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Mauro Szeta, especial para Infoeme
Ella, una chica de 17 años, indefensa. La captaron al salir de un boliche. La sometieron a una fiesta de sexo y drogas.
El sometimiento duró cinco días. Y al quinto día, ella, se quiso ir. Eso fue mortal. La patota de alevosos, se enardeció. Primero, pegó uno. Nadie atinó a defenderla. Todos acompañaron. Todos fueron parte del brutal crimen. Con el asesinato concluído, vino el operativo descarte del cuerpo.
A Melina, siempre según la autoincriminación de uno de los acusados, después de asesinada, la metieron en una bolsa y la tiraron al arroyo Morón.
Los acusados de semejante brutalidad, todos jóvenes. Un chico de 16 años, sería el asesino. Habría matado por despecho porque la chica, no quiso tener sexo con él.
Y un dato más perverso aún. Parte de la faena criminal habría sido en el interior de un templo umbanda.
El caso explotó a los 20 días de la desaparición de la chica, cuando se logró establecer quiénes eran las personas que la acompañaban en la imagen de un video a la salida de un boliche de San Martín.
En la imagen, hay un chico que la besa. Ese beso, fue el beso de Judas. A esa altura, la suerte de Melina estaba sellada.