La última cacique en la tribu de los Catriel | Infoeme
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Olavarría
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La última cacique en la tribu de los Catriel

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Walter Minor / Especial para infoeme.com

www.historiasdeolavarria.blogspot.com

walterhistorias@gmail.com

Con motivo de celebrarse este martes 8 de marzo el Día de la Mujer, me propuse buscar dentro de la historia local a una representante de este género, cuyo ejemplo sirviera para homenajear en ella a todas las damas. La semblanza es real y poco conocida de una mujer admirable que vivió en nuestra zona y que por circunstancias que veremos más adelante debió asumir el liderazgo de la conocida tribu de los Catriel, evitando con su sagacidad y entereza el hambre y por consecuencia, la rápida desaparición de sus componentes.

Esta española, que fuera cautivada y llevada a los toldos desde niña, tuvo la posibilidad de reintegrarse a su sistema de vida primaria al ser rescatada por una partida militar, pero ella eligió regresar y seguir siendo india. Una decisión donde privó el amor hacia aquellos que le dieron afecto y un nombre en su lengua, por sobre la posibilidad de una vida más cómoda.

Si su determinación hubiese sido otra, hoy no estaríamos hablando de una Machi (curandera-médica) que al transformarse en cacica de manera fortuita, se erigió en la base fundamental para fundar dos colonias que se transformaron en ciudades.

La “Reina” Bibiana García (Dughu Thayen): una mujer irrepetible

En 1878, los caciques Catriel eran derrotados luego de tremendas luchas con la milicia. Superiores en armamentos y ayudados por el ferrocarril, el telégrafo y el aporte monetario de hacendados (que multiplicarían sus ganancias, luego de limpiado el desierto), el gobierno quitó las tierras (y muchas vidas), a los dueños originarios para entregarlas de manera “generosa” entre los hacendados y a cuentagotas al resto.

Marcelino Catriel cayó prisionero en julio de 1878, mientras que Juan José se entregó en el Fuerte Argentino (hoy Tornquist) en noviembre del mismo año. Ambos quedaron en calidad de prisioneros, situación que provocó el descabezamiento de la tribu.

Marcelino Catriel. Cacique de Linaje que antecedió a Bibiana García.

De las aberraciones que se cometieron en la llamada “conquista del desierto” habría que hablar en otra ocasión. Fueron tantas que consumirían demasiado espacio y nos “iríamos por las ramas”, perdiéndose así el hilo conductor sobre el personaje que nos interesa. Pero resumiendo, podríamos decir que el destino de aquellos prisioneros se resolvió así: caciques y capitanejos enviados a la isla Martín García, hombres de la tribu a trabajo de zafra o como mano de obra barata en cualquier labor. Los niños entregados en subastas a familias adineradas de Buenos Aires, las jóvenes y adultas al servicio de las mismas personas y finalmente, los viejos ejecutados. Resta decir que los sacerdotes rebautizaron con nombres españoles para que fuese difícil el reencuentro de las familias y que todo esto ocurría a mediados de 1870. Por eso, cuando le digan que la esclavitud en Argentina se abolió en 1813, no tenga duda que eso fue solamente en los papeles.

Otros habitantes del desierto tuvieron mejor suerte y pudieron eludir el accionar militar, aunque a costa de quedar dispersos y errantes por todo el territorio nacional.

Al carecer de una conducción visible, el deambular de un lado hacia otro era constante y sin sentido, por eso cuando Roca realizó la expedición de 1879, al pasar cerca de Pichi Mahuida, el 21 de mayo, Manuel Olascoaga anotó en su diario de campaña: “pasamos tocando a nuestra izquierda las antiguas tolderías de Catriel... y fuimos a plantar carpas en el lugar llamado Abra de Catriel”, para luego, mas adelante, avistar a otro grupo de la misma fracción en General Conesa.

Allí se afincaba el segundo núcleo, que según el decreto fundacional decía: “pequeña población, compuesta de doscientas familias de indios y colonos”. Estos estaban asentados como colonia indígena de acuerdo al decreto de creación Nº 11.215 de 14 de febrero 1879, el cuál expresaba: “Considerando que la forma en que actualmente se atiende la subsistencia de los Indios y familias de la Tribu de Catriel, sometidos a la autoridad militar de Patagones... decreta: ...art. 2º Esta colonia se formará con los restos de la Tribu de Catriel y se denominará, Colonia General Conesa...”.

En base a ese pequeño contingente se fundó (en el Fortín General Conesa), sobre el río Negro, la colonia para una parte de los catrieleros. El gobierno debía suministrarles elementos para construir viviendas; semillas y útiles de labranza, mas el infaltable sacerdote que viviría con ellos para arrancarles su religión y convertirlos al catolicismo.

Poco duraron en ese sitio, porque una creciente en julio de 1880 los mudó a la margen sur del río Negro y es ahí dónde toma las riendas de la situación una mujer muy especial que en base a una fuerte personalidad, haría historia grande.

Bibiana García había nacido probablemente en 1849. Era hija de los españoles Florencio García (a quién apodaban “macho blanco”) y Petrona Flores.

Siendo aún muy niña, su padre fue muerto durante un malón y Bibiana, junto a su hermana Eufemia, fueron llevadas cautivas. Tan fuertemente asimiló las costumbres nativas, que cuando una partida militar las rescató, ella pidió regresar al lugar dónde se había aquerenciado y adoptando el nombre de Dughu Thayen, que en mapuche significa “cascada rumorosa”.

Con el transcurrir del tiempo, Bibiana adquirió una gran reputación entre los suyos y sus dotes de clarividente y sanadora la transformaron en la “Machi” de la tribu. Una “Machi” era una mezcla de bruja, vidente, curandera y doctora. Esta función era muy respetada en cualquier campamento nativo y no era la excepción dentro de la otrora numerosa tribu catrielera, arraigada por muchos años en las zonas de Azul y Olavarría.

La dama tuvo un hijo con Cipriano Catriel y al morir este (decapitado en noviembre de 1874 en Olavarría), enviudó y se casó con Juan Cortés.

En 1875, cuando los pueblos originarios se alzaron contra el gobierno en el llamado “Malón Grande” (porque abarcó toda la provincia de Buenos Aires), Bibiana estaba instalada junto a otros componentes en la laguna de Paragüil, sitio que aún debía ser demarcado por el agrimensor Alfredo Ebelot para destinarse a la tribu de Catriel.

Durante el apresamiento de los caciques Juan José y Marcelino Catriel, se establece en Río Negro y el 1878 el gobierno los titula como colonos en el Fortín Conesa.

La mencionada inundación de 1880 hace que busquen otra zona no inundable y desde ese momento empiezan las gestiones de Bibiana para conseguir un lugar digno dónde vivir.

Su aguda claridad mental funcionó rápidamente y comprendió que el tiempo del racionamiento y el intercambio de favores habían quedado atrás para siempre, y que si no encontraba enseguida la forma de adaptarlos a otras labores que le permitieran un medio de subsistencia, su pueblo desaparecería en un corto lapso.

Fue entonces cuando con gran entereza empezó su peregrinaje por cada uno de los toldos. Influenciaba a los indios y persuadía a los caciques, caciquillos y capitanejos para que evitaran la disgregación. Y esa persistencia tuvo sus frutos. El corolario fue una multitudinaria asamblea indígena, dónde la líder exhibió toda su capacidad de oratoria y liderazgo. Carismática y emprendedora propuso basarse en la unidad para presionar más firmemente sobre el gobierno argentino y conseguir la instalación de las familias desperdigadas en tierras aptas para el cultivo y la cría de animales.

Aunque algunos no aceptaron esta propuesta, el consenso fue bastante amplio y la cacica (a quién empezaron a llamar “Reina”), emprendió el viaje a caballo rumbo a Bahía Blanca con un séquito numeroso de su tribu. Desde esa localidad viajó en tren hasta Buenos Aires y una vez allí se dedicó a desarrollar su plan.

Aquel trabado lenguaje mapuche-español de Bibiana recorrió todos los despachos oficiales para hacer oír sus reclamos. Auténtica y valiente, clamaba ante los funcionarios por las promesas incumplidas de facilitarles tierras y medios de supervivencia.

“La reina” quería parcelas de terreno apto y sin dueños para poder criar ganados, sembrar, pescar y cazar. Alegaba que de esa manera se podrían abastecer de casa, vestimenta y alimentos, pero exigía, además, que el Estado cumpliera con la palabra empeñada de facilitar los útiles vitales para que los colonos, pudieran organizarse laboralmente.

Escudo de Catriel, localidad que debe su fundación a la reina catrielera.

El problema era histórico. Los nativos pedían vivir en paz, “donde no fueran maltratados” (decía Bibiana), ya sea por quienes falsamente se adjudicaban la propiedad de los campos que ocupaban ellos, o por los arrendatarios. Lo descripto motivó que le sugiriera al Gobierno Nacional el traslado, como dueños, a “la costa Sur o Norte del río Colorado”, pero gobernador Tello, se negó terminantemente a la petición, proponiendo que se los ubicara en una fracción entre los ríos Negro y Colorado. Hecha la propuesta a Bibiana García, esta no aceptó por considerarlas no aptas.

En uno de los tantos expedientes rechazados “La Reina” decía que desde 1880 se había establecido “con una tribu de indígenas amigos y antiguos servidores del Gobierno Nacional compuesta de novecientos individuos de ambos sexos, más o menos, entre las márgenes de los ríos Negro y Colorado”. Formaban parte de la aquella tribu los caciques: Fermín Garro, Juan Centeno, Juan Cortés, Antonio Peña, Saturnino Molina, Mariano Guerra, Simón Rosas, José Arriola, Mariano Mercado, Félix Real, Ignacio Silva, Braulio Bustos, José Peralta, José Luca, Lorenzo Callupil y Florencio García.

Durante 16 años, repitió una y otra vez sus viajes a Buenos Aires, pasando por Azul y Bahía Blanca, para volverse inevitablemente con las manos vacías. Los largos viajes, el cansancio y la sordera de los funcionarios parecían no hacer mella en el espíritu de la cacica, que volvía periódicamente a pagar de su peculio cada largo peregrinaje para plantarse frente a las autoridades nacionales y hacer cada vez mas firme su reclamo.

Hacia 1896, el grupo comandado por Bibiana había evolucionado y poseían un número aproximado de 136.000 ovejas, 70.000 caballos y 2.000 vacas, habiendo registrado ella misma en 1893, una marca propia para el ganado de su propiedad.

Al fin, en 1899, un decreto firmado por Julio Argentino Roca expresaba lo siguiente:

“Art. 1º) Fúndase dos colonias pastoriles en el territorio de Río Negro, de acuerdo ambas con la ley del 2 de octubre de 1884 y decreto reglamentario de 7 de marzo de 1885 la una en las nacientes del río Valcheta, en el departamento de 25 de Mayo y la otra en el departamento General Roca, en los lotes: Nº 1, 2, 3, 8, 10, 11, 12, 13, 18, 19, 20 y la parte NMorte de los Nº 21, 22,23 todos de la fracción “A” de la sección XXV

Art. 2º) La primera de estas colonias se denominará “Valcheta” y tendrá ciento veinticinco mil (125.000) hectáreas de superficie y la segunda llevará el nombre de Catriel y ocupará igual extensión”

Art. 3º) El Ministro de Agricultura dispondrá la mensura, subdivisión y entrega de la tierra, previa la reserva de cinco mil (5.000) hectáreas, en cada colonia, en el punto mas adecuado para las necesidades futuras de la colonización agrícola y la formación de centros urbanos:

Art: 4º) Los indígenas que actualmente habitan los territorios de La Pampa y del Río Negro, serán preferidos al efectuarse la adjudicación de los lotes, siempre que se encuentren en las condiciones que exigen la ley del 2 de octubre de 1884;

Art 5º) Derógase el decreto de 4 de diciembre de 1889:

Art 6º) comuníquese y dese al Registro Nacional.

Firmas: Roca y Frers

Maqueta del Monumento a la Reina Bibiana.

Como podrá verse, esta mujer increíble, que estuvo afincada alguna vez en la zona de Olavarría, fue fundadora de la localidad de Catriel y sin temor a equivocarnos, podríamos decir que también Valcheta le debe a su esfuerzo la creación.

Fueron tantos los años de lucha y constancia, que aquel decreto la tomó por sorpresa y reaccionó con escepticismo. Al momento de darse a conocer el mismo, Bibiana García, Dughu Thayen, “La Cacica” o “Reina”, como quieran llamarla, estaba en Buenos Aires y recibía la visita de un periodista que quería fotografiarla, gestándose esta conversación:

- Venía a verla Da. Bibiana, para retratarla a usted y a la familia.

- ¿Detratar…? ¿y pa’ que?

- Para enseñarle al país quién es usted… y que vive.

- Quen está país?

- El gobierno.

- Ah…!Güeno… Mejor sería que darme mi la tierra pa’ mis indios… Nosotros dueños tierra no tenemos y lo gringo llenito.

- ¿Sí…? Ahora le van a dar.

- ¡Lindo tierra pa’ morir…! ¡Agüita nada!

Así se enteraba de su triunfo pacífico, luego de años de batallar y recorrer miles de kilómetros. Al fin sus indios tendrían el sitio propio que tanto buscó, aunque no serían nada fáciles los primeros tiempos en aquel terruño.

Siempre había algún oportunista que quería apoderarse de lo ajeno y recurría a la violencia para intimidar. El 5 de noviembre de 1902, a solo tres años del decreto firmado por Roca, la “Machi” se presentó en la comisaría de General Roca en el Territorio de Río Negro y realizó una denuncia contra el vecino y comisario de Peñas Blancas, Cristóbal Hervitt, y contra el sargento Mauricio Méndez.

Su hijo, Froylán Cortés, firmó la denuncia en el nombre de “Bibiana García, Reyna de las Tribus de Catriel”.

Los acusados habían quemado sus ranchos con todo adentro, incluso boletas de marca y guía de campaña. También habían robado unas riendas con pasadores y alguna que otra pieza de plata. Los acusados hicieron el descargo, amparándose en que los indios ocupaban la picada hasta el río Colorado, que eran sucios y que ellos no habían quemado más que osamenta y chilca.

La “Machi” era inquebrantable. Su fortaleza sin límites no carentes de astucia, le llevaron a organizar un servicio de inteligencia que la mantenía alerta a lo que ocurriera a su alrededor. Había elegido como jefe a un hombre de apellido Huaifil, una persona muy hábil y sagaz, encargado de suministrar información que permitía anticiparse a cualquier contingencia. Su lugarteniente era Rosa Niculpil, quién en ausencia de Bibiana tomaba el mando de la colonia.

Rostro sereno, temple de hierro. El fotógrafo de la revista.

Esta cacica gobernó la tribu durante treinta años y cuando sintió que la muerte acechaba, designó a un vidente pampa llamado Pedro Rojas, a quien le manifestaba que los dioses de su tribu lo habían elegido como sucesor de ella.

Según José Benigar, Bibiana (su tía abuela política) “ lo designó en los últimos meses de su vida como sucesor. El se resistía, lo que le costó el tullimiento de un lado. Porque es peligroso contrariar la voluntad de los dioses”

Tras una reunión, en la zona de Puelen (La Pampa) convocada por el cacique Baigorria la reina emprendió el regreso y al detenerse en la casa de su sobrino, Pedro Morales, que vivía al pie del “cerro negro” falleció repentinamente, el 30 de noviembre de 1910.

En ese mismo lugar, en medio del desierto y sobre la ladera de la elevación, fueron depositados sus restos, mirando al sol naciente con su caballo y riquezas.

El acta de defunción sentenció:

Acta número veintiuno: En Puelen, décimo quinto departamento del territorio Nacional de La Pampa Central, a primero de diciembre de mil novecientos diez. Ante mi, David Sánchez, jefe del registro civil:

Pedro morales, de cuarenta y siete años, argentino y domiciliado en este departamento en el paraje Cerro Negro declaró:

Que ayer a las cuatro de la tarde en el expresado domicilio falleció su tía Bibiana García

De enfermedad al corazón, según certificado de los vecinos Otto Obist y Daniel Chirino a falta de facultativo médico, archivado bajo el número de esta acta, y que era de setenta años, viuda, argentina, sin profesión, domiciliada accidentalmente en la casa en que falleció, hija de Florencio García y de Petrona Flores, ambos ya fallecidos. No ha testado.

Leída el acta la firmaron conmigo, por el exponente que manifestó no saber, Alberto Oliva de sesenta y tres años, soltero y el testigo Vicente Escudero de treinta y siete años, soltero. Ambos de este vecindario, quienes han visto el cadáver.

Puelen 1º de diciembre de 1910.

Bibiana García fue un caso único dentro de estas sociedades nativas donde la mujer cumplía un rol secundario, en cuanto a las decisiones. No careció de firmeza a la hora de heredar el protagonismo de los caciques, sino que podría decirse lo contrario.

A su muerte, el vacío que dejó fue de tal dimensión que la tribu terminó de disolverse definitivamente en poco tiempo.

En el año 2010, las autoridades de Catriel resolvieron colocar un busto en memoria de su fundadora, que ocuparía un lugar cercano al de José de San Martín. Un merecido homenaje a esta representante de primerísimo orden del género femenino.

La única “Reina” Argentina, la última cacique de la tribu de los Catriel.

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