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Mauro Szeta, especial para Infoeme
Primero, en Villa Bosch, asesinaron de cinco puñaladas a Matías Gandolfo. Volvía en bicicleta a su casa, y le asestaron cinco puntazos, para robarle el celular.
De arranque, la policía trató de ensuciar al muerto, con consignas de tipo: "Estamos tratando de determinar si no hay otra cosa, si no hubo una pelea", etc, etc, etc. Pero lo cierto es que al chico, de 19 años, lo habían asesinado para robarle el celular.
Todo había sido "por un celular de mierda". Testigo mudo de ese ataque eran los auriculares con los que el chico escuchaba música con el teléfono. Los auriculares quedaron ahí, arrancados, en el piso.
Por el caso, detuvieron a un sospechoso. Es un joven que quiso vender el celular de la víctima y que le contó a su propio padrastro que había tenido una pelea callejera, en un intento, por explicar porque tenía las ropas ensangrentadas, no con sangre de él, sino con sangre de Matías.
Cuando esta herida empezaba a explicarse, en Salto, provincia de Buenos Aires, un crimen igual de irracional, con la misma furia.
La víctima, un chico de 14 años. Cometió el error de esperar la camioneta escolar para ir a una escuela agropecuaria, escuchando música con su celular. Lo atacaron a traición. Le robaron el celular, y lo mataron de un tiro. "Todo por otro celular de mierda".
La fuga, a los criminales, no les duró nada. Y lo más dramático. Se trata de chicos, casi de la misma edad que el muerto, Daniel Ramírez.
Los asesinos tienen 15, 16 y 17 años, respectivamente. También ellos, mataron por matar. Locura total.