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Aquellos pibes del mundial, 35 años después

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Texto: Tiempo Argentino

“Muchachos, si quieren no se concentran y hacemos lo mismo que vienen haciendo los juveniles hasta ahora. Pero si se concentran y me hacen caso, van a pasar 50 años y la gente se va a seguir acordando de ustedes”.

Habían pasado tres meses desde que Argentina había sido Campeón del Mundo y César Luis Menotti arriesgaba su prestigio al hacerse cargo de un grupo de pibes que debía preparar el segundo campeonato mundial juvenil de la historia, que se jugaría en Japón el año siguiente. La presentación del plantel y el técnico fue en septiembre de 1978, en el Viejo Gasómetro. Y fue con esa promesa que está cerca de cumplirse: hoy se celebran 35 años de que Argentina se consagró campeón mundial en Japón, y no hay futbolero que no recuerde ese equipo.

Los toques de primera, los goles de Ramón Díaz y las apiladas de Diego Maradona no sólo están en la memoria colectiva futbolera. También en la de estos muchachos que ya no son pibes pero que se juntan para seguir celebrando aquella vuelta olímpica y volver a sentirse por un rato esos adolecentes que pusieron el mundo bajo la suela y que por la diferencia horaria hicieron despertar a todo un país durante un par de semanas en la madrugada argentina.

“Parecemos unos pendejos. Recordamos lo mismo siempre, nos reímos de las mismas cosas. Somos unos pelotudos bárbaros, pero es lindo porque aunque no nos veamos seguido parece que estuviéramos juntos siempre. Que fuéramos hermanos de toda la vida. Se ve que haber vivido algo tan fuerte a esa edad nos marcó”, explica Osvaldo Rinaldi, volante central de aquel equipo, ex jugador de San Lorenzo, Racing, Boca y Huracán.

Mientras el hermano de la Chancha le habla al grabador, en la mesa de atrás hay unos diez cincuentones a las carcajadas. Parece una reunión de egresados del secundario, pero son los que formaron ese juvenil del 79, a los que se suman algunos periodistas que también estuvieron en Japón aquel septiembre, como el Negro Cardozo y Miguel Vicente.

Juan Simón, Sergio García, Marcelo Bachino, Manuel Torres, se pasan fotos entre ellos, se actualizan los números de teléfono, se reprochan por llamadas no atendidas, brindan. Se suman Hugo Alves, Abelardo Carabelli, que llegan desde Olavarría para el festejo; Daniel Sperandío, y Rubén Rossi, que vienen de Santa Fe; y Juan José Meza, que viajó desde Tucumán. Diego, Ramón Díaz, el Pichi Escudero y Gabriel Calderón tienen el ausente justificado porque están en el exterior.

Los que viven en Buenos Aires se juntan todos los años para esta fecha, para el 7 de septiembre. Pero cuando el aniversario es redondo, la celebración se hace más grande. Por eso, porque este año cae en 35, todos esperan a Dios, al Profeta, como le llaman ellos: al Flaco Menotti, que llegará justo para la hora de la cena. “Huracán del 73 y este juvenil son dos equipos que siempre estarán presentes entre mis mejores recuerdos”, dice Menotti antes del brindis.

“Así como nos ves ahora pero con 18 años nos fuimos a Japón. Fue muy lindo todo. Y antes estuvimos de gira por Estados Unidos y conocimos todos juntos Disney. Imaginate: con 18 años conocer Disney. ¡Con Diego y Menotti!”, cuenta Carabelli, como para explicar qué es lo que festeja. Carabelli fue Cebollita junto a Diego: “Fue maravilloso compartir 10 años de mi vida con el más grande de la historia. En Cebollitas compartíamos entrenamientos, nos íbamos de boliche, venía a dormir a casa, en Mataderos. En el entrenamiento a veces para juntar las pelotas yo me ponía en el área y él desde la mitad de la cancha las pateaba y la metía en la bolsa. Un monstruo”.

Las anécdotas, obvio, surgen solas. Cuenta Juan Simón, central de aquel equipo, quien después brilló en Boca y fue subcampeón mundial en 1990: “La primera noche, con el cambio de horario nos despertamos a las 4 de la mañana. Nos asomamos por la ventana y vimos que había empezado a aclarar y había unos negritos entrenando como locos. En el jardín del hotel, no se de qué equipo eran, pero no sabés cómo corrían los africanos.

O la del doctor, que en la primera noche tuvo que invadir la cocina porque nos daban un platito así de arroz. Empezamos a comer pollo todos los días. Si no hubiéramos vuelto con 15 kilos menos”. Cuenta Sergio García, el que veía todo ese toqueteo desde el arco propio: “En el año 99 fui a trabajar a China. Entré en una oficina en Pekin, que en una pared, de 10 metros por dos, tenía todas imágenes del juvenil del 79. En China había un cuadro de nosotros. Muy fuerte”.

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