot en el libro Recuerdos y relatos de fronteras, decía: “El telégrafo comunica ya Buenos Aires con los fuertes de las fronteras. Los indios, al comienzo, no dejaron de derribar los postes y de cortar los hilos; pero como la interrupción misma de la corriente señalaba inmediatamente a derecha o izquierda el punto y el momento preciso de su paso, no tardaron en concebir un gran respeto por este mecanismo misterioso, que era brujo e iba a quejarse cuando le hacían daño. No lo volvieron a tocarâ€.
Nicolás Levalle, propietario de la casa donde se instaló el telégrafo.
El día 11 de abril de 1876 se habilitaba la oficina telegráfica de Azul. Era la etapa previa que abarcaba la construcción de los ramales Ministerio de Guerra - Estación Constitución y Estación Azul- Comandancia de frontera.
A partir del 24 de abril de 1876 comienza la segunda etapa de las obras que finalizaron en Puán el 18 de febrero de 1877.
La sucesión de inauguraciones de oficinas telegráficas es la siguiente:
Olavarría: 11 de mayo de 1876
Carhué: 13 de noviembre de 1876
Guaminí: 18 de noviembre de 1876
Arroyo Corto: 12 de diciembre de 1876
Puán: 18 de febrero de 1877
El Fuerte Lavalle (también conocido como Sanquilcó), era una oficina de retransmisión.
A fines de 1877 los malones eran un recuerdo para los olavarrienses. Las rápidas comunicaciones y el empuje del ferrocarril que presionaba desde Azul despejaron definitivamente el peligro de un ataque.
El telegrafista de campaña
Con el abanico de comodidades con las que contamos en este tiempo es muy difícil imaginarse las peripecias que debían pasar los telegrafistas del siglo XIX para cumplir con sus labores. Para hacerse una imagen del flagelante servicio nada mejor que leer fragmentos de este relato hecho por Manuel Olascoaga en el tomo uno del libro “La Conquista del Desiertoâ€:
“Es ciertamente conmovedor llegar a las estaciones telegrá¬ficas que se encuentran en el espacio desierto que separa a Ola¬varría de Carhué.
“Un pequeño rancho que apenas hace bulto en la inmensi¬dad del espacio solitario, y que sólo se percibe por hallarse en¬sartado en los hilos metálicos que el viajero no pierde de vista, es lo que se llama una oficina telegráfica en aquellos lugares. Un oficial solo, que ha tomado ya el aspecto agreste del yer¬mo en que vive, es el jefe y operador de la oficina. Se agrega a este personal el guarda hilos que generalmente está ausente y que suele encontrarse por ahí debajo de sus hilos como un ahor¬cado que ha cortado su cuerda.
“En algunas de estas oficinas hemos visto el aparato de transmisión casi a la intemperie, delante de una ventana sin reja, postigo ni vidrios. (Se le deja el nombre de ventana por no quitarle lo que ya se le ha dado).
“En la estación telegráfica de El Sauce se había caído el úni¬co rancho que la servía: único indicio humano en diez leguas a la redonda, reemplazado por una carpa donde el oficial te¬legrafista vivía con su aparato. ¡Una carpa en el desierto, habitada por un hombre solo!.., Esto dice mucho, y por supuesto, que no es un hogar para echar raíces. Al lado de la carpa había una zanja que parecía sepultura preparada.
“Efectivamente, pocos días después de visitarla, hemos sa¬bido en Carhué que un fuerte viento a la media noche arran¬có la carpa, y envolviendo en ella al telegrafista, su aparato y su menaje, lo echó todo a la fosa. “Ligera interrupción de la líneaâ€, es la frase que explicaba todo el suceso; porque el joven no quiso permanecer en su sepultura sino aquella noche. Al amanecer del día siguiente, remontaba su aparato a la in¬temperie y anunciaba sencillamente: “Queda restablecida la co¬municaciónâ€. Si hubiera muerto, el desierto habría guardado el secreto.
“Algunos de ellos han permanecido sin ser relevados, cinco y seis años: han concluido toda su ropa, usándola hasta la úl¬tima cohesión de la tela, hasta el último vestigio del color pri¬mitivo. Han repasado veinte veces sus libros y por último se los han fumado. Se han mantenido con la sola ración de carne distribuida cada quince días. - Se sabía que vivían, porque se les sentían sus pulsaciones por el telégrafo, lo cual era bas¬tante para satisfacer a los señores inspectores del ramoâ€.
Hasta aquí una descripción del telégrafo y el accionar de los heroicos telegrafistas. Una reseña que nos permite tener una necesaria idea de cómo era aquel conjunto humano – mecánico. Ahora podremos abocarnos de lleno a lo que queremos descifrar, pero contando con un cierto conocimiento.
Santiago Buratovich constructor de la línea telegráfica de Olavarría.
Ubicación de la oficina telegráfica en Olavarría
Para llegar al verdadero sitio que ocupó el telégrafo militar, recurriremos a un breve cruce de documentos, los cuales analizaremos para sacar nuestras propias conclusiones.
ANTECEDENTES:
Tenemos entonces que el 1º de enero de 1875, el Coronel Nicolás Levalle había asumido la comandancia de Blanca Grande, poco después se trasladaba a Olavarría, donde adquirió dos solares en la manzana número 30 e instaló su vivienda. Durante ese año se sucedieron numerosos ataques de nativos que lo tuvieron como actor principal y que culminaron con el combate de “La Tigraâ€.
En 1876 ante el pedido efectuado por Adolfo Alsina al presidente Nicolás Avellaneda, éste hace construir una línea telegráfica desde Buenos Aires hasta Puán, en la cual una de sus oficinas intermedias se instala en Olavarría, el 11 de mayo de 1876, más precisamente en la casa del Coronel Levalle.
El Coronel Don Jorge Reyes, destacado en Olavarría en 1877, comentaba en la página 55 de su “Foja de serviciosâ€: “Yo me encontraba en ese momento en la oficina del telégrafo, que ocupaba una casa de propiedad del Coronel D. Nicolás Levalle, situada frente a la plaza y como a ochenta metros del cuartelâ€.
Y aquí tendríamos que detenernos un momento para aclarar otra de las tantas cosas que quedaron descolgadas en nuestros legados de historia y que vamos a tratar de desentrañar ahora: la ubicación del cuartel militar en 1877.
Sabemos que el cuartel general de Olavarría se encontraba en la margen derecha del arroyo Tapalqué, a la altura de la que es hoy la plaza Aguado en el Parque Mitre. Esto fue así durante la estadía de Alvaro Barros y el fugaz paso del Coronel Borges, pero al ser nombrado D’ Elía como comandante de la Frontera Sur, éste demolió todas sus instalaciones por considerarlas innecesarias. La pregunta entonces es: ¿dónde se alojaron las tropas del ejército posteriormente?
El mismo Coronel Jorge Reyes relata una sublevación del escuadrón Bahía Blanca y nos aclara la zona: “El cuartel que ocupaba estaba situado en la esquina de la plaza, en una amplia casa, construida en ladrillo y era propiedad de don Blas Dhers, teniendo dentro del corralón en el momento de la sublevación alrededor de trescientos caballosâ€.
En esos años, la única casa de ladrillos que había en una esquina frente a la plaza estaba en Vicente López y General Paz (hoy “Bar Parísâ€) y así lo describía Ramón Rendón en sus memorias: “En otra esquina de la plaza, calle General Paz y Vicente López, estaba la casa de comercio, también bastante importante, de los señores Pardo y Quintana, ambos españoles, en dicha casa, decían algunos vecinos, se refugiaban las familias de los ranchos de las orillas cuando había invasión de indios, pues ofrecía mayores seguridades en tales ocasionesâ€.
Sabiendo ahora de la presencia militar en la esquina de Vicente López y General Paz (1875-1878), nos empezamos a acercar adonde queremos.
Otro dato para la ubicación del telégrafo
En el libro de Actas número 1 de la Municipalidad en sesión del 22 de agosto de 1879 está escrito textualmente: “Sobre el terreno aparente para la plaza se acordó por unanimidad fuera la manzana que tiene por linderos por un costado a Don Ceferino Peñalva, por otro frente terreno municipal, por otro terreno municipal también y por el último con el terreno donde se encuentra la oficina del telégrafo militarâ€.
La casa de Ceferino Peñalva es el “Bar Parísâ€. Uno de los terrenos municipales ocupaba la cuadra donde está el “Teatro Municipalâ€, el otro terreno municipal es la de la actual Municipalidad y el telégrafo militar es el restante, o sea sobre Vicente López. Vale recordar que la plaza tenía destinada cuatro manzanas en un principio.
En 1882, Levalle reclamaba al municipio de Olavarría, dos sitios solares frente a la plaza, en la manzana 30, que le habían sido usurpados según su criterio. Estos sitios, eran los mismos que había ocupado con el telégrafo y que son descriptos por Ramón Rendón en 1929 con estas palabras: “frente de la plaza sobre la calle Vicente López en el interior mas o menos en el centro de la manzana, existía una casita que fue de propiedad del general Levalle, desaparecida ya y cuyo terreno ocupan actualmente la casa de don Dante Datelli y la del que suscribeâ€.
Los lotes mencionados, aún divididos, siguen perteneciendo a familiares de Ramón Rendón. Aquella manzana número 30 (en 1876) reclamada por Levalle es hoy (año 2011) la manzana número 35. Recordemos que cada manzana se dividía en 4 parcelas y no en 20 como ahora. Las parcela 7 y 8 de la manzana 30 fueron compradas por Ramón Rendón el 7 de abril de 1903.
Con todos estos datos, podemos afirmar, con total exactitud, que la oficina de telégrafos funcionó en una casa de propiedad del General Levalle, ubicada casi en el centro de la manzana (de Vicente López entre General Paz y San Martín), frente a la plaza.
El primer telegrama que no fue tal
Siguiendo con la modalidad de hacer una revisión histórica vamos a meternos ahora en la fecha de envió del primer telegrama desde Olavarría y que, según mi óptica, es uno de los tantos datos erróneos que se oficializaron en nuestra Olavarría, a fuerza de copiarlos y repetirlos.
No tengo dudas de que este dato multiplicado en todos los libros y revistas que pude consultar, es el resultado de no saber la fecha de habilitación de las estaciones telegráficas.
TEXTO DEL TELEGRAMA QUE VAMOS A ANALIZAR:
“Olavarría, febrero 16/1876. Nicolás Levalle al presidente de la República, doctor Nicolás Avellaneda.
“El hilo eléctrico nos ha puesto al habla con todos los pueblos del mundo; que él nos sirva para transmitir ideas de progreso para nuestra patria, haciendo nacer en el corazón de sus hijos el amor a la civilización. Reciba V.E. mi felicitación en nombre de toda la división que tengo el honor de mandarâ€.
Me consta que ese es el día, mes y año que está escrito en el documento oficial porque vi publicado el original. Pero también es cierto que en esa fecha no había oficina ni línea telegráfica.
Teniendo en cuenta que los trabajos se iniciaron desde Azul el 24 de abril de 1876 y se completaron en Olavarría el 11 de mayo de 1876, esto nos daría como resultado que llegó primero el telegrama (16-2-1876) que la línea telegráfica (11-5-1876). La pregunta es: ¿Se puede enviar un telegrama sin telégrafo?
Supongo que el telegrama está mal fechado y corresponde al 16 de febrero de1877 (no al 16 de febrero 1876). Se trata de un error humano bastante común éste de tardar en adaptarse al nuevo año.
FUNDAMENTOS:
Como dijimos, en febrero de 1876 no había telégrafo aquí. Lo que comunicó Levalle al presidente Avellaneda es la llegada de la línea, pero no a Olavarría, sino a Puán, estación final de esta etapa, ocurrida precisamente el 16 de febrero de 1877 y oficializada dos días después, el 18 de febrero de 1877.
No se cuál fue la primera transmisión efectuada desde Olavarría, pero sí puedo afirmar que hay varias y mucho antes de febrero 16 de 1877. Algunas se pueden leer en el libro “Foja de servicios del coronel Jorge Reyesâ€.
CONCLUSIÓN:
El dato es erróneo. No fue esa la fecha y tampoco el primer envío desde Olavarría. De no ser así, estaríamos ante el inexplicable caso de un telegrama fantasma y ansioso, porque se mandó solo, sin esperar que llegara el telégrafo.