"No sé hasta cuándo van a aguantar mi corazón y mis piernas", declaraba Juan Martín Del Potro tras vencer a Bautista Agut. El estresante calendario de los Juegos Olímpicos genera un deterioro importante en los físicos de los atletas, que fue lo que llevó al argentino a esa confesión. Sin embargo, aquel interrogante que planteó el tandilense aún no tiene una respuesta.
Difícilmente Del Potro vaya a olvidar estos Juegos Olímpicos. Las dificultades y las dudas internas que tuvo que superar para competir en Río de Janeiro, la poca competencia previa, los dolores en su muñeca izquierda, el susto en el ascensor, el debut contra el mejor del mundo, tres partidos en un día, Nadal en semis y se vendrá Murray en la final.
El partido de Del Potro comenzó de maravillas, con un quiebre en el primer game. El buen nivel inicial se mantuvo hasta el 5-5 y luego se fue desvaneciendo. El tandilense dejaba muchos espacios cada vez que barría el fondo de la cancha con su drive, evitando de esa manera el impacto con su revés. Rafael Nadal aprovechó ese desconcierto y, ejecutando dos derechas formidables, logró cerrar el primer set.
Con el inicio del segundo las cosas cambiaron. Nadal tuvo intermitencias en su juego y se desorganizó. Del Potro sostuvo la eficacia de su servicio y de sus drives para sellar un 6-4 intenso.
En el set definitivo aparecieron errores no forzados de ambos lados y el desenlace del juego era favorable al español. Pero la garra y el corazón del argentino dijeron presente en el tiebreak.
Fue 7-6 para Del Potro. Las lágrimas inundaron el rostro del tandilense y de todos los argentinos presentes en Río de Janeiro. Mañana enfrentará al último campeón Olímpico, Andy Murray, quien despachó al japonés Kei Nishikori en dos sets. Pase lo que pase, ya hizo historia. Su pecho espera por otro metal, ojalá sea dorado.