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Tres historias nacidas del terror

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Walter Minor - walterhistorias@gmail.com

historiasdeolavarria.blogspot.com

Trataré de ser lo más sintético posible para hacer la introducción a un tema del que habría que presentarlo escribiendo unas 100 páginas para explicarlo medianamente bien.

En enero de 1959, la revolución cubana al mando de Fidel Castro derrocaba al presidente de facto Fulgencio Batista y detenía en cierta forma los planes estadounidenses de “apoderarse” (económicamente) de Centroamérica y a futuro de todo Latinoamérica, como finalmente lo hizo algunos años después.

El triunfo revolucionario extendió los focos de resistencia que ya anteriormente habían tenido en Augusto Sandino un antecedente. Para aquellos que no lo recuerdan, Sandino fue un patriota que defendió a Nicaragüa de una invasión norteamericana, ya que el presidente, un títere de los estados Unidos, la avalaba por inercia. Su resistencia consiguió que los yankees se marcharan. Cuando terminó con su cometido de liberar al país, entregó las armas. Pocos días después, como “premio” a su patriotismo, luego de una cena en el palacio presidencial, fue secuestrado y muerto por Anastasio Somoza, que era jefe de la Guardia Nacional (creada por Estados Unidos), en 1934, a los 38 años de edad. El mismo Somoza comentó que cumplió la orden del embajador estadounidense Arthur Bliss Lane.

Dos años después (1936), Somoza derroca al presidente Sacasa y se queda con el gobierno, retomando de esta manera Estados Unidos, el control sobre aquel país.

1959: La revolución cubana derroca a su presidente de facto.

Pero volvamos a lo nuestro. El triunfo revolucionario cubano (1959) fue un duro golpe para los Estados Unidos, quienes a partir de allí idearían un plan para deshacerse de todos los escollos que pudieran encontrar para imponer su liberalismo (o saqueo), al resto del continente.

Es así que comienzan a preparar militares sudamericanos para detener al “terrorismo” y en una decena de años ponen en marcha el plan, haciendo que toda Latinoamérica (excepto Cuba), sea gobernada por regímenes militares funcionales a ellos. En Argentina, el golpe de Estado encabezado por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti, se produce el 26 de marzo de 1976. Estos disgregaron a los partidos políticos, cerraron las sesiones del Congreso Nacional y dieron comienzo al nefasto Proceso de Reorganización Nacional.

Este proceso se explica fácilmente: Se mató a los disidentes que podían generar cualquier estorbo ante un avance foráneo (léase Estados Unidos). Se manipuló la información, se adulteraron declaraciones y se persiguió a todo el que formara parte de alguna agrupación, incluso estudiantil que pedían por un boleto escolar. Cualquier perseguido era catalogado despectivamente de “Comunista”. En una palabra, se propuso borrar todo rastro de oposición.

Para quien crea que estas cosas sucedieron solo en Argentina, les comento que esto mismo pasó en todos los países latinoamericanos.

Entre las personas que formaron parte de aquella aberración, se encontraba el canciller norteamericano Henry Kissinger (aunque parezca mentira, Premio Nobel de la Paz en 1973), quien le manifestó al canciller Argentino César Guzzetti el decidido apoyo que el gobierno del presidente Gerald Ford le prestaba a la política de exterminio de disidentes y lo asesoró sobre cómo eludir los cuestionamientos del Congreso de los Estados Unidos.

Guzzetti le contestó a Kissinger que la guerrilla ya había sido desmantelada y que todo terminaría antes de fines de 1976. De esta declaración se desprende que lo realizado luego de esa fecha fue producto de la enfermiza mente de la cúpula militar argentina, ya que a partir de la asunción de Carter se quedaron sin el respaldo norteamericano.

PROCESO Y TERROR

¿Quiere saber algunas cosas que hizo aquel régimen?... Vamos al testimonio del primer “arrepentido”: el cabo de la armada Raúl David Villariño en 1984:

“Lo que ahora es el campo de deportes de la Escuela de Mecánica de la Armada era un terreno ganado alrío. Allí, durante los años 75, 76y 77 fueron quemados los cuerpos, a veces con vida, de los prisioneros. Los restos, junto con los automóviles confiscados, los escombros y la basura, sirvieron para rellenar la zona que era ganada al río. Allí también eran cremados cuerpos que venían de otros chupaderos”.

Jorge Rafael Videla: Símbolo del terrorismo de Estado.

“El Cinturón Ecológico también fue rellenado con cadáveres”. “Por las noches, camiones de la Escuela de Mecánica de la Armada transportaban los cuerpos disecados de los detenidos al acceso Sudeste, donde se construía el Cinturón Ecológico. Allí, los cadáveres eran arrojados entre los escombros y la basura”.

“Yo vi cómo torturaban a las embarazadas”. “A las embarazadas se les introducía una cuchara u otro instrumento metálico en la vagina hasta que tocara el feto. Entonces se les daba una descarga de 220. En una palabra: se picaneaba a la criatura que había adentro. Todas esas torturas eran obra del doctor Alberto, quien se hacía llamar Menguele”.

Sabiendo que se pudieron hacer estas cosas, no vale la pena escuchar más comentarios para imaginarse hasta donde llegaba el sadismo de estas ¿personas?...

FUNDACION DE LA FILIAL DE LA ASAMBLEA PERMANENTE POR LOS DERECHOS HUMANOS

En 1983 regresa la democracia y con todo el campo libre empieza la introducción al país de pornografía, droga y saqueo de recursos naturales con su consabida contaminación.

Raúl Lanceta: Presidente Honorario de la APDH.

Ya no había quien encabezara protestas para evitarlo. Nadie sabía como hacerlo porque quienes estaban capacitados para llevarlas a cabo habían sido muertos o desaparecidos.

A raíz de lo acontecido en la dictadura, se funda en Olavarría la Filial de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, que a partir de allí intentaría conseguir justicia para los muertos y desaparecidos durante la dictadura militar.

Fue el 3 de febrero de 1984 cuando se creó dicha Filial, con la presencia de Gustavo Westenkamp, delegado de la central de Buenos Aires, el Diputado Rubén Lanceta, el Pastor Carlos Reyes y representantes de todos los partidos democráticos y particulares.

Ese día hubo una votación de la que surgió la primera mesa directiva, que estuvo compuesta de la siguiente manera: Presidente Honorario, Rubén Lanceta; presidente ejecutivo, Alfredo Pareja; Vicepresidente, el Pastor Carlos Reyes; Secretario, Carlos López; Prosecretario, Walter Marchand; Tesorero, Alberto Blanco; vocales: Daniel Puertas (PI); Dante Rivera (Partido Socialista Auténtico); Alejandro Prandini (UCR); Sergio Olondo (MID); Carlos Santiago (PC); Zulema Mohade de Folini (Madres de Plaza de Mayo); Pedro Pareja (Familiares de Presos Políticos y Detenidos Desaparecidos).

CARLOS ALBERTO MORENO: UN CASO EMBLEMATICO

El 12 de febrero de 1977, se produce el primer caso de los muchos desaparecidos, asesinados, secuestrados y torturados en Olavarría, cuando desaparece el joven abogado José Alfredo Pareja.

A sólo 47 días de aquello, el 29 de abril de 1977, el doctor Carlos Alberto Moreno es secuestrado a pocos metros de su domicilio, que casualmente daba en sus fondos con el del Teniente Coronel Aníbal Ignacio Verdura, jefe Militar de esta plaza, quien a la postre sería el responsable de todas las desapariciones y torturas en nuestra ciudad.

Carlos Alberto Moreno, el “Negro”.

El juicio por el secuestro y muerte del abogado Moreno sucede a poco mas de un mes de cumplido el aniversario número 28 de la fundación de la Filial de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.. La fundación fue el 3 de enero de 1984 y el juicio oral a realizarse en el Aula Magna del Rectorado de la UNICEN de Tandil, en que serán juzgados los ex militares Julio Alberto Tommasi, Roque Italo Pappalardo, José Luis Ojeda, y los civiles Emilio Felipe Méndez y Julio Manuel Méndez, será el día 9 de febrero.

Carlos Moreno era abogado laborista y al momento de ser secuestrado representaba a los empleados de la cementera Loma Negra, de Amalia Fortabat, por los casos de Silicosis que se producían en la empresa. Según una nota de “Página 12”:

“Resquebrajamiento de los dedos, que se ponen como palillos de tambor, temblequeo permanente en las manos, poca capacidad respiratoria, entre otros, eran los síntomas compartidos por muchos de los trabajadores de Loma Negra, que morían antes de jubilarse. Los afectaba la silicosis, lo que Moreno pudo detectar, para luego intentar revertirlo. Fallos favorables indicaron que la fábrica debía hacer modificaciones de seguridad e higiene laboral, reducir carga horaria e indemnizar a familiares de fallecidos. “Por esto mi padre empieza a recibir amenazas, y a hacerse conocido –recordó Matías–, además colaboró en el desarrollo de los sindicatos de canillitas y de porteras de escuela de la zona.”

El de Moreno fue sólo uno de los 29 casos detectados en Olavarría, pero como está próximo su juicio vamos a recordarlo a través del INFORME DE LA COMISION ESPECIAL DE LA MEMORIA, una comisión creada por el Decreto Nº 016/00 del Honorable Concejo Deliberante de Olavarría, que debía dejar plasmada en un escrito ese negro tiempo en Olavarría, aunque la realidad indicó que la casi totalidad del libro fue investigado por el ex Concejal (secuestrado y torturado), Mario Elpidio Méndez, cuya viuda debió poner el dinero de su bolsillo para que esta edición fuese posible después de muchas postergaciones, esperando que el municipio dirigido por Eseverri (padre) en algún momento se lo reintegre, cosa que no se si finalmente sucedió.

CARLOS ALBERTO MORENO (29-4-1977) (del libro mencionado)

“Carlos Alberto Moreno, “el Negro” para todos, quedó en la memoria de muchos de los que lo conocieron con una imagen imborrable. Para algunos era “el buen tipo”, uno que se hizo desde abajo: mujeriego, desprolijo, simpático. Decidido a ser abogado a toda costa y que lograba conjugar como pocos sus estudios con la militancia política en la JUP (Juventud Universitaria Peronista).

Para sus hijos (Matías tenía un año y nueve meses cuando fue secuestrado y Martín estaba aún en el vientre materno) es el padre que les arrebataron y hoy reivindican desde su militancia en HIJOS.

Para su esposa Susana, el mismo hombre del que se enamoró perdidamente en aquella peña estudiantil platense, cuando ni bien lo vio, le dijo a una amiga: “con ese flaco yo me caso”.

Para otros, en cambio, fue (para bien y para mal) el abogado que luchó en la defensa de los obreros de la fábrica Loma Negra y en la batalla por comprobar la presencia de silicosis entre los operarios de la embolsadora. Y es ése para muchos un punto de relevancia en relación a su destino. Es decir, su rol como abogado de AOMA (Asociación Obrera Minera Argentina) y asesor de problemas de orden laboral lo llevaron a asumir un compromiso cada vez mayor con los sectores más golpeados de la sociedad e incidieron en su secuestro tal vez más que su militancia partidaria.

A fines de los ·60 de la FURN de Derecho en La Plata, y luego, de regreso a Olavarría, integró la Jotapé de la que fue uno de sus líderes más destacados.

En su vida fue de mucho peso el eterno trabajo de su padre, Domingo, como obrero de Molinos Río de la Plata y el ver a su madre, Junigunda Max, portera de la Escuela 17, trabajando sin sosiego y planchando para afuera para pagarle los estudios. Esa madre a la que le hacía bromas todo el tiempo y la sorprendía con su afecto y sus abrazos inesperados. “El vivía con todo el orgullo del alma el tener una familia humilde”, cuenta Susana, con quien se casó el 18 de abril de 1974.

La historia del “Negro” Moreno está ligada a un sinfín de presiones y amenazas que no se terminaron con su muerte.

Cuando regresó de La Plata, ya con el título universitario, instaló su primer estudio en la casa paterna, en Collinet 2733. Allí, los pagos de sus clientes solían ser casi siempre en especias. Un perro al que bautizó “Lomje” (Libertad o Muerte, Jamás Esclavos) y hasta una secretaria que devino tal de esa manera y luego quedó.

Después logró alquilar una pequeña casita en Lamadrid 2986 cuyos fondos lindaban paradójicamente con aquellos de la vivienda del Teniente Coronel Anibal Ignacio Verdura (jefe del Regimiento). En el local que daba al frente atendía a sus clientes. Atrás, en una pequeña habitación, vivía con Susana, ya embarazada, y su hijo Matías.

Aquella noche del 29 de abril de 1977, Susana no se sentía bien y “el Negro” fue a presentar un certificado a la entonces Escuela de Comercio en donde ella dictaba clases. Llovía torrencialmente y él tardaba en regresar.

Susana recuerda que “llamé al Nono y a la Nona (los padres del Negro) para que se quedaran con el nene que estaba durmiendo. No les dije qué pasaba, yo tampoco lo sabía. Me puse un jumper y unas chinelas y salí a buscarlo. Tenía 27 años y mi vida esa noche dio un vuelco. Me fui corriendo a la estación de servicio donde guardábamos el auto, en Belgrano y Moreno.

Llegué totalmente mojada y vi el auto guardado. Pensé que podría estar tomando unos mates con el sereno. Le pregunté por Carlos Alberto y me dijo que lo había visto cruzar al kiosco. El kiosquero me dijo que había llevado un Parliament y un Suflair. Yo le había pedido que me lo comprara, era diabética y me moría por esos chocolates aireados. Cuando volví caminando, vi que por el agua corría un Suflair, lo levanté y lo apreté bien fuerte. Nunca más volví a comer uno. Pensé que se había descompuesto. Cuando llegué a casa le hablé por teléfono al doctor Gubitosi que me contestó que con él no había estado y me dijo de probar en el Hospital. Llamé por teléfono y me dijeron que ahí no lo habían llevado. Al rato llegó Gubitosi con el padre. Y mi intuición ya para esa altura me dijo que algo grave había pasado. Entonces me fui corriendo a la casa del teniente coronel Aníbal Verdura que estaba a la vuelta. Yo no lo conocía pero tenía de alumno a uno de sus hijos. En la puerta de su casa había un conscripto de guardia que me dijo que no fuera a tocar timbre. Eran ya como las 12 de la noche. Yo le dije: ·si querés mátame por la espalda pero yo timbre voy a tocar igual·. Salió Verdura en bata, lo miré y le dije: ·Â¿dónde está mi esposo?·. ·Â¿Su marido?·, me contestó. Me hizo pasar al living, me senté y le repetí: ·Â¿dónde está?· y me dijo ·no sé·. Y yo le grité: ·miente·â€.

En realidad, aquella noche dos individuos de civil empuñando armas lo obligaron a subir a un automóvil Renault 12, color naranja, patente 017.333. La guardia personal que todas las noches estaba apostada frente al domicilio del Jefe del Regimiento, a escasos metros del lugar, esa noche no estaba.

Un ciclista que ocasionalmente pasaba por el lugar vio el forcejeo en plena calle, y creyendo que se trataba de un robo, anotó la patente de los agresores y como buen ciudadano intentó hacer la denuncia en la Comisaría. Su sorpresa fue mayúscula: en vez de tomarle la denuncia y agradecer su colaboración, el ciclista fue amenazado, golpeado, y advertido que “jamás debía contar a nadie lo visto, porque su vida dependía de ello”. Aún hoy, más de veinte años después del hecho, y tras cambiar de ciudad conserva el temor por lo sucedido aquella noche.

Inmediatamente comenzó a moverse la Asociación de Abogados de Olavarría, con una muy activa intervención del hoy juez Adolfo Rocha Campos. Presentó un habeas corpus e hizo la denuncia ante el recién nombrado juez Carlos Paulino Pagliere.

Algunas señales desde Tandil, días después, permitieron avanzaren la búsqueda aunque no detener el final. Un hombre, de apellido Bulfoni, se había presentado en una comisaría de la ciudad serrana para denunciar un extraño hecho ocurrido en su finca. Allí se topó con un abogado conocido que evitó que la presentara y que no tardó en avisar a la Asociación de Abogados de Olavarría.

Los Méndez: dueños de la quinta donde fue asesinado Moreno.

Moreno había estado detenido ilegalmente en una quinta de las afueras de Tandil y pudo escapar. Algunos insisten en que se le aplicó la “ley de fugas”, es decir, que se lo dejó escapar para luego acabar con su vida. Pero hay otros indicios que permiten pensar que realmente logró burlar a sus captores porque recorrió una larga distancia. El mismo juez Pagliere planteó, desde el sentido común, que “creo que hubiera sido muy estúpido aplicar una ley de fugas y dejar rastros como un saco o permitir que lo vieran terceros”.

Moreno, quien veía muy escasamente sin sus anteojos, llegó el 3 de mayo en deplorable estado físico a la propiedad de Valentín Bulfoni, golpeó a la puerta y lo atendió el dueño de casa. Le pidió un vaso de agua y le dejó sus datos con el ruego de que avisara a Olavarría. Hay quienes afirman que Bulfoni lo quiso hacer entrar para ocultarlo y que él se negó para proteger al hombre.

Pagliere inmediatamente se trasladó a Tandil e hizo una serie de allanamientos. “Allané las comisarías 1ª y 2ª de Tandil y el destacamento de Villa Italia, que después de eso quedó desactivado por mucho tiempo. Pero no estaba en ninguna”, recuerda Pagliere. En la quinta de Bulfoni halló el saco de Moreno y en las cercanías sus anteojos rotos. Cuando se reconstruyó parte de ese aspecto de la historia, se pudo saber que tras abandonar el lugar Moreno fue recapturado por las fuerzas de seguridad y fue víctima de disparos. Algunos testigos le oyeron gritar “Susana, Susana, perdóname”.

Matías, su hijo, a partir de las reconstrucciones posteriores a través de testimonios cuenta que en aquel momento “le tiran, lo hieren y cae detrás de una piedra pero se lo llevan vivo. Y se muere después”.

Aparentemente Moreno estaba secuestrado en Tandil, en el CCD conocido como “La Quinta”, o también como el club “Los cardos” de Emilio Méndez, cuando en un descuido de sus captores logró escapar semidesnudo por la zona de quintas al Este de la ciudad.

Según consta en los expedientes judiciales, Nery María Bulfoni (hija de Valentín) y Carlos Leonardo Marchioni, un vecino, fueron testigos de la detención de Carlos Alberto Moreno por el grupo de perseguidores que dijo ser “de las fuerzas conjuntas”. Y esa pertenencia fue luego confirmada por declaraciones de policías de la Seccional 1° de Tandil. El comisario Alfredo José Menéndez, el oficial Femando Antolín Sánchez y el suboficial principal José Osmar Juárez relataron que ese 3 de mayo, a raíz de una denuncia concurrieron a las inmediaciones del domicilio de Valentín Bulfoni donde detuvieron a una persona que dijo ser el Cabo primero Ojeda del Ejército Argentino y que estaba participando de un “operativo cerco”. Agregaron en su testimonio que se comunicaron por radio con el Mayor Papalardo del Ejército, dependiente del Comando de la Zona 1, quien les confirmó que efectivamente el Cabo primero Ojeda se encontraba realizando esas tareas.

El 23 de mayo, ya muerto Moreno, le envían un pedido de inhibitoria a Pagliere quitándole el caso de las manos. Él inicialmente se niega pero días después la causa pasa de todos modos al ámbito de la justicia militar.

El expediente judicial a que hacemos mención (N° 42.348 “Rocha Campos Adolfo-Su denuncia-Privación Ilegal de la Libertad Individual-01 avarría-Víctima Dr. Carlos Alberto Moreno”), posiblemente sea uno de los pocos en que han quedado rastros fehacientes del accionar ilegal de la represión militar.

Hubo, por otro lado, indicios aportados por otros familiares de víctimas de la represión. El testimonio de Juan Cassattaro (padre de Eduardo y Héctor y suegro de Elba y Alicia, todos desaparecidos) arrojó como dato que un plomero de apellido Luna, residente en La Plata y colaborador de la policía provincial, estuvo el día anterior al secuestro deMoreno en Olavarría, afirmando que había venido a hacer un operativo.

En toda esta historia hubo numerosos protagonistas y muchos de ellos fueron amenazados y presionados para mantenerse en silencio. Desde el ciclista que presenció el secuestro, hasta los demás testigos (entre ellos varios integrantes de la familia Bulfoni) y los abogados, tanto locales como de Azul y Tandil. En algunos casos, esas amenazas provinieron directamente del propio jefe del regimiento, Aníbal Verdura. Y esto, no sólo en lo inmediato sino también mucho más allá en el tiempo.

La sonrisa del Negro: Documental hecho por su hijo.

Susana, mientras tanto, embarazada y en una situación emocional y de salud difícil, se va con Matías a La Plata nuevamente al hogar de sus padres. “Yo durante un tiempo esperaba que me lo devolvieran. Creía que sería como con la detención de Gubitosi que había sido liberado en febrero. Hice una valija porque pensaba que cuando Carlos Alberto volviera nos podríamos ir unos días al departamento de mis padres en Mar del Plata. Cuando lo mataron, decidí que no descansaría hasta que me entregaran el cuerpo. Yo sabía que nunca creería lo que había pasado si no lo veía muerto. Todas las mañanas como alas 6 y media o 7 lo llamaba por teléfono a Verdura para ver si me lo daban. También me iba a las escalinatas de la morgue, en 51 entre 2 y 3 y me sentaba a esperar a que llegara el camión con los cuerpos. Un día Verdura me dijo que llegaría dos días después, el 20 de mayo. Esa noche no dormí. Fui con mi cuñado y entró él a la morgue y salió descompuesto. Me dijo que nos fuéramos, pero yo no quise y entré; me quisieron sacar pero empecé a revisar esas especies de nichos en donde asomaban los cuerpos. Subía por escaleras de metal para revisar y de repente lo encontré. Tenía la cara negra de los golpes. Yo nunca había visto balas y en una parte tenía como un zarpullido alrededor. Yo grité: ·es éste, es éste·â€.

Luego, en la misma ciudad en que Susana había nacido y Moreno había cursado sus estudios universitarios y se había ligado a la militancia política, fue velado y luego sepultado, cuando tenía sólo 29 años.

El 27 de abril de 1988, el Tribunal de Distrito de Estados Unidos, Distrito Norte de California resolvió conceder la extradición del ex general Carlos Guillermo Suárez Masón por los cargos de homicidio de 39 víctimas. Entre ellas, estaban Carlos Alberto Moreno y Jorge Oscar Fernández.

Otros abogados olavarrienses también fueron secuestrados e interrogados bajo torturas en el regimiento local, aún cuando luego fueron liberados y optaron por el exilio.

ES HORA DE JUSTICIA

Lo que leímos es lo que se va a juzgar en Tandil Para Carlos Alberto Moreno y todos los desaparecidos de Olavarría, esperemos que el juicio que empieza el 9 de febrero en Tandil sea el comienzo de una justicia que pese a tardar 35 años, es mejor que la impunidad. La misma impunidad de la que goza los Estados Unidos a pesar de las atrocidades cometidas contra varios países, incluso el nuestro.

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