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Guillermo Sequi, jabalinista, todo a pulmón: relatos y peripecias del deportista olavarriense que más lejos llegó en el 2008

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Walter Minor, wminor@ubbi.com / Especial para infoeme.com

Hay personas sin ningún valor empleando todos los medios y otras que hacen cosas valiosas con muy pocos medios. Hay quienes no se silencian un minuto y otros que no salen del silencio ni por un minuto. Hay quienes dicen, hay quienes hacen.

Guillermo Amad Sequi, nacido en Olavarría el 25 de mayo de 1972, hijo de Amad Cequi y María Teresa Miglierina, practica un deporte que no le pide a la política una inversión de nueve millones para una “superficie ganadora” como el tenis, ni una estructura onerosa como la del fútbol.

Es lanzador de jabalina y probablemente los gastos que generaría a un sponsor particular o a un Municipio serían ridículos. Pero para el deporte y la cultura siempre hay un “pero”: así y todo, solo, con muy pocos elementos, Guillermo recurrió al esfuerzo y con humildad y en silencio, consiguió darle a Olavarría en el 2008, nada menos que dos títulos nacionales, uno sudamericano y la representación en el mundial de atletismo en Francia.

Nada menos que tres títulos y una buena actuación mundial en sólo doce meses que lo catapultaron sin ninguna duda y por mérito propio como el deportista que más lejos llegó en menos tiempos en 2008, a puro esfuerzo personal, por amor al arte. Esa pasión, verdadera, bien vale una nota.

-¿Cómo y cuándo empezaste a tirar jabalina?

-En la escuela secundaria. Viste que te dan una pelotita, vos la tenés que tirar y si llegás lejos te apuntan para lanzamiento de disco, bala o jabalina. Bueno, yo la tiré lejos. En ese momento estaba el profesor Horacio Báez que reclutaba a todos los chicos que se querían entrenar para las Olimpíadas (Estudiantiles). No vayas a pensar que era un gran entrenamiento. La cosa consistía en ir dos veces por semana a la pista y practicar. No le ibas a poner cinco veces porque a la semana se iban todos. Pero lo bueno es que siempre alguno quedaba.

-¿Anduviste bien en las Olimpíadas?

-¡Nooo! (se sonríe) Antes del torneo parecía que iba a tirar lejos la jabalina, pero a la hora de la verdad salía en el cuarto o quinto puesto. Con la bala pasaba lo mismo. Antes estaba para el récord, pero llegaba el día, mi viejo me llevaba y me daban unas ganas de vomitar bárbaras. Era como que me presionaba demasiado. Con el tiempo lo fui superando.

-¿Le diste continuidad al atletismo después del secundario?

-Sí. Yo acá jugaba al voley, pero cuando fui a Tandil por los estudios, no pude conjugar los horarios para practicar con ningún equipo, así que me llevé un disco, una bala y una jabalina y cuando me hacía un espacio, lanzaba en el dique. Una de esas veces se me acercó un profesor de la Universidad y me preguntó si quería sumarme a su equipo de atletismo. Yo le dije la verdad. que era un animal, que no sabía nada de técnica y que tiraba para pasar el rato, pero él me llevó igual. Me organizó un plan y ahí arranqué. Era entrenamiento con objetivos. Primero tres veces por semana, después aumentó a cuatro y así fue planificándome la actividad anualmente. Me empezó a gustar y seguí hasta hoy.

En 1981, a los 9 años, posando con la jabalina en Racing.

-¿Siempre jabalina?

-Yo tiraba mejor bala que jabalina, pero el profesor me decía que un lanzador con menos de 1,80 metros de estatura, -como yo- tenía que olvidarse de la bala. Era como que entrabas en un biotipo y te encasillaban.

-¿En que año ocurrió todo esto?

-En 1992. Activamente, empecé de grande en Tandil. Hice un par de años en juveniles y de ahí pasé a mayores. Esto es como una droga. A veces la gente me pregunta dónde puede ir para correr y estar en forma, entonces le digo `¡Tené cuidado, porque empezás y no vas a poder parar!´. Lo digo en broma, pero con la satisfacción de que esto es bueno y lindo de verdad.

-¿Tuviste muchos entrenadores?

-Cuando estaba en Tandil, tenía a Alfredo Barreiro. Un tipo excelente. El me organizaba como para decir: esto es el atletismo, andá y practicalo. Él me llevó a nacionales y otras competencias.

En el CENARD me entrenó durante un año y medio el cubano Miguel Angel Justiz Bone. Yo viajaba cada mes y medio y el me daba una planilla con el entrenamiento y me corregía.

En Olavarría entrené con Sergio Merlos durante un año, pero no nos coincidían los horarios, así que seguí guiándome por los entrenamientos que me había dado el cubano.

-¿Era exigente el entrenador cubano?

-Cada dos meses te hacía un test. Era para saber hasta donde podía llegar. Según la proyección que hacía él, yo podía alcanzar los 79 metros aprendiendo bien la técnica. ¡Me volví loco cuando me lo dijo! Imaginate que la marca para entrar a las olimpíadas era de 77 metros y yo tiraba 58. Me mataba entrenando, hasta que vino la lesión y las operaciones que me tuvieron tres años parado.

-¿Cuál era el diagnóstico de esa lesión?

-Atrapamiento de nervio pubical. Ese nervio me lo sacaron de lugar y lo colocaron a un costado. La otra lesión era en el hombro. Esta última es muy propia de quienes hacen lanzamientos de béisbol.

-Representaste también a Independiente.

-Sí: no me acuerdo en qué año, pero allá estaba Juan Suárez y lo entrenaba Osvaldo Suárez. Juan me dice que me vaya a Independiente que allí pagaban los pasajes. Un día estaban en la pista entrenando y fui a hablar con Osvaldo. Me presenté, le dije mis registros, hablamos un poco más y me dijo que me quedara. Me hicieron el pase y competí durante un año más o menos. Pero fue lo mismo hacerlo para Independiente, que para Olavarría, o hacerlo solo, porque finalmente no tuve ningún beneficio.

-¿Te quedó alguna anécdota de tu paso por el club de Avellaneda?

-Una increíble. El día antes de un Nacional me quedo a dormir en el club para estar bien descansado el día del torneo. Me acosté temprano para darle al ojo lo que más podía, pero empecé a dar vueltas y vueltas. ¡No podía acomodarme! Al final no pude pegar un ojo hasta las tres o cuatro de la mañana. El colchón estaba lleno de pulgas ¡y tenían un hambre terrible! Casi me sacaron a pasear en andas por Avellaneda. Ese día supe que no me quedaba nunca más.

-¿En que momento percibís que evolucionas técnicamente?

-Cuando empiezo a competir con continuidad. Para mí hay dos cosas: la principal es la disciplina y ponerse objetivos la otra. Disciplina para mí es entrenamiento, salud, cuidarse y aprender a escuchar al cuerpo. Hay un montón de cosas que te hacen disciplinado. En ese proceso se empiezan a ver los resultados, en cuanto a técnica más que nada.

-¿El lanzamiento requiere de algún trabajo especial de fuerza?

-Sí, al comienzo, yo tenía la mitad de la fuerza que tengo ahora. Por ejemplo: cuando empecé en Tandil a hacer `sentadillas´ (NdeR: levantar peso en la espalda casi en puntas de pie, para reforzar los músculos de las piernas que dan velocidad y reacción en la carrera), que yo ni sabía qué eran, no llegaba a levantar ni 100 kilos. Con el tiempo hice la misma cantidad de repeticiones pero con 320 kilos. No soy un superdotado en lo físico, pero tengo mucha voluntad. Cumplo a rajatabla con todo lo que hay que hacer y eso a la larga te hace llegar a un resultado.

-¿Cuánta importancia tiene un par de piernas sólidas en jabalina?

-Mucha. Es la parte más fuerte que debés tener en todo el cuerpo. El lanzamiento empieza con una explosión en las piernas, que paradójicamente, yo todavía no utilizo. La parte de arriba es como un látigo. Vos agarrás un látigo, lo tirás y la punta, que es la que lleva toda la fuerza, sería tu brazo. Pero la base de ese látigo, que serían las piernas, es donde nacen los lanzamientos.

-¿Entre el brazo y las piernas hay otras secuencias intermedias?

-También tenés que tener velocidad. Vos podés venir con mucha fuerza, pero si te frenás se desperdicia. Hay que hacer una cantidad de movimientos consecutivos: explotar las piernas, la cadera, el pecho, la espalda y terminar en el brazo. Todo coordinado. Cuando lográs eso - que yo no lo logré a pesar de tanto tiempo-, ahí llegas al máximo. Es el problema de empezar de grande.

-¿No preparar atletas desde chicos es por falta de interés o un proyecto así sería costoso?

-No es tanta cuestión de dinero. Si vos me preguntás si Olavarría puede sacar un atleta olímpico, yo te digo que agarremos un grupo de chicos de 8 a 10 años y sin ser profesor, te aseguro que con la visión de lograr competidores de nivel, de 20 ó 30 seguro que uno o dos sacás. Vos date cuenta que con la infraestructura y los elementos lastimosos que se les da a los argentinos, todavía salen olímpicos. Esos atletas, con el cuidado que les dan en otro país, seguro que están en el podio.

-¿Por qué se conoce tan poco de tu actuación en Olavarría?

-Algo salió al principio cuando Estaba con Horacio Báez porque él se ocupaba personalmente de llevar al periodismo los resultados. Después, cuando me fui a Tandil, me decían que trajera la información, pero a mí me daba vergüenza. Era como decirles ¡Por favor, publicame! A uno como deportista le gusta lograr un reconocimiento, porque es como una caricia que te hace la gente, pero lo lindo sería que otro se ocupe de seguir tu trayectoria, es como más sincero.

-No te fue tan mal en Francia.

-Yo estaba solo, afuera, era el único representante del país. Volví enojado conmigo mismo porque ese cuarto lugar pudo ser subcampeonato.

-¿Los olavarrienses lo entendieron igual que vos?

-Cuando llegué acá, me di cuenta que era otra cosa. La gente lo vio como un logro. Hubo quienes me decían “¡Así que practicás atletismo!” Y el atletismo no se practica de un día para el otro. Son años de trabajo. Pero me daban ánimo y me pareció lindo ese gesto.

-¿Vale mucho el apoyo familiar que tenés?

-Está mi familia (su esposa, María Laura Rossi, y sus hijas Camila 2 años y Rocío 8 años) y un tipo como Sergio (Merlos), que vos le decís “Sergio, preciso una jabalina…” y no sabés cómo, pero él te la consigue. Cuando llegué del Nacional, hace unos días, estaba muy dolorido de la espalda, entonces lo llamé y me recomendó que viera a tal médico. Más allá de que no sea mi entrenador, Sergio es una referencia que siempre está cuando lo necesitás y está pendiente de tus actuaciones.

-¿Hasta el viaje a Francia cuál fue tu mejor marca?

-Fue hace más o menos un año atrás, en el primer campeonato de veteranos que competí. Tiré 59,91 metros. Ese registro me hubiese servido para salir segundo en Francia, pero... cuando no es tu día todo sale mal. Tenía la explosión que un (petardo) “Chasqui Boom” y menos piernas que una víbora. Hay que asumir que las cosas son así, aunque te cueste.

-El año que viene se hace el Mundial de Veteranos en Finlandia ¿Vas a buscar sponsors?

-Me da vergüenza pedir plata a los comercios. Sé que en ese torneo tengo muchas posibilidades, pero los gastos son grandes para aguantarlos solo. Entiendo que hago mal en no salir a buscar ayuda monetaria, porque otros con menos posibilidades que yo lo hacen. Pero a mí me cuesta, no puedo.

Lanzando en Parque Norte, solo. Toda la estampa de un amateur.

-Alguna de las tantas empresas foráneas que tienen buenas ganancias en Olavarría , tal vez podría ayudarte.

-Eso sería bueno, porque lo que para uno es mucho, a ese nivel es nada. También sería bueno para la empresa si te va bien. Pero eso no lo he visto acá con ningún deporte en los últimos años. Si no sucede con las disciplinas populares, de la que se conocen los acontecimientos, imaginate qué podemos hacer nosotros que andamos penando para comprar una jabalina de competencia y nadie se entera. Yo podría comprarla esforzándome, pero esa plata se la saco a mi familia.

-¿Familia y viajes de competencia son compatibles?

-Sí. En mi caso me siento un afortunado en no tener discusiones para viajar, aunque cuando salgo, ahora lo hago en familia. El otro día en el Nacional realizado en el Cenard, estaba en la pista haciendo flexiones de precalentamiento con mi hija subida a la espalda. Esto que ahora me distiende, hace cinco años atrás no podía haberlo hecho porque necesitaba apartarme para lograr concentración.

-Pero el nuevo plan “familiero” parece mejorar los resultados.

-Salí subcampeón y cuando subí al podio se me subieron las dos nenas. Algo que es desubicado pero que mis colegas permitieron sin ponerme problemas. Es más, después, Fontana, el dirigente del Cenard, se reía y realizó una referencia hacia mi persona que me gratificó. Estando en el podio se refirió a mi familia, realizó un repaso breve de mi carrera y destacó que era de Olavarría. Son las cosas que uno más quiere. Esto no lo hizo con el ganador, solamente conmigo.

-¿Cuándo obtuviste la primera victoria?

-En Tandil, cuando recién empezaba. Estábamos mezcladas todas las categorías, me parece. No recuerdo bien. Tal vez competí solo. La alegría no fue tan grande como cuando gané por primera vez un provincial.

-¿En que año fue el triunfo provincial?

-No me acuerdo bien. Lo único seguro es que fue en Bahía Blanca.

-¿Seguramente tendrás una medallita que recuerde la fecha?

-No. Yo cada medallita que gané la regalé, porque si no lo hago así me creo que hice mucho. No quiero amontonar cosas que digan que triunfé. Ni medallas ni trofeos. Obviamente que me quedé con esta última y las principales, pero las otras las regalé.

-Las medallas son el reconocimiento a la actuación ¿Cuáles fueron las más importantes en cuánto a mérito?

-He ganado medallas en campeonatos provinciales de mayores, campeonatos evaluativos, un Grand Prix Sudamericano. Competí en Uruguay, también en Mar del Plata, y gané dos campeonatos nacionales universitarios. También los nacionales del año pasado y éste, más otros que se fueron sumando. Pero la más importante fue el subcampeonato de mayores de este año en La Plata. Iba ganando con 59.13 metros, hasta que en el último lanzamiento, Alejandro Ionsky, de 22 años, hizo 61.69 metros y me ganó.

-¿Cuántas competencias por año tiene tu calendario?

-Hasta el 2007 hacía, cuando mucho, cuatro torneos por año. No tenía auto y viajaba en colectivo. En Tandil era distinto, tenían todo bien organizado. Te metían en todos los torneos para ir adquiriendo experiencia y no pagabas un solo peso. ¡Era un atleta de verdad! (risas).

-¿Y ahora no?

-Hablo de lo económico. Ahora tengo que poner todo de mi bolsillo y a los torneos los tomo como una salida familiar.

-¿Cuáles fueron los pasos para viajar al mundial de Francia?

-Primero consulté con mi familia. Mi esposa sabe que esta locura es desde siempre y me apoyó. Pero cuando fui a averiguar por los pasajes me pareció imposible.

-¿La Dirección de Deportes municipal te ofreció colaboración?

- No. Me parece que es de gusto ir porque ya se sabe de antemano lo que te van a decir.

Además era de veteranos, que no es lo mismo que el de mayores. Más allá de eso, representar a tu ciudad y a tu país siempre es bueno.

-¿Aparecieron auspiciantes?

-No. Mi viejo me dijo que hiciera ese gasto, que a lo mejor era la única oportunidad y una buena ocasión para cerrar el ciclo y.... yo ya lo daba por descartado.

-O sea que te lo financiaste solo.

-Sí. Me lo pagué en doce meses. Todavía no voy ni por la mitad de las cuotas.

¡Sabés lo que es estar en Francia, campeonato mundial de pista cubierta, ver la bandera de todos los países y que la argentina esté solamente por mí! Te sentís emocionado. Yo era el único argentino que había.

"En Francia me mató la ansiedad. No usé ni la tercera parte de mi fuerza".

-¿Tuviste que alcanzar algún registro para poder estar presente?

-Hice una competencia en noviembre o diciembre y la gané. No era fácil, porque ahí tenía un rival fuerte que fue campeón argentino de juveniles y mayores: Jiménez. Un policía con unas condiciones bárbaras que actuó en el sudamericano. Ese día le gané por primera vez y me llevé el campeonato realizando mi mejor marca, que creo, quedó como la mejor en la categoría. El mismo Jiménez fue quién me entusiasmó para que viajemos los dos. Yo le decía que no, pero ni bien llegué a Olavarría me puse a averiguar como era el tema del mundial. Y empecé con las gestiones para anotarme.

-Sé que te fue difícil ese trámite.

-No fue fácil. Resulta que la Federación dio por hecho que no viajaba y se dificultó la inscripción. Era como que estaba fuera de término. Pero aparte de eso, dentro de los costos, nosotros habíamos interpretado unos valores que después fueron otros. Entre toda esta desprolijidad, se me ocurre llamar a Francia y charlar con los organizadores para preguntarle cómo sería mi situación para estar allá y me dicen que mande un interdepósito mediante la asociación. Llamo a la asociación de veteranos y me contestan que no se podía.

-¿Y como terminó la historia?

-Insistiendo. Llame cuatro o cinco veces más hasta que al final me dejaron viajar. Lo gracioso es que Jiménez, el que me había alentado a ir, no fue.

-Contame sensaciones de tu paso por Francia.

-Es totalmente distinto. Ahí te das cuenta que no es una cifra fabulosa la que se necesita para hacer las cosas bien. Ellos con la plata de la inscripción y algunos sponsors hicieron un torneo hermoso.

-¿Y la parte organizativa?

-Yo llegué y había una mesa con carteles que señalaban el idioma de cada competidor. Ahí vos podías consultar lo que quisieras. Eran 123 países. Entré y fui a la mesa que decía español, les dije quién era y de donde venía. Se fijaron y de un cajón sacaron una bolsa con todo. Estaba la inscripción, mi número, una bolsita para los clavos y una medallita recordatoria. Pero así como me dieron todo, ahí nomás me dicen que tenía algo impago .

-Una mano para saludar y la otra con la palma hacia arriba.

-Sí, como debe ser. Pero como les informé el día y la hora que realicé el interdepósito, ahí nomás, de inmediato, verificaron mis dichos y no tuve ningún problema. Todo rápido, nada de burocracia. Terminaste el trámite y al instante tenías los tickets para moverte ahí adentro, los mapas y todo lo demás.

-¿Cómo sería tu descripción del estadio y la ciudad?

-El estadio es todo cerrado, como el de Estudiantes, pero más grande y con una pista adentro. Yo nunca había visto una pista cubierta. La ciudad de Clermont es muy parecida a Tandil, por las sierras, mientras que a París la asocio con Buenos Aires. Lógicamente, sacándole el estilo de las casas y los autos.

-¿Había otras instalaciones además de la pista cubierta?

-Nosotros competíamos afuera. Afuera había dos pistas sintéticas más. Ni conchilla, ni pasto ¡Sintéticas! Además tenían como veinte círculos para entrenar el lanzamiento de bala, con sus respectivos delimitadores de redes. Lo mismo sucedía con la estructura para disco.

ClaroÂ…eso forma parte de su filosofía respecto al deporte. No les importa si tienen uno o treinta lanzadores, ellos se preocupan por la estructura para quién quiera hacerlo. La pista sintética es cara, pero los circulitos y las redes no salen gran cosa y se podrían hacer acá también.

-¿Y el trato personal?

-Sabés que me vi sorprendido. Cuando terminó todo, yo estaba enojado conmigo mismo, ¡parecía un nene caprichoso! Entonces miro y veo que me llaman haciéndome señas con la mano. Era uno de los organizadores que me pedía que lo acompañara. Así que pasamos por un lugar que no se podía acceder sin credenciales y me llevaran a un bar que había detrás. Me acercaron a la barra para ofrecerme un aperitivo y allá me atendió un barman que hablaba castellano y era argentino. Un trato muy afectuoso.

-¿Cómo te fue en la faz competitiva?

-Estaba en buenas condiciones físicas. No podía explicarme lo que me pasó. Cuando venía de vuelta me di cuenta lo que fue: ansiedad. Eso fue lo que me llevó a apresurar lo que viene a ser la parte de arriba, entonces llegado el momento del lanzamiento me apuraba a tirar con el tren superior, mientras que las piernas todavía no habían hecho el trabajo. Estaba muy acelerado y no usé ni la tercera parte de mi fuerza.

-¿Cuál fue tu marca?

-Fue de 53 y algo, mientras que el ganador superó apenas los 60 y el segundo hizo 56 y fracción. Yo con un registro normal de 59, estaba para subcampeón. Pero esto no es matemáticas. Son momentos.

-¿Cuál fue tu día de mayor felicidad en una pista de atletismo?

-El más lindo de todos, por lejos, fue cuando volví después de las tres operaciones. Yo había ido a varios médicos y todos me decían que no iba a poder seguir compitiendo, hasta que di con uno que me dio esperanzas, entonces me operé. Reaparecí en un campeonato Nacional Universitario en Mar del Plata. Ese día “Tucho”, el entrenador, me mira y me tira la camiseta. Volver a sentir que te dan una camiseta parece una pavada, pero para mí no fue así. Ese día llovía ¡Volver a sentir el olor al sintético de la pista! Ese día fue el más feliz que me brindó el atletismo.

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