------------------
Mauro Szeta, especial para Infoeme
La amenaza se hizo realidad. Cuando se conoció el asesinato de Forza, Ferrón y Bina en la Masacre de General Rodríguez, el cónsul mexicano en Argentina había advertido: “los narcos llegaron para quedarse. Se da el efecto ‘cucaracha’. Los corren de México y Colombia, y eligen la Argentina para instalarse”.
El cónsul tenía razón. No se equivocaba. Lo que tal vez, era inimaginable, era que Rosario se convirtiera en una suerte de ciudad del crimen organizado, donde las bandas de narcos disputan el poder a “plata o plomo”, como pasa en los cárteles de la droga en Sinaloa.
Lo dicen los fiscales de la ciudad: 250 asesinatos en 2013. Lavado de dinero, crímenes mafiosos. Puro olor a sicariato. Y para colmo, hasta los narcos aparecen mencionados en relación al pase de rutilantes estrellas del fútbol local.
Desde el poder político rosarino le echan la culpa a Nación con el argumento de que les quitaron gendarmes y prefecturianos para combatir un delito que es federal. Desde Nación atribuyen gran parte del problema a la corrupción de la policía provincial que aparece vinculada en cada caso resonante.
Señores, sea por un motivo o por otro, la noticia es la misma: Los narcos están, más fuertes que nunca, y eso es un problema gravísimo, que deja en coma a la seguridad de un país.