-------------
Mauro Szeta, especial para Infoeme
Los medios hablan horas y horas de los secuestros virtuales. La recomendación es cortar la llamada y no caer en la trampa.
Los delincuentes se perfeccionaron en extremo: ahora simulan la voz de un hijo, o una hija, para que las víctimas, los padres “caigan” en el engaño.
El año pasado, los fiscales de instrucción de Capital Federal contabilizaron 600 casos. Muchos terminaron con pagos de rescates, de secuestros, que no eran tales.
Esta vez, en vísperas del día del padre, el llamado sonó a las 5 de la mañana en un departamento de la zona de Parque Avellaneda. A Orlando, le dijeron que su hijo Fernando, estaba secuestrado. Orlando trató de ubicarlo, de llamarlo, pero no lo encontró. Entonces, con su mujer, decidieron pagar, por las dudas, por temor a que la amenaza fuera real.
La esposa de Orlando fue a pagar a una farmacia de la esquina: dejó 2000 dólares y 10 mil pesos. Y se fue. Los secuestradores virtuales, se llevaron la plata, y también se fueron.
Cuando la mujer volvió a la casa, encontró a su esposo descompuesto. Desesperada llamó al Same. Los médicos llegaron. No hubo caso. Orlando había muerto del susto, del miedo, del estress en el que lo colocaron delincuentes despiadados.
Al rato, ajeno a todo, Fernando llegó a la casa. Era tarde. Su papá estaba muerto. Y los delincuentes “feroces” burlándose de todos.