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River volvió a superar a Boca y se quedó con los clásicos del verano

El clásico, cordial y distendido, volaba con el cero. Hasta que un penal, otra vez, cambió todo. La falta de Palacios a Pity Martínez derivó en el festejo alocado de Rodrigo Mora, a diez minutos del final. Y el súper, una vez más, fue de River. Boca resultó la imagen estival de un equipo perdedor, de bajo fondo.

En el verano mendocino reapareció el fútbol en un superclásico. No en una dimensión exagerada, pero al menos en términos de intenciones, de jugar por encima de la batalla de capítulos anteriores. Sin dudas, hicieron falta muchas palabras de crítica, unos cuantos gestos de arrepentimiento y un puñado de promesas de cordura para apagar tanto fuego mal entendido y peor empleado. Pero valió la pena.

En ese contexto "novedoso", durante muchos minutos del primer tiempo se sintió más cómodo Boca. Se podría decir que le vino bien el nuevo sistema táctico que ideó el Vasco Arruabarrena, un 3-1-4-2 que ocupó mejor los espacios del mediocampo, sobre todo si se toma como parámetro las anteriores producciones estivales del equipo. Boca hizo más ancho el campo, con Peruzzi y el debutante Fabra (veloz, profundo, también algo atolondrado, pero interesante como proyecto) por afuera, Cubas como eje y Meli como rueda de auxilio de todos.

Pero fundamentalmente, la gran diferencia estuvo en la movilidad y el enroque de posiciones de Carlos Tevez y Nicolás Lodeiro. Carlitos, el capitán in pectore del xeneize, abrazó uno por uno a sus compañeros antes del silbado inicial, señal inequívoca de mando pero también de motivación. No fue el Tevez estacionado entre los centrales rivales de siete días atrás. Partía adelantado, pero bajaba a recibir al tiempo que el uruguayo Lodeiro partía hacia adelante, y el intercambio desacomodó a River y, sobre todo, confundió a Nico Domingo.

Por ese hueco apareció Tevez libre a los 12 minutos para aprovechar una bajada de cabeza de Chávez y rematar pifiado, muy desviado. Le faltó en esos momentos justeza en el pase al bicampeón argentino para poner un hombre mano a mano con Barovero. Y entonces se fue conformando con el dominio, pero sin traducirlo en situaciones de peligro.

No tuvo River en esos 45 iniciales precisión en el pase, los errores -y la presión del rival- le impidieron enhebrar jugadas asociadas, y de ese modo se fue alejando del área de Orion, entre el fastidio de Gallardo y la impotencia de Pisculichi, Nacho Fernández y compañía. Sólo en el final, un contraataque bien iniciado por Pisculichi y mejor continuado por Alario en la izquierda concluyó con una semipalomita del ex Gimnasia que devolvió el palo zurdo. Hubiese sido demasiado premio para una etapa levemente barnizada de azul y oro.

Gallardo mandó a la cancha a Mayada y Driussi, y mejoró River, básicamente porque Nacho Fernández desde el puesto de volante central recuperó el protagonismo de noches anteriores. Y como Tevez se fue perdiendo en imprecisiones, a Boca sólo le fue quedando Lodeiro como opción de ataque, y Cubas como bastión para defender en el medio. Fue el momento del campeón de América. Le anularon un gol a Mora por fuera de juego a los siete minutos y Pitana juzgó lícito un empellón de Rolín a Nacho Fernández que pareció penal, a los 13.

La pelota cambió de dueño. Y el resultado, también: un penal de Palacios a Pity Martínez inclinó el festejo. El penal fue de Mora y el verano, todo de River.

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