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Un aporte local a la medición del cambio climático en el mundo

El cuidado ambiental y la búsqueda de soluciones que reviertan el daño que el hombre le ha causado al ecosistema desde los comienzos de la civilización, requieren un compromiso inmediato tanto de parte de los países desarrollados como los emergentes. Para poder llevarlo a cabo, se constituyen a nivel internacional organizaciones que reúnen a expertos de todos los campos científicos. Tal es el caso del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), que recientemente llevó a cabo un encuentro en Ginebra, Suiza, en el que participó la investigadora de la Facultad de Ingeniería de la UNICEN, Mg. Estela Santalla. Durante el viaje, la docente también recorrió diversas plantas de bioenergía alemanas, invitada por el Ministerio Federal de Economía y Energía de Alemania.

La función del IPCC es revisar anualmente los avances tecnológicos y científicos que investigadores de todo el mundo llevan adelante en relación con la comprensión del cambio climático en nuestro planeta. Como resultado de esta actividad, en el 2006 se elaboraron unas líneas metodológicas, "que son estandarizadas y reconocidas por la comunidad científica, y a través de las cuales todos los países que suscriben a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, deben calcular sus emisiones de gases invernaderos", explicó Santalla, quien junto a Gabriel Blanco posee una destacada experiencia en el tema.

La reunión en Ginebra, se hizo justamente para comenzar a ajustar esas metodologías tras los crecientes avances científicos de los últimos años y actualizarlas para que cada país pueda perfeccionar sus emisiones en sectores como energía, suelo, industria y residuos, aspecto en el que la ingeniera química Estela Santalla participó como experta.

Un mundo concentrado en Ginebra

En primer lugar, cada comisión de trabajo abordó cerca de 400 items que podían ser actualizados. "Fueron encuentros muy organizados, intensivos, porque hay realidades muy propias de cada país", contó Santalla. "Es un trabajo muy técnico, donde uno es consciente de que lo que aporta es su mucha o poca experiencia a un grupo de trabajo", subrayó quien conformó una comisión con profesionales de China, Brasil, Tailandia, Mongolia y Estados Unidos, entre otros.

Como Argentina está suscrita a la Convención Marco, debe reportar cada dos años informes bianuales de emisión de gases de efecto invernadero. A su vez, debe informar las medidas de mitigación que implementará en cada sector. "Hoy en día se plantea que ya no se puede primero producir y luego ver que hacemos con el impacto, entonces a nivel nacional estamos un poco atrasados en lo que son acciones concretas y políticas que promuevan el uso de mejores tecnologías. Pero para eso hay que vencer la práctica común de hacer lo mismo, requiere inversiones, compromisos, asumir nuevos riesgos y formar recursos humanos", remarcó.

Finalmente, las comisiones llegaron a 15 items que gradualmente deben actualizarse en las metodologías de medición y realizaron una puesta en común. "Los profesionales ahora tienen que estar con una mirada mucho más interdisciplinaria, no pueden estar pensando únicamente de su única área de formación, tienen que estar pensando en otras áreas de impacto", dijo al respecto.

Un recorrido por la meca de la bioenergía

Invitada por el Ministerio Federal de Economía y Energía de Alemania, Estela Santalla recorrió diversas plantas y centros de producción de bioenergía, con el propósito de conocer su desarrollo, el marco legal que las promueve, y difundirlo en el ámbito científico. Acompañada por una comitiva de norteamericanos, la primera visita se hizo en Berlín, a una planta que genera energía a partir del procesamiento de residuos de la industria forestal.

Allí, la madera residual se utiliza como biocombustible para generar vapor, energía térmica o electricidad. La sustentabilidad de generar biomasa en nuestro país fue analizada por la bióloga holandesa Jorie Knoor, que durante meses realizó una investigación en la Facultad de Ingeniería.

En otra de las plantas que recorrió Santalla se procesan residuos domiciliarios exclusivamente orgánicos que provienen de la separación domiciliaria. "Ahí se produce biogás y ese biogas no genera electricidad, sino que se purifica y se utiliza como combustibles para los camiones que hacen la recolección de los residuos. Pude ver llegar un camión de residuos orgánicos, con basura domiciliaria y presenciar todo el proceso, con lo que implica, porque es un proceso sucio desagradable, de fermentación y mucho olor", contó la ingeniera.

En este sentido, Alemania se destaca mundialmente por ser el país con mayor producción de bioenergía, y esta posición se sostiene a través de diversas acciones. Por ejemplo, como los residuos como hojas de árboles y pasto seco es un complemento destacado del procesamiento, la empresa deja en las esquinas bolsas de tela que la gente puede llenar con el barrido urbano y por los que reciben un euro. "Tienen un circuito muy aceitado. Los residuos se recogen dos o tres veces por semana y te hace reconocer que nuestro sistema no es genuino, porque el costo de un sistema de recolección diario es altísimo y no repercute en la eficiencia de los procesos ni en el proceso de gestión, y no lleva a nada salvo a seguir enterrando. Pero lo interesante es conocer cómo y cuáles fueron las barreras que se superaron y siguen haciéndolo", reconoció la investigadora de la FIO. También en Berlín, la ingeniera química recorrió una empresa que genera energía eléctrica con los residuos cloacales de la ciudad y alrededores.

Educación ambiental

De acuerdo a Santalla, la comunidad es muy activa al momento de aceptar y rechazar prácticas de procesos de producción de energía, "por ejemplo, hubo un sector que se resistió a que produzcan biogás a partir de maíz. La misma comunidad le dijo a la industria que no querían porque no era sustentable, ya que el maíz compite con el alimento y demanda muchos nutrientes y recursos del suelo", graficó. Esta participación activa en el cuidado del medio ambiente y en entender la sustentabilidad está indefectiblemente ligada a la educación ambiental, en cómo se difunden las acciones industriales, técnicas y científicas. "Es continuo y eso hace que ciudadano tenga capacidad para entender muchas cuestiones de la política", sostuvo.

En Leipzig (Alemania del Este), la única argentina de la comitiva visitó un centro tecnológico de innovación y transferencia, donde se innova constantemente en energía renovable. Financiado por el estado alemán, empresas privadas y la Unión Europea, se trata de una incubadora de empresas con laboratorios y plantas pilotos para desarrollos en materia de todo lo que es biomasa. "También están muy avanzados en el patentamiento y el cuidado de la propiedad intelectual. Eso asegura y alienta a todo el sector de transferencia y equipo tecnológico a nuevos desarrollos", contó Santalla.

"Ver como trabaja en conjunto el sector que genera conocimiento y el sector que lo consume, para mi es maravilloso. Hay mucha gente joven que se va a formar ahí y trabaja en el desarrollo de conocimiento para transferir, no para que quede sólo en el país", concluyó la ingeniera de la Facultad de Ingeniería local. Este tipo de experiencias otorgan un valor agregado a la institución universitaria, a través de los profesionales de diversas áreas que cada vez más ocupan un lugar destacable y reconocido en la agenda mundial.

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