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El mito del gobernador que no puede ser presidente

Este domingo, además de definirse el primer ballotage de la Historia Argentina, también se puso en juego un viejo karma que condena a los gobernadores de la provincia de Buenos Aires a no lograr la presidencia.

Hace 153 años, Bartolomé Mitre se convirtió, en el primer y único gobernador bonaerense en llegar a la presidencia de la Nación. Scioli tuvo la oportunidad de romper ese número, pero no lo logró.

Este desafío de más de 150 año tuvo a Adolfo Alsina como el primero que lo intentó, después de dos años al mando de la provincia, pero tuvo que contentarse con ser el vice de Domingo F. Sarmiento en 1868.

Dardo Rocha -primer mandatario de Buenos Aires tras la federalización- vio su sueño presidencial frustrado en manos de Julio A. Roca, quien impuso a su cuñado, Miguel Juárez Celman, para ocupar el máximo cargo de la Nación en 1886.

Bernardo de Irigoyen buscó realizar el camino de manera inversa: compitió infructuosamente por ocupar el sillón de Rivadavia en 1886 y 1892, pero llegó a la gobernación en 1898.

Esto no desalentó a otros mandatarios bonaerenses a pretender quebrar el incipiente maleficio en la primera mitad del siglo pasado. El conservador Marcelino Ugarte fue el primero en hacerlo en 1910 y 1916 con escasa fortuna. Después siguieron, con la misma estrella, el filofascista Manuel Fresco, el conservador Rodolfo Moreno y hasta Domingo Mercante, el gobernador peronista que se proyectaba a ser el sucesor de Juan Domingo Perón y terminó siendo expulsado del partido por desavenencias con su líder.

Oscar Alende gobernó la provincia entre 1958 y 1962, durante la gestión de Arturo Frondizi, que fue interrumpida por un golpe militar por el triunfo en Buenos Aires del sindicalista peronista Andrés Framini en tiempos de la proscripción.

Un año después compitió por la presidencia contra Arturo Illia y, sin el apoyo de su jefe político Frondizi, quedó en segundo lugar, convirtiéndose, tal vez, en quien estuvo más cerca hasta entonces de emular a Mitre.

DE LA DEMOCRACIA PARA ACÁ

En los tiempos más recientes, con el retorno de la democracia en 1983, hubo otros que soñaron con deshacer el hechizo. Antonio Cafiero, impulsor de la renovación peronista, ganó la gobernación en 1987 y dos años más tarde compitió por la candidatura presidencial -en el debut de las elecciones internas del partido- contra el binomio Carlos Menem-Eduardo Duhalde. El gobernador riojano se impuso y luego logró llegar a la Casa Rosada. Su compañero de fórmula se presentó como candidato a gobernar la provincia en el 91. Cuatro años después, en el 95, Duhalde insinuó competir por la presidencia, pero la reelección de Menem se lo impidió. Sí lo hizo en el 99 pero, otra vez, el sino maléfico mostró su poder y Fernando de la Rúa fue quien se impuso. Hasta Carlos Ruckauf, que pasó por la Casa de Gobierno platense, en un rapto de optimismo, se imaginó alguna vez en Balcarce 50, pero quedó en el camino.

Y lo mismo le paso a Daniel Scioli este domingo. No pudo quebrar el maleficio. Hace más de 150 años que un gobernador bonaerense no puede ser presidente.

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